19 de mayo de 2011

Un gol que pasó a la historia



En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado tanto al buen juego como a los títulos de nuestra selección nacional de fútbol, racha que todos esperamos que dure y se prolongue durante muchos años. Pero hasta que Casillas, Xavi, Iniesta y cía, al mando de Luis Aragonés, ganaron la final de la Eurocopa de 2008 a la selección teutona, la que algunos llaman "la roja" no se había comido más rosco que el título de Campeones de Europa de selecciones nacionales obtenido en Madrid en 1964, en pleno mandato del general Franco y con la selección soviética como rival en la Final, que no es poco morbo.

El gran artífice de dicho éxito fue el delantero centro del Real Zaragoza Marcelino Martínez Cao, un gallego que había llegado al equipo aragonés casi de rebote, pues los técnicos maños querían traer a un extremo del Lugo llamado Suco, pero al final les gustó más este ariete ni demasiado alto ni demasiado fuerte que era capaz de rematar de cabeza desde cualquier posición prácticamente todo lo que le llegaba. Marcelino formaba junto a Canario, Santos, Villa y Lapetra la delantera de los 5 magníficos, un ataque que dio muchas tardes de gloria al fútbol aragonés. El tanto de la victoria española llegó cuando el interior burgalés del F.C. Barcelona "Chus" Pereda centró desde la derecha y Marcelino cabeceó desde una esquina del área y casi al ras del suelo sin que el meta ruso Yaschine, llamado la "araña negra" y considerado el mejor del mundo en su puesto, fuera capaz de explicarse el resto de sus días por donde le había entrado el balón.

La selección española se había renovado casi en su totalidad y de los jugadores que habían acudido dos años antes al Mundial de Chile sólo quedaban en el equipo titular Feliciano Rivilla y Luis Suárez; nombres del caché de Gento, Eulogio Martínez, Di Estéfano, Collar o Garay no figuraban ya en la nómina que escogió Pepe Villalonga, un mister carismático que había conseguido las dos primeras Copas de Europa con el Real Madrid, para disputar el torneo. Iribar acababa de llegar a la selección y ya era el mejor portero de España, mientras que los laterales los cubrían los que habitualmente lo hacían en el Atlético de Madrid: el citado Rivilla por la derecha e Isacio Calleja, un personaje serio y culto que era procurador de los tribunales, por la izquierda. El central era el barcelonista Olivella, capitán del equipo y jugador sobrio y seguro. La zona de medios volantes estaba conformada por Fusté, otro blaugrana con buena técnica y disparo y Zoco, un navarro que jugaba en el Real Madrid todo voluntad y capacidad de sacrificio, el primero era mucho más ofensivo que el segundo. En la delantera los extremos fueron el gallego Amancio Amaro, también jugador merengue que era tremendamente hábil y tenía un regate diabólico y Carlos Lapetra, un innovador en su época, ya que no era un extremo zurdo clásico, sino que se retrasaba a medio campo para lanzar al equipo, todo ello con una técnica excepcional. Como interior derecha estaba Pereda, trabajador y con olfato de gol y por la izquierda Luis Suárez, otro gallego genial, que había sido comprado por el Inter de Milán al Barça y era posiblemente junto a Iribar la gran figura del equipo. El ariete queda dicho que era Marcelino. Un equipo joven que, jugando en casa eso sí, fue capaz de hacer la machada de ser campeón de Europa.

El triunfo de España supuso para el régimen instaurado entonces en España una especie de aldabonazo, no solamente porque el rival era la "odiada" Unión Soviética, sino porque suponía pasear el nombre de España entre las glorias del deporte continental. Marcelino se convirtió de la noche a la mañana en un auténtico héroe y a partir de entonces su nombre quedó asociado a ese célebre gol, aunque con la camiseta del Real Zaragoza siguió consiguiendo títulos y éxitos variados.

El resultado final fue de 2-1: se había adelantado España por medio de Pereda y habían empatado los rusos; el gol de Marcelino no solamente fue de una ejecución espectacular, sino que dio a España el triunfo y el título. Como anécdota hay que explicar que la jugada del gol no se grabó bien y hubo que recurrir a un truco, de manera que en la grabación que funcionó por España durante decenios quien hace el centro es Amancio, cuando en realidad el balón que remató Marcelino lo había enviado Chus Pereda. Por fin se pudo reconstruir adecuadamente la grabación y ya podemos ver la jugada tal cual fue.




8 comentarios:

veronicia dijo...

Y el portero de la URSS al que le metimos los goles; Lev Yasin la araña negra!
Se escucha al comentarista una curiosa historia que contaban en la época en los colegios sobre Lev Yasin (balon de oro) sobre como era uno de los niños españoles que llevaron a Rusia le lavaron el cerebro y no recordaba nada.

Modestino dijo...

Sí, me ha llamado la atención la historia que cuentan sobre Yashin, no la había escuchado nunca y suena a leyenda urbbana que es una barbaridad.

que dificil la vida sin ti dijo...

Pues yo hoy estoy como un pulpo en un garaje, no me gusta nada el fútbol, pero yo por tí Modestino lo que sea...me he leído la entrada con fiel aplicación.
¡Y ·el saber no ocupa lugar"
¡Muchas gracias y perdona aa esta ignorante que disfruta sólo con verte disfrutar tanto a tí de su deporte favorito!
¡Aúpa!...como decís...:-)

Asun

Modestino dijo...

Hace unos cuantos años, amiga Asun, que los seguidores del Zaragoza con el fútbol sufrimos bastante más que disfrutamos: así de masocas somos.

paterfamilias dijo...

Buena entrada.

Me ha gustado porque no la viví y lo que sabía es lo que había leído. No conocía esa historia de las imágenes "reales" y las otras.

Cuando he empezado a ver el video, sale un anuncio del partido de Champions entre el Fenerbahçe y el Sevilla (nos eliminaron en la tanda de penalties) de tan infausto recuerdo

Modestino dijo...

Los turcos suelen ser complicadísimos: Fenerbache, Galatasaray, Besikhtas, ...

Brunetti dijo...

En el gol de la URSS, el Chopo Iríbar cantó como una almeja: se la comió.

Si Yasin era español, yo soy monje cartujano: con esa cara de ruso que tenía, sólo podía ruso.

También él cantó solfeo en el gol del gran Marcelino: supongo que, al volver a Moscú, los del régimen le cantarían a él, a su vez, las cuarenta. En aquella época y por aquellos lares no se andaban con chiquitas.

¡Salud y suerte!

P.D. El estadio Ciutat de València tiene capacidad para 25.354 espectadores (un poco más y acierto, ¿eh?). Eso sí: es el estadio con menos encanto que jamás he visitado. Feo, lo mires por el ángulo que lo mires. Pero hay que ganar allí, ya sea por lo civil, por lo criminal o por lo contencioso.

Modestino dijo...

Efectivamente, la cantada del "Chopo" es épica, la del ruso es más disculpable ... o menos notoria.
Sí, hay qué ganar ... qué agobio.