El pasado viernes fallecía en Madrid a la edad de 72 años Manolo Velázquez, el jugador que durante 12 temporadas ocupó puesto prácticamente fijo en el Real Madrid de los años 60 y 70. Salvo en sus dos primeros años de profesional, en los que el equipo de Concha Espina le cedió al Málaga, el equipo blanco fue el único club a lo largo de su vida futbolística. Hace ya algún tiempo alguien me comentó que Velázquez padecía Alzheimer, lo que explica su ausencia de los "mentideros" futbolísticos, pues el futbolista fallecido era habitual del palco del Bernabeu y de los programas deportivos de la radio, en los que por cierto exhibía una sensatez y un buen estilo ejemplares. Velázquez era madrileño por los cuatro costados, y quienes seguíamos el fútbol cuando vestía la elástica blanca lo incluíamos en la lista de los "elegidos" por su elegancia, su dominio de la técnica y la táctica y ese buen talante que lucían determinados futbolistas de la época, gente que además de patadas al balón tenían un barniz de cultura y clase como Gárate, Carlos Lapetra, Fusté y el propio Velázquez.
Velázquez lució el número "10" de los blancos durante mucho tiempo, una camiseta qun siempre ha estado entre las más importantes de cualquier equipo de fútbol; fue la que lucieron Pelé, Bobby Charlton, Zico, Maradona, ... A Velázquez le correspondió nada menos que la tarea de sustituir en dicho puesto al húngaro Ferenc Puskas, un auténtico fenómeno en su época. De hecho el nombre del futbolista va íntimamente unido a ese Madrid "ye-ye" que tuvo la complicada misión de tener que hacer olvidar al de las 5 Copas de Europa que formaban monstruos del balón como Di Estéfano, Rial, Mateos, Zárraga y el citado Puskas. Con Velázquez como uno de los pilares fundamentales ese Madrid jovencísimo logró en 1966 la sexta Copa de Europa al vencer al Partizan de Belgrado por 2-1 en el mítico estadio Heysel de Bruselas. Un equipo en el que Pirri y Zoco ponían el músculo, Gento y Amancio la habilidad y velocidad, Grosso el trabajo y Velázquez la clase y la capacidad de organización.
Se trataba de un futbolista eminentemente técnico, de esos que saben pasar desde cerca y desde lejos, de los que nunca rifan la pelota, son especialistas en dormir el juego cuando hace falta, inteligentes y rápidos de cabeza ... una auténtica joya. Fue indiscutible como cerebro merengue hasta que en 1973 se abrió la puerta en España a los futbolistas extranjeros y Santiago Bernabeu, omnipotente presidente blanco, decidió el fichaje de Gunther Netzer, un zurdo cerrado que lucía la camiseta "10" del Borussia de Moenchengladbach y, en competencia con Wolfgang Overath, de la selección alemana. Con la llegada del nibelungo se abrió el debate entre los seguidores blancos y Miguel Muñoz, que ese año terminaría siendo cesado tras quince años al mando del equipo, optó por darle el "10", mientras que Velázquez conservaba su puesto en medio campo llevando el "8" a la espalda.
Al verano siguiente el Real Madrid trajo nuevo técnico, el yugoslavo Miljan Miljanic y nuevo alemán, Paul Breitner, lateral izquierdo que ese año había ganado la Copa de Europa con el Bayern de Múnich y la del Mundo con la selección germana. Miljanic decidió convertir al célebre "abisinio" en centrocampista y el sacrificado fue Velázquez, quien esta vez perdió su condición de indiscutible, aunque en los tres años que siguió en la plantilla blanca jugó bastantes encuentros.
En el obituario de ABC se deja constancia de la frase pronunciada por Velázquez cuando en agosto de 1977 era homenajeado tras retirarse del fútbol: «Saber que dejas buenos amigos es más importante que hacer la mejor jugada de toda tu vida», toda una demostración de la calidad humana del futbolista fallecido. Descanse en paz.
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