25 de mayo de 2008

La parejita de la hora del café

Como buen funcionario, casi todas las mañanas me dirijo con unos cuantos compañeros de trabajo a tomar un café; si no hay abusos y uno es puntual en su horario -y prudente en el tiempo de tomarlo- no deja de ser una costumbre sana y hasta productiva.

En la cafetería donde acostumbramos a tomar el refrigerio coincidimos casi siempre con una joven pareja de enamorados que ha llegado a robarme el corazón, y lo digo completamente en serio. Y los llamo "enamorados" porque no me cabe ninguna duda de que lo están y ellos mismos no hacen nada por disimularlo: su recíproco cariño es tan tierno y llamativo que todos nos damos cuenta.

No se nada de ellos, ni como se llaman, ni a que se dedican ni si viven en mi ciudad o solamente están estudiando o trabajando aquí. Dudo que ninguno de los dos haya llegado a los 20 años, él es rubio, delgado y llega al bar en bicicleta, mientras ella, que tiene pinta de llamarse Sara aunque seguro que no acierto, morena, de tez blanca y con aire de persona espabilada.

Todos los días llegan, cada uno por su lado, y se sientan juntos a tomarse un zumo de naranja y un bocadillo, mientras se miran a los ojos con esa mirada que nunca deberíamos perder y que refleja ilusión, cariño y disposición de entrega. Vete a saber cómo acabará todo, a lo mejor es una historia pasajera que recordarán, seguramente con una sonrisa en la boca, cuando sean cincuentones o a lo mejor es el principio de un matrimonio duradero, como deberían de ser todos los matrimonios. Pero, en estos momentos, ¡¡¡qué mas da!!!, a mí, mientras me tomo el insípido cortado descafeinado con sacarina al que estamos condenados los cardíacos, me producen alegría, ternura y,  ¿por qué no decirlo?, hasta cierta envidia.

Ya se que este comentario de hoy es superficial, cursi, .... habrá quien opinará que hasta frívolo, pero a uno le gusta a veces poner por escrito también sus pensamientos menos trascendentes. Y, ¡¡¡que caramba!!!, también tengo derecho a alegrarme y disfrutar con la felicidad ajena.

Además, me gusta confesarlo: ¡qué bien me cae esta parejita que se encuentran, se miran y se hacen cucamonas mientras me tomo el café mañanero!.

4 comentarios:

Suso dijo...

Contemplar el amor y sus miradas en cualquiera de sus formas -enamorados, la primera mirada de una madre a su hijo, el fulgor de un padre orgulloso con el logro de su hijo,la última mirada al que se marcha, quizás para siempre...- no es ninguna cursilada: es un don.No hay cosas sin interés, sólo personas incapaces de intereasrse.
está bien el post de hoy, ¡enhorabuena!

Anónimo dijo...

A mi me ha encantado leer un lunes a primera hora, este relato tan romántico y sobre todo tan real -tu interpretación-, enhorabuena por este blog

Modestino dijo...

Tal vez al insinuar que podía ser cursi caí en el error de ponerme la venda antes que la herida. Tu comentario, Suso, completa mi escrito.

María dijo...

Pues no me parece cursi... me parece un post muy bonito!