Tenía pendiente dedicarle un post a María Isbert, que falleció en la localidad albaceteña de Villarrobledo el pasado 25 de abril pocos días después de haber cumplido 94 años. Siempre me cayó bien esta mujer, que reunía sin duda las dotes para actuar de su padre, el gran Pepe Isbert, con esa "vis cómica" tan especial; con frecuencia me he planteado esos actores que habitualmente se muestran en películas y obras de teatro como personas simpáticas y entrañables se siguen mostrando así de carne y hueso; la verdad es que a uno le extrañaría comprobar que Mari Carmen Prendes fuera una antipática, que Antonio Garisa un gruñón o que Gómez Bur fuera soso y aburrido. No me cabe ninguna duda que María Isbert fue la mujer ocurrente, entusiasta y con chispa que solía aparecer en películas y series de televisión. Una sonrisa frecuente, la voz chillona, la fina ironía y la rapidez mental fueron una constante en los papeles que se encomendaban a esta mujer, que si normalmente actuaba como secundaria, en cuanto a profesionalidad y buen hacer era sin duda una actriz bien principal.
Repasando la lista de películas en cuyo reparto aparece María Isbert he comprobado que no he visto demasiadas; su nombre se encuentra en la nómina de films importantes en la historia de nuestro cine como "Viridiana" (1961), "El verdugo (1962) y "La gran familia" (1963, sin olvidar reliquias del cine español más típico como "La Lola se va a los puertos" (1947), "Botón de ancla" (1948), "Currito de la Cruz" (1949) y "recluta con niño" (1955). En los felices 60 y 70 estuvo presente en unas cuantas películas propias de la época: "Busquenme a esa chica" (1964), "Cómo está el servicio!" (1968), "No desearás al vecino del 5ª" (1970), "Hay que educar a papá" (1971) y "Un casto varón español" (1974), entre otras; en este caso se trata de películas comerciales, frívolas y de poca calidad, pero era lo que se llevaba en la época y en ellas grandísimos actores como Alfredo Landa, José Sacristán o López Vázquez supieron batirse con profesionalidad y dignidad para saltar luego al estrellato.
Repasando su "curriculum" me ha llamado la atención la presencia de María Isbert, a partir de la segunda mitad de la década de los setenta, en adaptaciones cinematográficas de excelentes novelas, como "La guerra de papá" (1977), la acertada película que hizo Antonio Mercero sobre la base de una de las mejores obras de Delibes: "El príncipe destronado", "Tiempo de silencio" (1986), bajo la dirección de Vicente Aranda en torno a una de las mejores novelas de posguerra, escrita por Luis Martín Santos, "El bosque animado" (1987), en la que José Luis Cuerda adapta el maravilloso libro de Wenceslao Fernández Florez y "La ciudad de los prodigios" (1999), en la que Mario Camus lleva al celuloide una de las óperas primas de Eduardo Mendoza. En ninguna de ellas María Isbert figura en cabeza de cartel, pero en todas aporta con su presencia, la última con más de 80 años, su trabajo certero y profesional. Estoy hablando de cuatro auténticas joyas de la literatura española del siglo XX, de lectura imprescindible y cuya versión en cine fue digna y acertada.
También son inolvidables -e innumerables- sus actuaciones en series de televisión; recuerdo papeles suyos en "Cuentos y leyendas"; "Del dicho al hecho", "Crónicas de un pueblo", "Las doce caras de Eva" o "Anillos de oro", además de actuaciones en ese programa inolvidable -¡quien lo pillara ahora" llamado "Estudio-1", donde intervino en piezas del nivel de "El avaro", de Moliere o "Señora Ama", de Jacinto Benavente. Como tantos otros, se nos va su persona, pero queda su imagen y su recuerdo.
Repasando la lista de películas en cuyo reparto aparece María Isbert he comprobado que no he visto demasiadas; su nombre se encuentra en la nómina de films importantes en la historia de nuestro cine como "Viridiana" (1961), "El verdugo (1962) y "La gran familia" (1963, sin olvidar reliquias del cine español más típico como "La Lola se va a los puertos" (1947), "Botón de ancla" (1948), "Currito de la Cruz" (1949) y "recluta con niño" (1955). En los felices 60 y 70 estuvo presente en unas cuantas películas propias de la época: "Busquenme a esa chica" (1964), "Cómo está el servicio!" (1968), "No desearás al vecino del 5ª" (1970), "Hay que educar a papá" (1971) y "Un casto varón español" (1974), entre otras; en este caso se trata de películas comerciales, frívolas y de poca calidad, pero era lo que se llevaba en la época y en ellas grandísimos actores como Alfredo Landa, José Sacristán o López Vázquez supieron batirse con profesionalidad y dignidad para saltar luego al estrellato.
