En abril terminé nueve libros y mayo ha sido menos llamativo desde el punto de vista cuantitativo. Comencé con tres novelas policíacas y pasé luego a una histórica y una breve narración francesa; "Las buenas personas" fue la última novela terminada, pero la fui leyendo a lo largo de todo el mes. Se trata de libros bien distintos, y no me atrevería a aconsejar ni desaconsejar, pues cada cual tiene sus gustos, aunque en cuanto a calidad pienso que las mejores son las dos últimas.
Hacía tiempo que le tenía echado el ojo a "La séptima mujer", novela policíaca escrita por la francesa Frederique Molay; una buena presentación y el hecho de que el protagonista, el comisario Nico Sirsky, trabajara en el legendario Quai des Orfèvres de París hacían atractiva la lectura de esta novela escrita en 2008 y publicada en España dos años después. Si lo que queremos es un relato policial entretenido que nos cubra la lectura de un día de playa, un viaje largo o una tarde con tiempo desapacible, "La séptima mujer" cubre perfectamente las expectativas, pero si aspiramos a algo más, será mejor buscar otras posibilidades. Al menos a mí no me ha llenado este libro, con unos personajes poco conseguidos y una trama excesivamente truculenta: la autora describe unos crímenes espeluznantes con detalle y hay que tener bastante "higadillo" para aguantar la lectura. El protagonista, Nico Sirsky, de origen ruso, nos es presentado como un policía estresado, con graves problemas familiares -está separado y su hijo Dimitri no se entiende con su ex-esposa-, aunque me parece que le falta la fuerza de otros detectives de ficción más consolidados. Hasta ahora no se ha traducido a nuestro idioma ninguna otra obra de Frederique Molay.
Ruth Rendell es sin duda una de las grandes del género de intriga británico, a pesar de tenerlo claro solamente había leído una de sus novelas -"Las llaves de la calle"-; ya puedo presumir de la segunda: "Trece escalones", un relato que responde al estilo de siempre de Rendell: protagonismo de la intriga psicológica, personajes complicados, ambiente tenso, ... como se decía en una crítica que encontré por internet, se trata de una novela "perturbadora". En "Trece escalones" los dos protagonistas son seres trastornados: Max Cellini, un psicópata obsesionado por un mítico asesino en serie y por una joven modelo de color y Gwendolen Chawcer, solterona y octogenaria, que vive en una mansión enorme y decrépita suspirando por un amor platónico de hace 50 años. Rendel consigue tanto una intriga absorbente y bien configurada como una ambientación magnífica, convirtiendo las descripciones de St. Blaise House, la mansión victoriana de Chawcer en el barrio londinense de Notting Hill, en relatos magistrales. Ha sido una de esas novelas que cuesta dejar, aunque a la vista de tanto personaje perturbado uno pueda preguntarse en alguna ocasión si es bueno dedicar tiempo a novelas donde no aparece casi nadie virtuoso.
Cada vez tengo más claro que es bueno hacerle caso a Tommy; hace ya muchos años que el hombre me insiste en las excelencias de Donald E. Westlake, el magnífico escritor neoyorquino de novela negra fallecido hace 5 años. Ya en su día leí "Vigilentes y ladrones" y, gracias al generoso obsequio de Tommy, "A quemarropa", escrito bajo el seudónimo de Richard Stark. He vuelto a comprobar el acierto de la recomendación y mi error por la reticencia en leerlo, tras terminar "Atraco al banco", una novela negra que reune las virtudes de ser corta, ocurrente, entretenida y estar bien escrita. A Westlake no le importa la intriga, ni las sorpresas finales, ni los maniqueísmos ni las moralinas; se limita -y no es poco- a contarnos una historia en la que no se sabe quienes son más torpes si los ladrones o los policías, una aventura a veces desternillante, llena de comentarios ingeniosos y de acción continua, aunque es una acción ajena a toda tensión y dramatismo, algo que hace de la lectura de "Atraco al banco" una experiencia francamente deliciosa. Ahora solamente me queda seguir obedeciendo a Tommy y leer "Una incursión en el mundo".
