Como es lógico no conocí a Antonio Machado. El poeta sevillano falleció en febrero de 1939, al poco de cruzar la frontera hispano-francesa, veinticinco días después de encontrar albergue en el Hotel Bougnol-Quintana de Colliure. En esta villa francesa de cerca de 3000 habitantes fallecería este poeta con mayúsculas, este hombre sensible y honesto. Y aunque no le conocí, desde que comencé a saber de él, husmeando los libros que había por casa y estudiándo su obra en las clases de literatura, tuve claro que un hombre con esa mirada -la que mostraba en las fotos que se conservan- y, sobre todo, alguien que escribía de ese modo único, había de ser sin equivocación posible un hombre bueno.
En "La España vacía", ensayo de Sergio del Molino que terminé ayer y del que daré cuenta en breve, se habla de Machado, y se le contrapone a otros compañeros de generación diciendo que su poesía carecía de los tonos "doctrinarios e impertinentes" -asumo lo discutible de tales epítetos- de algunos de éstos. Del Molino considera, y es toda una alabanza al poeta, que Antonio Machado contempla el paisaje y lo hace suyo, se llena de él y saca a relucir con palabras inimitables y hermosas toda la belleza de lo que contempla, sin añadidos subjetivos y personales, sin interpretaciones. Y no sabría cómo explicarlo, pero cuando leí ésto entendí que era así, recordé tantos poemas sobre Castilla, sus campos, su paisaje, sus atardeceres, ... y me imaginé a ese veterano profesor de instituto reflejando con su arte tanta belleza, aplicando los dones recibidos a sembrar palabras y sentimientos que luego fueron inmortales y que quienes vinimos después deberíamos saber disfrutar, aprovechar y agradecer.
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece, que las rocas sueñan,
conmigo vais. ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.
2 comentarios:
(...)yo [también] amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón.
...y continúa sin gustarme ese señor... el del Molino me refiero. ;)
Gracias por traerlo, caballero. A Machado. Por supuesto.
No, no es grato leer que se cuestiona a Azorín, Unamuno o Becquer ... pero también tiene otras cosas aprovechables.
Un saludo¡¡¡¡
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