En los últimos meses he tenido que ir varias veces de funeral. En ocasiones se trataba de personas con muchos años, pero también ha habido veces en las que despedíamos a quien todavía podía tener muchos años por delante. La voluntad de Dios no es siempre fácil de entender. A lo mejor es subjetivo, pero tengo la sensación de que últimamente proliferan los casos de cáncer, una enfermedad en la que se ha avanzado mucho, tanto que hace tiempo que ha dejado de ser una implacable sentencia de muerte, pero que sigue suponiendo una experiencia dura que no siempre termina bien.
Hace un par de días fallecía un joven abogado zaragozano; su hermano fue compañero de colegio y a él le recuerdo como un niño listo, simpático y bueno, y posteriormente como un letrado preparado, serio y respetuoso. Desde mi regreso a Aragón le saludé dos o tres veces, no le había visto desde que él era un niño y yo un adolescente más bien pardillo, y me llamaba la atención ver que ese chaval espabilado, quien tendía a ser el preferido de cualquier grupo donde pasaba, se había convertido en un profesional serio y responsable, con prestigio y apariencia impecable, ... ahora lamento no haber sido más atento, más locuaz, más cariñoso con él. Tendemos al tópico y a la alabanza cuando alguien se nos va, pero en este caso y aunque no le he tratado prácticamente desde los lejanísimos años del colegio, tan sólo he escuchado cosas buenas de él, lo que no me extraña conociendo a su familia.
La fe nos ayuda a sobrellevar estas situaciones y a mantener la esperanza -"ni ojo vio, ni oido oyó, ..."- y la experiencia nos mueve a comprender que es ley de vida, que la muerte es un final cierto y que hay veces en las que llega antes de tiempo. Quienes creemos procuramos aceptar la voluntad de Dios, el resto intentará asumir la realidad que llega, pero pienso que nos viene bien llorar la pérdida, compartir la pena con los más cercanos y echar de menos a quien ha partido ... porque nos hace más humanos, porque quien falta sigue de alguna manera ahí, siendo objeto de nuestro amor, ... porque de algún modo su último servicio es hacernos mejores, a la vez que allí arriba vela por nosotros.
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