La acción de "Los bravos" se sitúa en un pueblecito leonés en la frontera de Asturias, un pueblo de doce vecinos -esto es, unas sesenta personas- al que llega un joven médico. En el pueblo se trabaja muy duro y los beneficios son escasos.
Una de las épocas donde se acentuó mi afición a leer fue la del servicio militar; a la realidad de tener tiempo para hacerlo se añadió haber conocido a personas cuyos conocimientos sobre literatura supusieron un incentivo para leer más y mejor. Entre otros recuerdo a un sargento de IMEC originario de Morella (Castellón) que se había pasado buena parte de los veranos de su vida entrando y saliendo de la biblioteca de su pueblo; sabía muchísimo de libros y fue el quien me dijo que las tres obras claves del realismo social tan en boga en los escritores españoles de posguerra fueron "El Jarama", de Rafael Sánchez Ferlosio, "Tiempo de silencio", de Luis Marín Santos y "Los bravos", de Jesús Fernández Santos". Evidentemente no es ésta más que una opinión más, pero una vez leídos los tres no tengo duda alguna de que estamos ante tres magníficas novelas.
"El autor ha querido hacerse mudo, frente al sagrado mutismo del pueblo que nos revela; se ha colocado detrás de él y lo ha dejado expresarse", esta frase de Sánchez Ferlosio sobre "Los bravos" resulta elocuente respecto a este magnífico libro de un autor en gran parte olvidado. Fernández Santos, que falleció en 1988 a los 62 años, ganó en su día los premios "Nadal" -"Libro de las memorias de las cosas" (1971)- y Planeta -"Jaque a la dama" (1982)-, así como en dos ocasiones el de la Crítica -"Cabeza rapada" (1958) y "El hombre de los santos" (1969)- y el Nacional de Literatura -"Extramuros (1978)- e inició con "Los bravos" la novela de crítica social en España; el libro reune en su interior ese conjunto de características propias del realismo en España, temas basados en los problemas sociales –sobre todo los rurales-, un estilo de lenguaje sencillo y una técnica sin mayores artificios, el interés de apartarse de los problemas individuales y ubicarse en torno a las crónicas colectivas y, por supuesto, recuperar el tema de la guerra para examinar la forma en que influye en la sociedad y en las relaciones entre los individuos.
El autor era leonés, y allí desarrolla la trama de la novela, en un pueblo inspirado en Cerelleda, la villa donde vivió muchos años, un lugar olvidado entre las montañas, de suerte que la pesca ilegal, el contrabando, los viajantes estafadores, etcétera, sean elementos constituyentes de su cotidianeidad. Y es allí donde Fernández Santos sitúa a los bravos, término con el que designa el carácter de aquellos individuos que tienen coraje, que son indóciles y, además, incultos y envilecidos. El escritor define el lugar como “pequeño pueblo, sin iglesia, sin cura y sin riqueza” y escogió una acertada cita de Wassermann como epígrafe para su libro: “El destino de un pueblo es como el destino de un hombre. Su carácter es su destino”.
Fernández Santos nos muestra las vidas de hasta 50 personajes cuyas vidas se ven alteradas por al llegada al pueblo de dos forasteros: un médico y un viajante; Don Prudencio, anciano que salió bien librado de la guerra y es el hombre de mas dinero, muchos de los otros habitantes le han pedido préstamos para sostener sus cosechas y han terminado endeudándose; Socorro, su amante, mucho más joven que él; Pilar, una gorda inútil y usurera que manda a traer de afuera los mejores vinos; el resto apenas son hombres repetidos, se ganan la vida trabajando de lunes a domingo, cultivan la tierra o crían ganado, pero también pescan en sitios prohibidos, llevan contrabando, o viven con la expectativa de escaparse a la ciudad.
Mucho más importante que el argumento es la descripción, el dibujo del mundo donde se desarrollan los acontecimientos. Es completo porque no sólo alcanza a los personajes, sino también a los espacios, a elementos que parecen no tener ningún tipo de importancia en el devenir de la historia: la forma de una araña, el mugir de una vaca, etcétera, cosas que pueden verse como insustanciales porque no van a influir en el desarrollo de la situación y, que sin embargo, cumplen aquí un papel relevante en el sentido de recrear de una manera mucho más real el marco del acontecimiento:
“Desde el último cabrio del techo, una verde araña descendía, poco a poco con su seda. A cada paso se detenía para luego seguir haciendo crecer el hilo, lentamente, hacia el suelo. El soplo que surgía de la puerta le hacía inclinarse violentamente hasta casi tocar las paredes. El guardia se entretuvo viéndole crecer, y cuando llegó a su altura, chamuscó al animal con la brasa del cigarro” (Pág. 77)
“El pájaro volvió a cantar, agitó las alas mansamente y se lanzó al aire remontando el espacio frente a la iglesia. Cruzó sobre el corral; su sombra oscura bajo las estrellas se meció un instante frente a la casa de Pilar y, finalmente, pasando el río, fue a posarse en el tejado de Amador” (Pág. 116)
En "Los bravos" aparece vivo el recuerdo de la guerra civil; y, si bien la guerra fue para todos desastrosa, no se la piensa con un pesimismo exacerbado, sino más bien con una cierta nostalgia y con bastante resignación.
"- A mi padre y a mí nos pilló la guerra en el pueblo y en el pueblo nos quedamos. Cuando subí por primera vez, después, aún quedaban muertos por estos sitios. Ahí, sin ir más lejos –señaló a su espalda-, a la puerta del chozo, había tres que enterré yo.
Parecía extraño que aquellos parajes solos y mudos pudieran haber visto la guerra de que el pastor hablaba, el paso y la muerte de tantos hombres. Aquel silencio amarillo y susurrante no podía haber sido roto por una voz, un estruendo, un lamento; parecía tierra inmutable, indiferente, donde todas las cosas habrían de desaparecer irremisiblemente como la piedra, en polvo calcinado, sin dejar huella en su dormida nada" (Pág. 155)
Hay autores y libros que parece hayan quedado en el olvido, y uno de ellos puede ser Jesús Fernández Santos; "Los bravos" es su primera obra y vale la pena reivindicar su recuerdo, destacar su importancia en la historia de la narrativa española reciente y animar a leerla, pienso que a quien lo haga no le va a decpecionar.
http://www.elpais.com/articulo/narrativa/Volver/Jesus/Fernandez/Santos/elpepuculbab/20090221elpbabnar_6/Tes
3 comentarios:
No conocía el autor, pero los párrafos que extraes son interesantes, gracias por la sugerencia.
Recordaba "Tiempo de Silencio" y "Jarama" pero ésta novela no la he leío... Me pasa una cosa Modestino, cuando leo novelas negras por muchas barbaridades que pasen no me afectan... pero éstas son "reales" parecen historias verdaderas que le han pasado a algun conocido y me conmueven por dentro y me causan profunda tristeza.
Es curioso cómo se ha olvidado a este autor, que está a la altura de los mejores. Pero siempre hay tiempo de volver a ponerlo en el candelero.
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