Como ya he confesado otras veces, no soy un cinéfilo de paladar fino; me gusta el cine como entretenimiento y aunque creo que se valorar cuando un actor es muy bueno, con frecuencia me encapricho con nombres que no pasan de un nivel medio y que imagino que para los grandes expertos en la materia, y por aquí circula alguno, son artistas absolutamente prescindibles. Es el caso de Meg Ryan, una actriz nacida hace 52 años en el estado de Connecticut, que en la década de los 90 me encandiló en una serie de películas y que no parece vaya a pasar a la historia del cine, pues ni ha intervenido en ningún film de esos que revienta taquillas y acapara trofeos ni ella en persona ha ganado nada relevante, salvo tres ocasionales candidaturas a los "Globos de oro". Hoy en día Meg Ryan parece condenada a la consideración de actriz cuyo tiempo ya pasó y cuyas posibilidades de progresión han quedado cortadas, aunque nunca se sabe y todavía es joven para encontrar director y película que le den otra oportunidad. Ahora da la impresión de que es más famosa por sus apoyos, poco exitosos por cierto, a algunos candidatos a la presidencia del Partido Demócrata -Wesley Clark y John Kerry-, por haber adoptado a una niña china, andar comprometida con el medio ambiente y haber estado poco acertada en sus cambios de look. Eso sí, Meg Ryan fue durante un tiempo la reina de las comedias "pastelonas", un personaje con un aire y unos modos que rebosaban simpatía y ternura.
La película en la que terminé rendido al encanto de Meg Ryan fue "Tienes un e-mail" (1998), un film dirigido por Nora Ephron en la que la actriz junto a Tom Hanks dan vida a una historia de amor dulce y entrañable, de esas que a uno no le importaría protagonizar; el amor a través de la red, las citas a ciegas, la clásica lucha entre la pequeña librería y la gran superficie, ... y dos actores que te producen envidia; es posible que el film me pillara en un momento "peculiar" de mi vida, pero recuerdo que me afectó. Tras papeles de menos trascendencia en películas taquilleras como "Top Gunn" (1986) y "El chip prodigioso" (1987) su primer gran papel romántico se produce con "Cuando Harry encontró a Sally" (1988), un film en el que despliega ya sus encantos junto a Billy Cristal con unos diálogos entrañables y una declaración final de amor deliciosa, mientras en "Joe contra el volcán" (1990) explota por vez primera su capacidad taquillera junto a Tom Hanks, una pareja que volverá a funcionar en otra comedia inolvidable, "Algo para recordar" (1993), una especie de antesala del "e-mail" que también dirigió Nora Ephron y donde Ryan vuelve a aparecer vitalista, romántica, ... tal vez intrascendente, pero inolvidablemente encantadora. Hay dos muestras, quizá más frívolas, de la facilidad de la Ryan para la comedia "dulzona", "French Kiss" (1995), una especie de comedia de enredo junto a Kevin Kline y Jean Reno ambientada en París en la que Meg es una joven e inocente americana con pánico a volar y en la que se recurre al tópico argumento del novio listo y soso frente al caradura, que por supuesto se lleva el gato al agua y "Adictos al amor" (1997), un trabajo junto a Matthew Broderick con tonos picarescos y divertidos.
Pero en esa misma década de los 90, Meg Ryan también triunfó en papeles más dramáticos, y fundamentalmente destacaría dos películas: "Cuando un hombre ama a una mujer" (1994), en el que encarna a una mujer a la que la soledad a la que le conduce el stressante trabajo como piloto de su marido -Andy García- la lleva al alcoholismo, un drama duro, pero a la vez enfocado positivamente y "Ciudad de ángeles" (1998), una especie de fábula romántica en la que tiene como acompañante a Nicholas Cage y que relata una historia tierna, emotiva y trágica y que me trae unos recuerdos muy especiales de uno de esos momentos mágicos de mi vida en el que uno anda sensible a la "alegoría". Esos años también intervino en películas de corte muy distinto, como "Restauración" (1995), un film de época y "En honor a la verdad" (1996), donde interpreta a una héroe de la guerra de Irak. También hubo otras de mucha menor relevancia como "El genio del amor" (1994) y "Hurlyburly" (1998). En la filmografía de Meg Ryan siguen apareciendo unas cuantas películas a lo largo del nuevo siglo, pero o no han tenido excesiva trascendencia o yo he andado en exceso despistado al respecto. En cualquier caso, y sin descartar que la actriz vuelva por sus fueros, siempre quedará el recuerdo de esa chica rubia, de nariz respingona, voz tierna y mirada directa que durante unos cuantos años nos hizo pasar grandes momentos a unos cuantos amantes de la cosa "pastelona".
7 comentarios:
La verdad es que Meg Ryan no ha tenido grandes éxitos comerciales durante la pasada década. Las últimas pelis suyas que tuvieron cierta repercusión fueron "Kate y Leopold", en donde quedaba completamente eclipsada por un estupendo Hugh Jackman, y "Prueba de vida", famosa más que por su calidad por el romance (efímero, por otra parte) que Meg mantuvo fuera de la pantalla con su compañero de reparto Russell Crowe y que dio al traste con su aparentemente perfecta unión con Dennis Quaid, convirtiendo a Crowe en el tipo peor visto del Hollywood de la época (inolvidable la cara de no creérselo de Crowe cuando en pleno escándalo por su historia con Meg le dieron el Oscar por "Gladiator" superando al extraordinario Tom Hanks de "Naufrago").
P.D.: Modestino, hasta el último partido no se tira la toalla.
Huy, la toalla esta casi en el ring.
No conocía la anécdota...
Lo cierto es que si sale su nombre en el cartel la posibilidad de que se trate de una comedia romántica está casi asegurada...
Su forma de vestir y su peinado marcaron tendencia.
Es como si ahora hubiera menos comedias romanticas ... o fueran de menos calidad.
El arte cinematográfico tiene algunas características particulares que son determinantes.
La principal es que se trata de una actividad que básicamente depende de su capacidad de llegar al mayor número de personas, de forma íntima y personal.
Por eso, cuando te compras la bolsa de palomitas y te sientas en el espacio oscuro de una sala, se apagan las luces y simplemente te lo crees o no. Lo sientes o no.
Meg Ryan es la prima guapilla que todos deseamos tener, la chica que sonríe una tarde de domingo, la hermana pequeña a la que tan agradable nos resulta acompañar, la novia de tu mejor amigo, la vecina que cuando viene a pedirte azúcar te hace sonreir.
Y el arte cinematográfico nos hace sentir esas sensaciones, las rescata del baúl de los olvidos y toca las cuerdas de nuestra guitarra vital.
Estas vivencias que son intimas y personales, no se suelen compartir, pero se sienten y crean un cierto tipo de adicción emotiva.
La industria del cine es conocedora de tales circunstancias, pues están presentes en la naturaleza humana.
Por es, periódicamente lanzan comedias románticas, con el apoyo de actores de gestos e imágenes que reultan entrañables para la mayoría.
Todos deseamos tener una prima guapa, con la que compartir una tarde de domingo, y escuchar de sus preciosos labios una historia próxima y tierna.
Aunque nos resistamos a reconocerlo de forma explícita. Emboscados tras los árboles de la más intelectual de las críticas, de la más intrincada exposición teórica, subyace un ser humano que necesita alimentar su alma de ilusiones.
Que necesita soñar en una sala oscura.
Mientras come palomitas y sus ojos se humedecen.
Porque en la oscuridad de la sala, somos más libres de sentir que bajo la luz de la realidad.
Que bien lo has descrito, Driver, me he sentido muy identificado con lo que cuentas.
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