Me los suelo encontrar por el Paseo Independencia de Zaragoza, aunque el otro día -como refleja la foto "ad hoc"- ví que habían montado su chiringuito en la Estación de Delicias; se trata de jóvenes de ambos sexos ataviados con unos chalecos de colores diferentes -rojos, azules, verdes, ...-, con una cédula identificatoria cosida al pecho y siglas concretas grabadas en la espalda: unos venden lotería de la Cruz Roja, otros representan a no se qué movimiento de naturaleza al parecer ecologista, otros muestran las siglas de la Unicef o acreditan buscar financiación para algún tipo de actividad benéfica en favor de los niños más desfavorecidos. Todos tienen en común su juventud y una sonrisa tierna y generosa que los hace encantadores y encantadoras, una actitud ante la que a uno le cuesta decir que no.
Estos jóvenes personajes no me causan molestia, no me cargan, y si los traigo aquí es fundamentalmente porque hacen que me haga preguntas; la primera es la de su credibilidad, a estas alturas no tengo dudas de la existencia de entidades como Cruz Roja o Unicef, pero hay muchas otras que me gustaría saber de donde vienen y a donde van. Además, uno tiene la sensación de que hay un exceso de artificialidad en ciertas campañas o cuestaciones; recuerdo que en mi primera época profesional en Barcelona -abarcó de marzo de 1986 a junio de 1987- me solía encontrar en la Plaza de Cataluña una serie de chiquitas simpatiquísimas que te pedían no se si directamente dinero o que te hicieras socio de no se qué grupo benéfico que me aseguraban que desconocían por completo la identidad de quienes estaban detrás del montaje, pero eran tan simpáticas que resultaba difícil negarles unos duros.
Como tantos niños de mi época, he participado en cuestaciones, de esas que se hacían por parejas portando una hucha que recaudaba para el Domund, Cáritas o cuestiones parecidas, y por ello debería ser comprensivo y manifestarme generoso en estas situaciones, pero a la vez uno siente la necesidad de elegir hacia quien desea ejercitar la virtud de la caridad, que ya el Señor nos dejó bien claro que era la más importante.
Mientras tanto, ahora que empieza la primavera y resulta mucho más reconfortante, si cabe, pasear por Independencia, no deja de ser verdad que ésta, la Plaza España, la de Aragón, el Coso, la calle Alfonso o la Plaza del Pilar, que en Navidad o en las fiestas se decoran con luces y guirnaldas, se verán iluminadas por la sonrisa de jóvenes que no se sabe bien para qué piden, aunque en principio uno debe de pensar que mejor eso que estar perdiendo el tiempo en actividades diversas.
7 comentarios:
Para mi todos los que desde su corazón piden ayuda para quien la necesita ya hacen bien.
Es mucho pedir que en mitad de la juventud uno se planteara si la organización para la que pide de verdad lo destina a los fines que dice; de esa supervisión se tienen que encargar otros.
Pero cada vez que se destapa un escándalo en una ONG para algunos resulta buena excusa para no ayudar a los que lo necesitan
(A veces los cooperantes no saben con quien cooperan)
Imagino que debe de ser así, pero insisto en que me gustaría saber más en concreto donde van determinadas aportaciones ... y es que yo, por naturaleza, me siento inclinado a dar dinero a todo el que me lo pide: los mozos y mozas que piden para el viaje fin de curso tienen un chollo conmigo.
No sabía si entrar esta vez, Modestino... Me sabe mal explicar que conozco de primera mano que muchos de estos chicos recurren a las ONGs para buscarse la vida. Me parece encomiable porque significa que deben hacer algo para no cargar más a sus padres.Este es el motivo que más pesa...los ideales, la mayoría de las veces, ocupan un segundo lugar. Pero sí es cierto que no tienen demasiada idea de dónde va destinado lo que recaudan.
Me parece muy normal que quieras saber si llega a un destino donde realmente las aportaciones son necesarias.
Un saludo, jurisconsulto.
Es bueno enterarse de las cosas; en nuestros tiempos parece como si estuviera mal visto que los jóvenes nos ganáramos unos duros extra ... otras si le digo a mi madre que me voy a vender cocacolas al fútbol o periódicos a la calle.
Aclaro que me parece estupendo que los tiempos hayan cambiado, por si no me he explicado bien.
Ahora y más que nunca en el caso de las ONG's encuentro fundamental la "fiabilidad de marca" y como no, el aspecto de quien lleva la "hucha".
El aspecto de quien lleva la hucha en los casos a los que me refiero ya te lo digo yo: chcos y chicas con pinta de no haber roto un plato.
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