Versalles, históricamente, representa a otros tiempos, a una época finiquitada de la historia de la humanidad; tanto Luis XIV como años después Luis XV trasladaron la capitalidad de Francia a esta localidad cercana a París que rezumaba lujos y esplendores; allí terminó la gloria de la monarquía francesa con la caída de Luis XVI y María Antonieta. Versalles representa la vida lujosa y placentera, el ambiente de palacios con salones espléndidos, trajes recargados, peinados sofisticados y plenitud del rococó, todo en contraste con la miseria y el desarraigo de buena parte del pueblo. Versalles, entre otras cosas, es signo de hipocresía, despotismo y primado de las formas sobre el fondo.
A veces pienso que en esta vida y estos tiempos que nos han tocado vivir funcionamos como si siguiéramos en Versalles; dando por sentado que no me siento libre de pecado para tirar la primera piedra, me veo sorprendido con cierta frecuencia descubriendo que personas que tratan a otras como si fueran sus mas entusiastas admiradores, acaban dando muestras, en ausencia de éstos por descontado, de tenerles una inquina más que notable. No es que me parezca bien que lo hicieran por haber recibido algún tipo de daño o afrenta del interesado, pero me llama más la atención que detrás de ese enconamiento no hay sino el calentón y el recelo por no encajar el modo de actuar del sujeto con sus criterios puramente materiales y opinables. Es algo que se observa en los ámbitos políticos -incluso entre personas de militancias comunes- y de la Administración, pero que he observado en escenarios mucho más íntimos y familiares.
Abrir los ojos ante estas actitudes, que imagino que tienen su última causa en la comprensible condición humana de cada cual, me ocasiona a veces síntomas de zozobra, porque son situaciones que quiebran la confianza y la empatía aconsejables en cualquier relación de convivencia de toda naturaleza. Mantener la urbanidad, respetar al otro o guardar la paz familiar o social exige, lógicamente, guardar las formas, pero andar por la vida de puntillas en medio de un ambiente que asoma dulce y se intuye hostil aproxima a la esquizofrenia y hace asomar en el aire un tufillo de hipocresía.
8 comentarios:
Tienes razón, Modestino, una vez más.
Yo también he observado que vivimos en una época "versallesca" pero de puñaladas e intrigas por la espalda en ocasiones.
Como a ti, eso me desasosiega e incluso, asusta muchísimo.
¡Con lo bonito y valioso que son la sinceridad y la nobleza!
Por suerte siempre queda y quedará gente buena.
Afectuosamente
Asun
Aciertas de pleno, Modestino. Es precisamente la confianza lo que se rompe con estas "actitudes versallescas", y eso es muy difícil de recomponer, en individual y en o social. Gracias por la reflexión, un saludo de lunes lluvioso.
El sábado, tras enterarme de la paliza al Valencia, me acordé de ti.
Enhorabuena
Gracias!, el sábado todo salió bien. También el Sevilla estuvo ayer a la altura.
Respeto la idea que tiene que haber un mínimo de educación, con los que tienes rifirrafes diarios por un quitameallaesaspajas... pero si alguien te ha dañado, no.
Quien me ha hecho daño de verdad sabe que mejor no me ha de encontrar en una habitación ni a solas, ni frente a otros porque ésa será la ocasión de decirle en la cara lo que es y lo que ha hecho.
Que sea ésa la vergüenza y el miedo que lo guarde de encontrarse conmigo.
Por cierto hay un refrán que dice "De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardaré yo" traicionar será humano, pero es de lo más aborrecible.
Más que de traiciones quería hablar de hipocresía, ... y algo de intereses: te trato bien mientras me vengas bien.
Con los años acabas comprendiendo muchas cosas, y llevandote alguna sorpresa, no siempre grata.
Es tan cómodo ser encantador y rajar después... Y te deja, si hay un ápice de conciencia, con tan mal sabor...
Yo pido, al menos, que la conciencia no se me duerma y me monte una bronca cuando me sienta a gusto en los "versalles".
Un saludo, Modestino
A veces la hipocresía es interesada, a veces manifestación de una especie de táctica.
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