Hace unos días mi amigo Brunetti, conocedor como ninguno de la filosofía y los entresijos del fútbol, aficionado esencialmente honrado y entendido, hacía referencia a la mítica frase pronunciada por Rogelio, jugador "referencia del Betis" durante década y media, cuando trataba de justificarse ante su entrenador, el húngaro Ferenc Szusza, quien le acusaba de pasividad: "Míster, yo no corro, que correr es de cobardes". Se trata sin duda de toda una declaración de intenciones, una manera de ver el fútbol que no tiene que interpretarse necesariamente de forma negativa, pues en el fondo un jugador inteligente, al menos tal como se concebía el fútbol en tiempos de Rogelio, sabe que mucho más importante que el hecho de que un jugador corra, lo es el que corra el propio balón. Rogelio Sosa Ramírez, nacido en la sevillana localidad de Coria del Río un 15 de abril de 1943 -en plena posguerra- nunca fichó por un grande, no tiene el salón de su casa lleno de trofeos -aunque al final de su carrera paseó por el Vicente Calderón la primera Copa del Rey desde 1930, ganada por su equipo al Athletic de Bilbao tras más de veinte lanzamientos de penalty-, jamás fue internacional, pero permanece sin ninguna duda en la memoria de todo bético que se precie y en la de algún nostálgico más del viejo fútbol, el de nuestra infancia, en el mismo espacio y a la misma altura que ídolos blanquiverdes tan señalados como Luis del Sol, Julio Cardeñosa, Rafael Gordillo, Hipólito Rincón, Gabriel Humberto Calderón o Alfonso Pérez Muñoz.
Hay futbolistas que son verdaderos artistas, jugadores que aunque no suden la camiseta como el que más, ni recorran cada partido bastantes kilómetros, e incluso haya encuentros en los que pasen totalmente desapercibidos, siempre gozan del aprecio indiscutible del público, del buen aficionado que sabe que determinadas formas de tocar el balón, la sabiduría a la hora de buscar a quien pasárselo o la habilidad para regatear, controlar la pelota o colocarla exactamente en el lugar querido son aptitudes reservadas a unos pocos elegidos. En el Zaragoza de los años 60, junto a la calidad de los inolvidables "cinco magníficos", mostraba su arte, a veces con cuentagotas, un peruano bajito y de aspecto frágil llamado Sigi, a quien bautizaron como "la octava maravilla", y a lo largo de los años han paseado por nuestra liga futbolistas tan geniales como irregulares: Guti, "Mágico" González, Xavi Prieto, Ivan de la Peña, Manu Sarabia, ...
Rogelio fue uno de esos futbolistas "distintos", "singulares"; era poseedor de una zurda prodigiosa, una falta al borde del área, especialmente si andaba escorada a la derecha, era un peligro inminente, un gol anunciado. Fue posiblemente, junto al inolvidable Luis Aragonés, el mejor lanzador de libres directos de su época, Rogelio le daba al balón y éste iniciaba una curva diabólica que con frecuencia terminaba en la red contraria. Como lanzador de corners y faltas laterales era también un maestro, sus compañeros de ataque se beneficiaban de unos centros medidos, a los que dotaba del ritmo y la colocación adecuadas, además de haber conseguido hasta diez goles olímpicos, por medio de corners directos, dato que según algunos supone un record absoluto, no alcanzado por nadie más en la historia de nuestra Liga.Rogelio era la figura indiscutible del betis de los Antón, Macario, Landa, Frasco, Telechía, Quino, Pallarés, ...
Los equipos modestos, como lo ha sido casi siempre el Betis, y desde luego cuando Rogelio vestía su camiseta, necesitan tener sus jugadores de referencia, como lo fue Violeta en la época posterior a la de los magníficos en Zaragoza, el asturiano José María en el Español de los "Delfines", el "Chopo" Iribar en el Athletic de los 60 y 70 o el argentino Viberti en el Málaga que a inicios de la década de los 70 trataba de consolidarse en la élite de primera división. Rogelio no corría más de lo necesario, a veces escondía la pierna, incluso era considerado una especie de "Curro Romero" del fútbol, pero a la hora de la verdad era quien asumía responsabilidades, tenía ascendencia sobre el resto de la plantilla, era fiel a unos colores y, por encima de todo, daba gusto ver como deambulaba, con balón y sin él, en un campo de fútbol.
2 comentarios:
Gracias por tus amables e inmerecidas palabras, amigo Modestino. Trato de ser ecuánime, aunque eso implique que mis decepciones futboleras las sufra en silencio....
Aunque, pensándolo bien, quizá debería decir lo mismo que un día declaró el escritor Mark Twain cuando un periodista le regaló los oídos con una excelente crítica literaria: "No me gustan los elogios porque siempre se quedan cortos".
A ver quién es capaz de superar ese acceso de ego. Así, a bote pronto, y en el ámbito estrictamente deportivo, solo se me ocurre Cristiano Ronaldo, aunque seguro que los habrá a miles.
Autoestimas y bromas aparte, tengo la impresión de que el bueno de Rogelio tendría muy difícil destacar en el fútbol de ahora, en el que la preparación física, la fuerza y la táctica se imponen por encima de las cualidades técnicas como las que adornaban a ese futbolista sevillano.
Hoy día, incluso los jugadores a los que podemos bautizar como de "artistas", tipo Iniesta, Xavi Hernández, Modric, Tiago Alcántara, Cesc, etc, recorren cada partido no menos de 10 kilómetros y persiguen a sus rivales con sangre en los ojos en cuanto pierden un balón: Rogelio, desde el sillón de su casa, se debe de cansar y aburrir solo al comprobar cuánto se corre en la actualidad y cuánta exigencia física se ha de asumir para jugar a esos niveles.
Por cierto, lo que más me gusta y hasta emociona del Real Betis es lo preciosísima que es su vestimenta. No sé por qué será.....
Que pases un buen y muy humilde fin de semana,
Rogelio es futbolista de otra época ... como tantos.
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