4 de agosto de 2010

El triple miedo del psico-esteta

Hace unos días me hablaron de Ramiro Fernández Alonso, un asturiano que es el peluquero de la selección española, aunque ahora -cosas de la modernidad- se le denomina como el psico-esteta de nuestros campeones del mundo, esos a los que los snobs llaman "la roja". Dice el hombre que la función de "psico-esteta" es una ciencia que aprendió en Barcelona y que practica habitualmente. No es mi intención profundizar sobre el asunto, y me limito a dejar un enlace "ad hoc" por si alguien quiere hacerlo.

http://www.lne.es/caudal/2010/05/30/ramiro-fernandez-futbolistas-dictan-moda-imitados/922372.html

Pero entre estas líneas, que no dejan de ser una explicación entre simpática y superficial de un trabajo respetabilísimo, hay un comentario que me llamó la atención y de la que me he sentido capaz de sacar conclusiones aplicables al día a día, pues Ramiro Fernández hace referencia a tres miedos que afectan a sus clientes masculinos, tres temores que tras ponerme un breve ratito a pensar he de reconocer que pienso me han afectado con bastante frecuencia.

En primer lugar menciona el miedo al cambio, algo que efectivamente es mucho más acentuado en el hombre que en la mujer: con enorme frecuencia vemos como ellas estrenan peinado, se tiñen el pelo o pasan de la falda larga al short más extremado sin sentirse bichos raros, mientras a nosotros nos acaba costando Dios y ayuda pasar del gris marengo al intermedio. Y ésto es algo que se extiende a la vida misma: es bueno ser firme en las convicciones y fiel a las personas, pero también lo es asumir la variedad de tantas posturas, situaciones y opiniones, a la vez que darse cuenta que los dogmas se reducen a materias y cuestiones bien delimitadas. Hay tiempos en nuestra vida en que hemos de tener la valentía de dar pasos importantes, decisiones que suelen ir unidas a cambios -tal vez radicales- de situaciones, hábitos o dedicaciones, y suele ser bueno perder el miedo a tomar esas decisiones, asumir sus consecuencias sin echar la vista atrás e incluso estar dispuesto, si fuera menester, a saltar con el trapecio sin red. Muchos tendemos a las posturas conservadoras, y no estoy hablando ahora de ideologías, tenemos vértigo a lo nuevo, ya no digo si es además desconocido, y el tiempo pasa deprisa y corremos el peligro de llegar tarde. No se porque razón me viene ahora a la cabeza las consideraciones de una vieja compañera de trabajo de Barcelona, que pasados con creces los cuarenta años decidió cambiar su melenita negra por un peinado a lo chico teñido de amarillo, la mujer, una persona graciosa y simpatiquísima, se enorgullecía de que al pasar por los andamios volvía a escuchar los piropos de los albañiles.

Ramiro Fernández se refiere también al miedo al ridículo, otro lastre que nos coarta, nos amarga y nos condiciona demasiadas veces; creo ya haber dicho en otras ocasiones que tendemos al defecto de no saber reírnos de nosotros mismos, de creernos demasiado importantes y de pensar -muy equivocadamente- que el resto del mundo se está fijando de continuo en nosotros. Los que somos unos tímidos innatos, aunque las circunstancias de la vida nos hayan llevado a algunos a tener que autoreconducirnos, sabemos mucho de estos sufrimientos absurdos, del freno que nos imponemos tantas veces porque pensamos que hacemos el "paripé" y lo único que conseguimos es dejar de disfrutar, perder ocasiones, desconocer facetas de felicidad. Muchas veces las cosas son mucho más sencillas de lo que pensamos, el personal se fija mucho menos en si nuestros pantalones son lila, si las palabras que debíamos decir en público son las adecuadas o si nuestra indumentaria es más o menos acorde con el protocolo. Un ejemplo bien claro es la utilización y el manejo de vasos y cubiertos: cualquier inquietud acaba desapareciendo cuando compruebas que más de dos terceras partes de la mesa anda igual de perdida que tú. Y cabría añadir lo de la subjetividad del ridículo, porque a lo mejor no todos tienen el mismo concepto de la cuestión y uno acaba haciendo el ridículo precisamente por pretender evitarlo.

El tercer temor que según Fernández Alonso acosa a los varones es el miedo a despersonalizarse; he de confesar que es el capítulo que me aporta menos ideas; imagino que el hombre se está refiriendo a esa especie de prurito de tener nuestra propia imagen, nuestra propia identidad ... el temor de dejar de ser nosotros mismos, que frecuentemente se basa en aspectos demasiado superficiales, porque uno no pierde precisamente su esencia por la longitud de las patillas, la marca de los zapatos o el número de botones de la americana. Es posible que los grandes gurús del arte, la política o la cultura tengan que andar esclavizados por sus signos distintivos, pero la gran mayoría de los mortales podemos permitirnos el lujo de incurrir en la variedad sin que se lesione por ello nuestra propia personalidad.

Ramiro Fernández divide al mundo en dos categorías, distinguiendo entre gente IPI (Imagen Personal Impulsora) y gente IPA (Imagen Personal Atascada), está claro que la distinción se refiere a una cuestión muy material, en asuntos más profundos puede que también valga la pena pasar del atasco al impulso.


5 comentarios:

veronicia dijo...

Me ha encantado la entrada!
Primero diré que esos miedos son universales pero las mujeres llevamos ventaja, en estrategias de superación.

Aclararé en primer lugar que todas las mujeres del mundo tenemos un grupo de psico-estetas desde pequeñas; ellas eran nuestras amigas y hermanas con las que nos reuníamos y las que nos ayudaron con "nuestra imagen" compartíamos ropa, peinado... vas madurando y vas cambiando pero digamos que conoces el camino... luego nos ayudan canales de TV, revistas, blogs...

Nuestra peluquera (de gran psicología) a poco listas que seamos al elegirla, nos cobra no tanto por el milagro de embellecernos sino por hacernos sentir guapas; por eso vamos, es como terapia...

Modestino dijo...

Será bueno profundizar en esas estrategias de superación.

annemarie dijo...

Los piropos de los albañiles es un asunto que da para mucho, es divertidísimo y van evolucionando, siempre al la ultima moda de la publicidad, de películas, etc., es realmente divertido. Una amiga mía se dedicaba a escribirlos, con datas y locales, todo super científico, :)) y pasados años no imaginas como nos reíamos.

Modestino dijo...

Los piropos desde el andamio son un tema que más de una vez he pensado traer por aquí: pendiente queda.

annemarie dijo...

Me encantaría contribuir con algunas entradas especialmente interesantes, :)) pero me temo que sean intraducibles. :)) Finísima literatura oral, compendios vivos de antropologia! :))