23 de febrero de 2011

Niño, ¿qué se dice?



Seguro que a poco que escarbemos en nuestra infancia recordamos la frase, incluso quienes tenéis hijos pequeños la habréis dicho en más de una ocasión, y es que desde pequeñitos es bueno enseñar a ser agradecidos, a valorar lo que hacen los demás por nosotros, los servicios que nos prestan, los detalles con los que nos hacen la vida más grata, los regalos que nos obsequia su generosidad. Es posible que ese "gracias" saliera con una mezcla de timidez, rutina y mecanización, pero al mismo tiempo rubricaba en nuestra cabeza que uno no puede ir por la vida pensando que lo que recibe es merecido, que está en condiciones de exigir a todos y cada uno con los que se cruza que cumplan con uno mismo.

A mí me parece que andamos en una sociedad con más bien poca capacidad de agradecimiento, no veo la gratitud como una de las características de los ciudadanos de este siglo que avanza tan implacable como cargado de incertidumbre. No saber ser agradecido es, evidentemente, una cuestión de educación, de cierta humildad y de algo de capacidad de pensar en los demás. Pero puesto a pensar tengo la sensación de que, por un lado, damos muy poca importancia al trabajo de los demás, andamos frecuentemente tan convencidos de nuestra excelencia que solamente somos capaces de mirar con ojo crítico lo que hace el resto, y así ni nos planteamos dar las gracias, consideramos al otro un inútil -o casi- y sólo somos capaces de ver tantos errores y omisiones que ha cometido; por otra parte, hay una generalizada conciencia de los muchos derechos que tenemos, razón por la que cualquier servicio que se nos presta lo consideramos como álgo que se nos debe y ni se nos ocurre perder el tiempo con gratitudes.

He observado que los ciudadanos tenemos una gran facilidad para exigir; es de cajón que se ha de saber ejercitar los derechos, y que para ello habrá que reclamarlos a quienes han de facilitarnos su ejercicio, pero es algo que no debería hacernos perder la elegancia. ¿Qué vemos al otro lado del mostrador?, ¿un esclavo a nuestra disposición?, ¿un ciudadano que presumimos limitado, sino vago y perezoso? ... si alguien nos cede el paso o el asiento, nos abre una puerta o nos ayuda a llevar paquetes ¿somos capaces de valorar un detalle tan nimio?, ¿o estamos tan convencidos de que nuestro tiempo es más importante que el suyo que ni nos planteamos darle las gracias?, ¿o, peor, pensamos qué querrá de nosotros para ser tan amable?.

Tendríamos que expulsar de nuestra convivencia diaria la desconfianza, la frialdad, la tosquedad, ... todas aquellas actitudes que nos vuelven indiferentes, egoístas y ariscos, incapaces de sentir afecto e interés ante quienes comparten nuestra condición de protagonistas del mundo.


6 comentarios:

sunsi dijo...

Modestino... ¿Puede ser que todo eso que explicas tiene mucho que ver en cómo te han educado desde muy pequeño? Esos gestos de amabilidad, el perdón, las gracias pero de corazón, procurar no juzgar y mucho menos por las apariencias... todo eso, si no lo has visto cada día durante años en tus progenitores... no se aprende en un cursillo acelerado. Como mucho, buenos modales. Pero si los modales no tienen raíces en el alma y la conciencia, son huecos.

Gracias por el post.

Mariapi dijo...

Son mi estribillo:"Buenos días, gracias y por favor" El recuerdo diario antes de salir de casa, porque no son solo "buenos modales", son la manifestación de una actitud vital, apertura y respeto hacia los demás. Gracias, Modestino.

tomae dijo...

...Modestino, te escribo la prespectiva de encontrarme muchas "otro lado del mostrador" .
He visto como en otras veces te has fijado en el "trabajo" que aveces cuesta mantener el "tipo" en ese lado...

Te confieso que se agradece mucho encontrar la amabilidad en la cara del cliente, ayuda a trabajar más y mejor; del mismo modo el cliente exigente, el correoso, puede incluso hacerte perder las ganas de realizar el servicio...

...si incluso en términos mercantiles, la amabilidad acaba siendo rentable!


Por supuesto que son elementos que debo transmitir a mis hijas. Gracias por recordarlos y por acordarte de los que estamos en ese lado ... del mostrador.

Modestino dijo...

Una de las cosas que más me cabrea en esta vida es el abuso por parte del cliente, con sus múltiples variantes: desde el que se cree poseído de la verdad hasta el machista del otro lado de la barra, pasando por el que lo sabe todo, el que mira por encima del hombro, el que se cree superior, el que tiene "conocidos importantes", ...
A veces hay abusos desde el mostrador, también es cierto: recuerdo ahora los chistes de Forges de las colas y las ventanillas o el "Vuelva usted mañana de Larra, pero eso ed harina de otro costal.

veronicia dijo...

Estoy desmoralizada, intento recordar quien agradece, o si alguien siente agradecimiento; será que estos diás no estoy bien pero que poca memoria tiene la gratitud

Tal vez sea parte de nuesta condición humana haberlo recibido todo gratis y sin embargo pensar que nos pretenece. Parece que hasta con las palabras somos roñosos para decir gracias al que nos ayuda

Modestino dijo...

También puede haber gente que sea agradecida y no lo sepa explicar.
Ánimo Verónicia.