20 de junio de 2016

Becquer en el Moncayo


Gustavo Adolfo Becquer fue uno de esos escritores españoles de los que tuve conciencia desde muy pronto. Por casa andaba un viejo ejemplar de sus "Rimas y Leyendas" de la célebre colección "Austral", a lo que cabe añadir una de las series del programa televisivo "Novela" titulado "Cartas desde mi celda" en la que el papel del poeta sevillano le correspondía a uno de los mejores actores de esos años 60 y 70, Julio Núñez. Además, cuando en tercero de bachiller el profesor de literatura tuvo la buena idea de formar una biblioteca en la que cada alumno aportaría un libro, a mi me correspondió llevar precisamente esas "Rimas y leyendas", motivo por el que compré una modesta edición en una librería situada cerca de donde ahora se ubica el "Corte Inglés" de Plaza España y que se llamaba "Gacela". Y tampoco cabe olvidar, aunque aquí el recuerdo  tenga un sesgo bien distinto, que su inconfundible figura apareció durante muchos años en los billetes de cien pesetas, sustituyendo a Julio Romero de Torres con su "mujer morena" y dando a su vez paso a Manuel de Falla ... como si las efigies de esos billetes marrones con los que los niños de mi generación podíamos vivir meses,  estuvieran reservadas a ilustres andaluces, aunque alguien me cuenta que antes del pintor cordobés quien prestaba su imagen era el mismísimo D. Francisco de Goya y Lucientes.

Becquer fue uno de los más brillantes representantes del romanticismo español y su vida, truncada siendo bien joven (37 años) por la tuberculosis, fue absolutamente coherente con esa especial forma de ver las cosas: bohemio, buscador de romances, inconstante en el trabajo, amante de los viajes y las noches inacabables, ... Su nombre y apellidos llevan a conectar inmediatamente con esas leyendas cuya lectura desvelaba mis noches adolescentes: "La ajorca de oro"; "Maese Pérez el organista", "El beso", "La corza blanca", "La rosa de pasión", "El Cristo de la calavera", "El miserere", ... y con rimas que han perdurado al cabo de los siglos,  como esa de las "oscuras golondrinas" o la que nos recuerda "¡qué solos se quedan los muertos!". Becquer tenía un sentido dramático, ... trágico de la vida, era un genuino "pesimista", aunque también  persona propensa a enamorarse, ... decía que "el amor era su única felicidad" y tuvo una musa, la cantante de ópera Julia Espín, incluso hablaba de otro amor apasionado, una tal Elisa Guillén, mujer que hay quien ha llegado a asegurar que nunca existió.

Becquer, que era sevillano, tuvo un fugaz pero fecundísimo paso por Aragón, cuando en plena crisis de su enfermedad se trasladó con su hermano al Monasterio de Veruela, en las faldas del Moncayo, animado por el aire puro que procedía de la venerada montaña y podía facilitar su curación. Este antiguo monasterio cisterciense exclaustrado poseía un gran encanto romántico y fue un lugar de inspiración para el poeta, que llegó en 1963 y en menos de un año escribió sus maravillosas "Cartas desde mi celda" y se inspiró para varias leyendas ambientadas en esos parajes como "El monte de las ánimas", "El rayo de luna" o "Los ojos verdes".

Estoy leyendo un magnífico libro del madrileño afincado en Zaragoza Sergio del Molino, se titula "La España vacía", un ensayo sobre la deshabitación de una España de grandes urbes, inmensas llanuras vacías y pueblos prácticamente deshabitados. Y entre otros temas habla de la estancia de Becquer en Veruela, y plantea la tesis de cómo un romántico como el sevillano fue capaz de convertir en hermosos con su escritura unos paisajes más bien áridos y monótonos ... es algo que del Molino llama lirismo mesetario, intuyo que sin excesivo ánimo de alabar a Gusado Adolfo. Yo, en cualquier caso, veo en el romanticismo de Becquer esa capacidad de idealizar, esa creatividad literaria y enriquecedora.




5 comentarios:

gloria dijo...

Recientemente, por ayudar a mis sobrinos, me tuve q leer, de nuevo, todas las leyendas y poesias de Becquer,, y saqué del baul familiar, mi libro de la colección Austral,. Lo q mas me gustó, ver mis anotaciones de adolescente.

Anónimo dijo...

Estoy en total desacuerdo con del Molino. La belleza está en los ojos del corazón que la advierte y, muy especialmente, en esos campos que refiere; en sus aguas y en sus nieves; en las tardes cálidas en calma y en su gente.

Y en todo, el drama.



Modestino dijo...

Esa experiencia es preciosa Gloria.Y nos ayuda a redescubrir tantos aspectos bellos de la juventud.

Modestino dijo...

Del Molino tiene sus tesis ... yo veo las cosas más como tu, aunque el escritor en cuestión no anda carente de sensibilidad.
Yo he hecho el propósito de ir a Veruela.

Brunetti dijo...

Siempre me ha estremecido ese verso de Bécquer: "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!".

Y a veces, también los vivos.

Salud!