Pienso que todos conservamos entre nuestros recuerdos más dulces esa bonita ilusión que nos duró más o menos tiempo en relación a la existencia de los Reyes Magos. En una ocasión escuché a un viejo amigo afirmar que se trataba de una tradición que debería haber sido real, que lo bonito sería que las cosas sucedieran tal como nos las hacían creer y en la madrugada del 6 de enero los Reyes escalaran por el balcón de tu casa para poner sus regalos, sin dejar de servirse del refrigerio necesario para unos camellos que se intuían exhaustos.
En un momento determinado de nuestra vida nos caímos del guindo y descubrimos la verdad, con ese sabor agridulce que surgía del contraste entre la desilusión y esa consideración que ya es capaz de elucubrar un niño sobre el valor del cariño paterno, que en el fondo tenía la grandeza atribuida a esos lejanos magos. Eso sí, recuerdo perfectamente que antes de descubrir qué había detrás de esos días gloriosos de cartas, cabalgatas y regalos, no exentos de alguna frustración que sorprendía, uno tenía la intuición de que algo raro había detrás de los Reyes Magos, conforme cumplías años aparecían los inicios de un racionalismo que buscaba explicaciones que lo escuchado hasta entonces no ofrecía. Eso sí, a la vista de que el resultado de la tradición era favorable, y recibías presentes de padres, padrinos y familiares, optabas por callar y dejabas pasar un tiempo que terminaría por descubrir el pastel.
Hay personas que siguen viviendo con ese espíritu, y parecen no ver y contar la realidad que presencian, sino la que desean, ofrecen la visión de un mundo ideal que no es exactamente como el que vemos la mayoría, ¿Qué hay detrás de esta mentalidad?, no lo tengo claro: tal vez el deseo de ofrecer explicaciones a nuestra vida, nuestro trabajo o nuestras frustraciones, la ceguera ante las dificultades con las encontramos o simplemente que caemos en la tentación de crearnos una realidad a nuestro gusto.
Eso sí, creer en los Reyes Magos tiene también su parte positiva: quien tiene ilusiones conserva un espíritu joven, es capaz de sobreponerse a las complicaciones, de mantener viva una llama de esperanza, de confianza en el futuro. Creer en los Reyes Magos supone mantener el optimismo, incluir entre tus modos y maneras la creatividad, la visión positiva y la buena opinión sobre el resto de las personas ... y todo eso no es poco. Lo complicado es tener esa fe y compatibilizarla con la necesaria conciencia del suelo que pisas.
7 comentarios:
Lo malo de las utopías es que a veces se hacen realidad, y entonces son distopías.
Yo más que de utopías hablaba de ilusiones ... de las utopías, libéranos Dómine¡¡¡
No subestimes el poder de la negación. Esa es una de mis máximas para comprender el comportamiento humano.
El poder de la negación ... da para pensar, sin duda¡¡¡¡
Publicar un comentario