Pasó la brisa de los Oscar

Nunca he visto una gala de los Oscar, un evento reservado para quienes tienen televisión de pago o algún amigo generoso y accesible, además del humor de pasar la noche en blanco. Los entendidos dicen que la ceremonia ha sido sosa, que la presencia como presentadores de los jóvenes actores James Franco y Anne Hathaway ha sido un intento de llegar al público más joven que, al parecer ha resultado fallido. Pero por muchas pegas que desde tantos mentideros se pongan a la ceremonia, no dejaremos de contemplar en la tele y leer en las revistas los principales momentos de la noche, los combinados de sonrisas y lágrimas que produce cada entrega de la estatuilla, el glamour de la alfombra roja, los "modeletes" de las principales estrellas y esas poses y esos gestos que a base de artificialidad casi llegan a ser naturales.

La gran triunfadora de la noche fue "El discurso del rey", una película que sigo sin haber visto, pero que reune todas las características para satisfacer mis preferencias, pues cada vez disfruto más con las pelis "tranquilas", en las que ni los dramas son excesivos, ni hay sangre derramada ni el número de muertos supera lo razonable. "El discurso del rey" tiene su parte de historia, sus matices de film que entra en la psicología de los personajes y ese toque británico tan elegante, porque aunque se anuncia como producción británico-australiana, tanto su director Tom Hooper como su guionista, David Seidler -ambos premiados- son británicos del todo. Y es que, sin haberla visto, no me cabe duda de que "El discurso del rey" es una película para sentarte y disfrutar hasta el final.

"Origen", el film del también inglés Christopher Nolan ha igualado las cuatro estatuillas obtenidas por "El discurso del rey", aunque son de carácter claramente menor. No tuve paciencia para aguantar esta película protagonizada por Leonardo di Caprio, un argumento complicado que te lleva a realizar un esfuerzo notable para entenderlo que al final uno no sabe si vale la pena. Se afirma que "Valor de ley", de los hermanos Coen y "La red social", del norteamericano David Fincher, han sido los grandes derrotados, pero tampoco es moco de pavo haber llegado a la final y a la hora de la verdad serán los espectadores los que dicten sentencia.

Yo al cine lo veo como algo cada día más complicado; un mundo de efectos especiales y argumentos excesivamente sofisticados; hay como una especie de afán de originalidad que a la larga no se si le perjudica en exceso. Sigo quedándome con los de siempre: Bogart, Bette Davies, Katherine y Audrey Hepburn, Ingrid Bergmann, James Stewart, ... Por eso mismo pienso que hay que celebrar que aparezcan film como el que este año se ha llevado el gato al agua.

Y un poco al margen de la cuestión cinematográfica se me ocurren dos comentarios, sin ninguna intención de moralina; en primer lugar el contraste evidente entre una situación de crisis económica que se extiende por todas partes y el tono de lujos y oropeles que se paseó por la alfombra roja, tal vez podría haber habido algún detalle que demostrara cierta sensibilidad. Por otra parte, yo me pregunto cuál es el grado de falsedad que se exhibió en la ceremonia, que hay detrás de esas caras sonrientes, de esos aspectos espléndidos, de esa exhuberante demostración de elegancias y destellos, porque se intuye que aquí más que en ningún sitio no es oro todo lo que reluce, y detrás del maquillaje del glamour debe de haber más de una sujección a la cocaína, un matrimonio desdichado y una vida echada a perder.