Hacía tiempo que no leía una novela histórica, a lo que cabía añadir un cierto interés por la figura de Alejandro Mágno; por esta razón busqué algun relato que hablar de su vida y me decidí por la trilogía escrita por el italiano Valerio Massimo Manfredi, de la que he terminado el primer volumen: "Alexandros, el hijo del sueño". Se trata, sin duda, de una entretenida narración de los primeros años de la vida del poderoso emperador macedonio, aunque en realidad se habla tanto de él como de su padre, Filipo de MAcedonia, un personaje sin duda apasionante y cargado de contrastes. Junto a éstos, también aparecen Aristóteles, elegido por Filipo como instructor de Alejandro para que no fuera un primitivo como él, Demóstenes, el político y orador griego, gran rival de Filipo e incluso Diógenes, el singular individuo que vivia en un tonel y buscaba un hombre con un candil, con quien tuvo Alejandro un significativo encuentro. Manfredi describe bien el ambiente de la época, nos cuenta con agilidad los aconteceres de entonces y te deja con ganas de continuar la trilogía. No obstante, pienso que no está a la altura de los libros de Posteguillo sobre los Escipiones y Trajano, y que se nota que Manfredi escribe libros como rosquillas, con una producción realmente asombrosa que es posible influya en la calidad.
"Un hombre al margen", del francés Alexandre Postel, es una novela que me llamó la atención desde que la vi expuesta hace ya unos meses en "El Corte Inglés" del zaragozano Paseo de la Independencia. El hecho de haber recibido el prestigioso premio "Goncourt" de 2013 a la mejor primera novela, así como el Landerneau Découvertes, el tener poco más de 200 páginas y lo atractivo del tema -un sencillo profesor universitario que es injustamente acusado de tener imágenes provenientes de una red pedófila- provocaron esa urgente necesidad de leerlo que nos entra a los lectores convulsos. La intuición esta vez ha sido acertada, se trata de un libro bien escrito, original, cuyo argumento no pierde interés en ningún momento y que hace pensar bastante. Me parece que analiza con inteligencia como es la actual sociedad: individualista, hipócrita y agresiva, y que da en el clavo al describir, con cierta sátira,los defectos de nuestro sistema. la escena en la que el abogados que defiende al protagonista le plantea su estrategia en un restaurante de lujo mientras degusta un steak tártaro me pareció magistral ... no puedo resistirme a citarla.
Quien me recomendó "Las buenas personas", del escritor israelí Nir Baram, me aseguró que se trataba de una novela excelente; efectivamente es un libro serio, con un argumento interesante, de esos que dice algo y escrito con una intención que se intuye ambiciosa. aunque tengo que admitir que me ha costado leerlo: he tenido que ir despacio y en alguna ocasión he llegado a perderme. El tema es atractivo, pues Baram desarrolla su acción entre 1938 y 1941 en Rusia, Polonia y Alemania, un tiempo y unos lugares en los que ocurrieron muchas cosas graves; el autor sitúa dos personajes paralelos: Thomas Heiselberg, un ambicioso ejecutivo alemán que colabora con los nazis y Aleksandra Weissberg, una joven intelectual rusa que traiciona a su familia y entra a formar parte de aparato stalinista. Ambos son judíos, forman parte de la clase media alta de sus respectivos países y colaboran, respectivamente, con la maquinaria criminal de Hitler y Stalin ... y evidentemente al final terminan encontrándose. Ni uno ni otro toman parte en los grandes crímenes de amos líderes europeos, pero los dos están aportan su granito de arena en posiciones laterales. Es un libro duro en el que se refleja el tránsito de ambos protagonistas desde la gloria hasta el derrumbamiento, aunque como queda dicho en algún tramo de la lectura me ha parecido espeso. Me han llamado la atención dos frases del autor de las que dejo constancia por si pudieran ser útiles para comprender mejor las intenciones del mismo al escribirlo: "la literatura del buenismo no suele ser muy buena" y "No hablo tanto de Holocausto, sino de los colaboradores con el régimen, porque ya han pasado varias generaciones y ya no tenemos la necesidad de hablar del Holocausto". Sin duda, y aún con el hándicap citado, un libro atractivo e interesante.