Repasando su "curriculum" me ha llamado la atención la presencia de María Isbert, a partir de la segunda mitad de la década de los setenta, en adaptaciones cinematográficas de excelentes novelas, como "La guerra de papá" (1977), la acertada película que hizo Antonio Mercero sobre la base de una de las mejores obras de Delibes: "El príncipe destronado", "Tiempo de silencio" (1986), bajo la dirección de Vicente Aranda en torno a una de las mejores novelas de posguerra, escrita por Luis Martín Santos, "El bosque animado" (1987), en la que José Luis Cuerda adapta el maravilloso libro de Wenceslao Fernández Florez y "La ciudad de los prodigios" (1999), en la que Mario Camus lleva al celuloide una de las óperas primas de Eduardo Mendoza. En ninguna de ellas María Isbert figura en cabeza de cartel, pero en todas aporta con su presencia, la última con más de 80 años, su trabajo certero y profesional. Estoy hablando de cuatro auténticas joyas de la literatura española del siglo XX, de lectura imprescindible y cuya versión en cine fue digna y acertada.
También son inolvidables -e innumerables- sus actuaciones en series de televisión; recuerdo papeles suyos en "Cuentos y leyendas"; "Del dicho al hecho", "Crónicas de un pueblo", "Las doce caras de Eva" o "Anillos de oro", además de actuaciones en ese programa inolvidable -¡quien lo pillara ahora" llamado "Estudio-1", donde intervino en piezas del nivel de "El avaro", de Moliere o "Señora Ama", de Jacinto Benavente. Como tantos otros, se nos va su persona, pero queda su imagen y su recuerdo.
9 comentarios:
Hija del actor Pepe Isbert; hay un algo familiar en ella en la cadencia de su voz que me recuerda tanto a su padre...
Es evidente un toque familiar, un estilo inconfundible.
¡Hola Modestino, ya estoy aquí!
¡Buenos días a todos!
Excelente y de justicia dedicarle un post a María Isbert.
Creo que era una actriz que sabía sacar adelante cualquier papel pero, como tu señalas, fundamentalmente los que exigían "vis cómica".
Lo que no sé es si ser hija de Pepe Isbert favoreció su carrera o al contrario.
Quisiera señalar dos puntos:
Era una gran madre, entregada a sus hijos siempre que la necesitaban (veáse el caso de su hijo Tony cuando cayó en el infierno de las drogas y fue encarcelado en Gran Bretana y también que fue un ejemplo de mujer de fe, practicante y coherente.
Descanse en paz.
Querido Modestino, una vez más ¡has elegido bien el tema de tu post!
¡Que paséis muy buen día!
Asun
Me caía tan bien esta mujer... Gracias por el post. Y a Asun por aportar detalles que desconocía.
Descanse en paz.
Un saludo, Modestino
Los problemas de su hijo Toni con las drogas fueron noticia de alcance hace muchos años. Afortunadamente todo se recondujo y el hombre salió adelante.
Vi a Maria Isbert en teatro, allá por el año 82, haciendo de Doña Croqueta junto a Juanito Navarro (que, cómo no, era Don Ciruelo) en una revista llamada "La chispa de la vida". Y la Isbert lo hacía muy bien, sobre todo imitanto el acento inglés, tanto que no echabas de menos al actor que había creado y popularizado el personaje de Doña Croqueta, Simón Cabido (descansen en paz los tres cómicos mencionados). Supongo que eso, hacer muy bien un personaje que está asociado a otro actor, daba fe de su calidad como intérprete.
De la revista sólo recuerdo que Juanito Navarro hacía una presentación en la que le decía al público que con este espectáculo se habían reído muchos políticos y que el que más se había reído era Calvo-Sotelo (descanse en paz también), que se había reído tanto que ya no había vuelto a reirse más. Un chiste coyuntural, pero que aquel momento hacía gracia.
Muy ágil el chiste de Calvo Sotelo, yo leí sus breves memorias y puedo asegurar que ejercitaba con maestría la fina ironía y tenía sentido del humor.
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