Allá por los años 1986 y 1987, cuando comenzaba a desempeñar mi trabajo profesional, tenía que acudir un par de veces a la semana a Vilanova y la Geltrú, localidad costera de la provincia de Barcelona que se encuentra a medio camino entre ésta y Tarragona. De Vilanova se puede hablar de muchas cosas, desde la célebre Bibiloteca-Museo "Víctor Balaguer", hasta el famoso restaurante "Can Peixarot", donde dicen se toman los mejores pescados y mariscos de la zona, pero he de confesar que no estuve ni en uno ni en otro, lo que dice poco de mi interés cultural de ese momento y algo más de mi sobriedad en dicha época. Mis recuerdos son mucho más rudimentarios, desde la estación del tren, del todo tradicional y típica de la España de la segunda mitad del siglo XX hasta unos Juzgados tan nuevos como arrasados de expedientes. En mi camino al trabajo, en la misma calle donde éste tenía su edificio, había dos establecimientos que han quedado aparcados en mi cabeza. Uno era un bar-restaurante llamado "La Llesca" donde se atendía formidablemente a los clientes y hacían honor a su rótulo, pues cabe recordar que en catalán una "llesca" es una rodaja grande de pan, generalmente tostado y con tomate, servida con los productos que uno desea -jamón, queso manchego, anchoas de L'Escala, ...-.
El otro lugar al que me refería era una panadería de esas viejas y tradicionales por la que pasaba cuando llegaba temprano desde la estación de ferrocarril para hacerme con un croissant, ensaimada o cualquier otro tipo de bollo o pasta a los que he sido tan aficionado y que han supuesto mi perdición. La tienda era amplia y según entrabas llegaba el olor reconfortante del pan recién hecho -que bucólico suena ésto, ¿verdad?-; generalmente no había nadie tras el mostrador y al ruido de la puerta aparecía una jovencísima panadera de la que solamente recuerdo que vestía una sencilla ropa de trabajo, no llevaba maquillaje alguno y a mí me parecía guapísima, una belleza limpia y serena que adornaba con una sonrisa deliciosa. Y entre las brumas de esa somnolencia matinal, pagaba y recogía mi vianda en un éxtasis puramente onírico, sin la más mínima cesión a cualquier tipo de pasiones.
A estas alturas de mi vida, transcurridos casi veinticinco años de esa etapa profesional, no recuerdo que la existencia de esa joven y bella empleada me produjera trauma alguno, es más aseguraría que el tiempo transcurrido y el recuerdo alentado ha podido darle más trascendencia a su figura, no porque haya exagerado su belleza, que en mi opinión era mucha, sino porque es posible que no la llegara a ver más de 3 o 4 veces, pero ¿por qué no vamos a mantener y alimentar las imágenes gratas de nuestra vida, aunque fueran pasajeras y ni siquiera llegué a saber el nombre de quien tenía aspecto tan brillante?.
13 comentarios:
Modestino: Este tipo de vivencias que hoy nos cuentas, siempre me han parecido "via pulchritudinis", para encontrar-vivir lo trascendente, a Dios en definitiva. Gracias.
Te agradezco esa interpretación tan elevada de mi entrada de hoy; yo también me lo tomo así ... pero puede que haya quien le parezca superficial o frívola.
Ya sabes que hay gente "pa tó".
¡Que argumento para una película romántica!
...Trascurrieron 25 años y el chico volvió a pensar en la panadera y movido por la curiosidad vuelve a Vilanova. Entra en la panadería y se encuentra con la mirada de la chica que se sonroja al reconocer al chico que esperaba cada mañana y que un día desapareció.
Como fondo se oye la canción de Gloria Stefan " Con los años que nos quedan por vivir "
Faltaría elegir a los actores que dieran vida a los protagonistas.
Enhorabuena por tener esos recuerdos tan agradables y gracias por compartirlos.
¡Qué argumento para una película romántica!
... Transcurrieron 25 años y el chico volvió a pensar en la panadera y movido por la curiosidad regresó a Vilanova.
Al entrar en la panadería se encuentra con la mirada de la chica que se sonroja al reconocer al chico que esperaba cada mañana y que un día desapareció.
Como fondo se oye la canción de Gloria Stefan " Con los años que nos quedan por vivir..."
Enhorabuena por tener esos recuerdos tan agradables y gracias por compartirlos
:) La vida no es una película y, además, seguro que por allí han pasado tantos que no distingue unos de otros. Ya se sabe que en Vilanova ella era la que estaba siempre y yo el que andaba de paso.
A lo mejor la panadera era Teresa Fernánde de la Vega, que veranea en Vilanova desde bien jovencita, y que hacía unos horillas en la panadería.
Si es así,hágaselo ver.O era cosa de las legañas mañaneras, que son muy engañosas.
Lo siento, se me ha colado el borrador.
Puedes suprimir lo que quieras.
Es verdad que la vida no es una película,en ocasiones,dicen que la realidad supera a la ficción.
saludos.
Es cierto que en ocasiones la realidad supera a la ficción. En este caso, la única realidad fue que la panadera era guapísima ... ahora, vete a saber tú. Dejo los dos comentarios porque no se cual es el borrador y cual no, aunque aseguraría que es el primero, aunque en el segundo falta lo de los autores.
No era Maria teresa, no; por muchas legañas mañaneras el código de barras no se olvida.
Bonita historia Modestino, me ha gustado, y me ha hecho pensar en las muchas o pocas mujeres que me he fijado en mi vida, de esta forma...
Suso lo de Teresa pensaba que lo decías por los bollos...
Creo que David Trueba hizo algo así con una de sus pelis...que no he visto.
Sea quuien fuere me han cogido ganas de comprar una de cuarto en la panadería esa.
Saludos.
Vete a saber que ha sido de esa panadería, era de las clásicas y a lo mejor ahora hay una franquicia, un bar de copas o una tienda de ropa.
Modestino tu entrada me hace pensar en que en la vida podemos cruzarnos con un ángel, con un ángel de verdad.
...uff, yo no me planteaba que la chica fuera un ángel; solamente me parecía una sonrisa fresca y sincera implantada en una cara preciosa.
Esta canción le va ;)
Me ha encantado...
Gracias!
Xavier G.
https://youtu.be/_EMhDCI58zA
Publicar un comentario