21 de agosto de 2016

Una niña afortunada


Tengo amigos que han renunciado al washapp, y no les critico. No deja de ser una medida inteligente, una decisión que supone ahorrar más de una incomodidad e impertinencia. Pero  la aplicación tiene también sus ventajas, entre otras el permitirte, a través de una breve inspección de "fotos" y "estados", estar al día de determinadas circunstancias de la vida de tus contactos: cambios de look, incorporaciones a la familia, evolución de la descendencia, estados de ánimo, ...

Por esta vía descubrí hace poco más de un año que una antigua compañera de trabajo había sido madre: en la foto de su washapp brillaba como una estrella la imagen de una niña pequeñísima, quien no podía ser otra que su hija. Con tal motivo y por la misma vía le mandé mi más calurosa y sincera felicitación, a lo que me respondió, además de su agradecimiento, con una frase que no cayó en saco roto: "ha sido una niña muy deseada". Me pareció un pensamiento precioso, una manifestación de amor y generosidad llamativo ... me alegró no haberme equivocado,  confirmar que el corazón de quien había trabajado cerca de mí era verdaderamente tan bonito como siempre pensé. Y envidié no sólo la maternidad -y la paternidad correspondiente- que goza con la llegada de un ser totalmente dependiente, sino la condición de esa criatura que desde que se tuvo noticia de su cercana llegada se convirtió en la única razón verdaderamente importante para la vida de dos personas.

Ser una niña deseada es una maravilla. Algo que mueve entre otras cosas a la nostalgia y a la gratitud. Estoy seguro de que pertenezco a una generación de niños y niñas deseados, y no dudo que que en los tiempos actuales este deseo sigue vigente en tantos. Pero también aparece ante mis ojos el negativo de la foto, la posibilidad de que haya quienes consideren el anuncio de una llegada como una lata, ... o quienes pasado un tiempo de la llegada del bebé no eviten el egoísmo de plantearse los inconvenientes del nuevo "inquilino", olviden que ni pudo haber mejor deseo ni mayor alegría que haberlo visto cumplido. Mi trabajo me ha llevado demasiadas veces a conocer niños y niñas que, cuando menos en apariencia, son tratados como una carga molesta.

En mi oficina llevamos un tiempo en el que abundan las bajas por maternidad, algo que profesionalmente suele ser un incordio: gestiones, papeleos, suplencias, ... pero ¡bendito incordio!  ... ¡mil veces bendito!. Pocas cosas haré más a gusto que respetar embarazos y llenar los huecos que dejan.

Ahora en la foto del washapp de mi amiga luce la sonrisa abierta y enorme, ... verdaderamente bella, de esa niña deseada. Y no es para menos, en ese subconsciente que aún no debe de razonar mucho seguro que ya ha cuajado  la certeza de ser querida, de todo lo que supuso su llegada, de lo que supone su presencia y de los que supondrá su larga vida ... porque con esos ojos y esa sonrisa, esa niña se va a comer el mundo.

Nota: La niña de la foto la obtuve vía google, lógicamente no es la protagonista del post.

1 comentario:

Susana dijo...

Qué bonita reflexión. Un beso.