En mi casa eramos taurinos; la cosa del fútbol me vino más tarde, pero con pocos años mi padre solía llevarme a las novillada -con y sin caballos- que se celebraban en el histórico Coso de la Misericordia de Zaragoza. Hoy en día es posible que para algunos esto no sea considerado como una buena experiencia, incluso como algo políticamente incorrecto: yo tengo un recuerdo entrañable de todo esto y estoy seguro que puestos a buscar experiencias inadecuadas para un niño hoy encontraremos unas cuantas peores que aquéllas. Recuerdo perfectamente haber visto pelear en el ruedo a las grandes promesas aragonesas de la época: Raúl Aranda, "El Tano", Fernando Moreno, César González, Pedro Sopeña Palacios, José Luis Gran "Romito", Gabriel Lalana y otros, así como a los novilleros punteros del momento, como entonces lo eran "Paquirri", "El Monaguillo", Sebastián Palomo Linares, "El Inclusero", Paco Ceballos o un sevillano a quien tomé como ídolo llamado José Luis Capillé cuya carrera terminó convirtiéndose en agua de borrajas. El colorido de los trajes bordados en oro, plata y azabache, los alguacilillos, las diferentes suertes y el ambiente esencialmente taurino de la delantera de grada donde nos ubicábamos se han convertido en fuente de nostalgias y recuerdos gratos.
En los alrededores de la plaza repartían unos folletos en los que se incluían las fotos de los tres matadores participantes, las de los toros que iban a saltar al ruedo y un breve historial de los toreros. Hace unas semanas me enteré del fallecimiento de uno de los novilleros que con más frecuencia aparecía en los carteles zaragozanos, Manuel Iglesias "El Califa", un torero que hasta ahora pensaba era nacido en Aragón y al leer la noticia de su muerte, ocurrida el 23 de marzo de 2013, descubrí que era natural de la localidad alavesa de Llodio, aunque desde hacía muchos años había fijado su residencia en Zaragoza. "El Califa" fue uno de esos toreros de enorme pundonor que no logró alcanzar esa gloria reservada a unos pocos, pero si dejar constancia de un valor y una entrega llamativos. Mi recuerdo de Manuel Iglesias, a quien nunca vi torear, es el de un hombre al que frecuentemente le cogía el toro, siendo su cornada más grave la que le produjo en Trujillo (Cáceres)la rotura de la femoral en 1961, donde 33 centímetros de la arteria hubieron de ser sustituídos por otros tantos de material plástico. También recuerdo haber escuchado hablar de él a familiares y amigos como un hombre amable u cabal, tal como lo reflejaba Elena Pérez en un blog de Heraldo de Aragón:
"“El Califa”, un vasco-aragonés que falleció ayer sábado aquí, en la que era su ciudad y donde ha dejado infinidad de amigos que le recordarán como era, un hombre muy cabal, callado, tremendamente religioso y que, pese a su retirada y a que no frecuentaba ambientes taurinos, vivió siempre entrenando, corriendo por el monte y manteniendo la forma como si fuera a torear al día siguiente."
En la colección de folletos taurinos que pululaba por mi casa aparecía con frecuencia el rostro de "El Califa" mostrando una jovial sonrisa de oreja a oreja y compartiendo cartel con novilleros que luego tomarían la alternativa como José Fuentes, Manolo Amador, Juan Calleja, José Luis Barrero, Gabriel de la Haba "Zurito" o Manuel Cano "El Pireo". Iglesias se pasó al escalón inferior y fue un excelente banderillero en cuadrillas de toreros de la tierra como Fermín Murillo, Jesús Gómez "El Alba" y Miguel Peropadre "Cinco Villas". Descanse en paz.
2 comentarios:
Lo de los motes o apodos de los toreros daría para una tesis.
Por ejemplo, "El inclusero", al que mencionas en tu post: toda la vida arrastrando haber estado en una inclusa. Pobre niño.
Salud!
Pues mira Brunetti, recuerdo que en esos folletos de los que hablaba se especificaba que el apodo de "Inclusero" no se debía a haber estado en orfanato alguno, además cuando tomó la alternativa, el torero pasó a llamarse sencillamente Gregorio Tébar.
Otros apodos curiosos eran "El tiburón de Málaga", "El zorro de Toledo", "El satélite" o "El platanito".
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