19 de agosto de 2009

El síndrome del mohicano



"El último mohicano" es el título de una novela de James Fenimore Cooper ambientada en un momento histórico: las guerras entre Francia e Inglaterra por el dominio de los territorios del Nuevo Mundo. En plena lucha entre ingleses y franceses por la posesión del Canadá, el último descendiente de los indios mohicanos se ve implicado en la contienda, los terribles indios hurones acechan constantemente la vida del protagonista, que sólo quiere sobrevivir en su tierra. Las hijas del Coronel Munroe, Cora y Alice, se ven implicadas en un peligroso viaje, en compañía de un músico; el joven mohicano les ayudará a sobrevivir, hasta que los indios enemigos le tienden una trampa y son capturados.

Esta magnífica novela de aventuras, a la altura de los grandes clásicos del género que con tanto acierto nos hacían leer en nuestra infancia ("La isla del tesoro", de Robert L. Stevenson, "El corsario negro", de Emilio Salgari, "Ivanhoe", de Walter Scott o "La vuelta al mundo en 80 días", de Julio Verne, entre muchas otras), fue llevada al cine en varias ocasiones; cuando era niño recuerdo haber visto la versión de Harald Rein, una coproducción hispano-alemana-italiana realizada en 1965 y protagonizada por actores que al menos a mí me suenan tan poco como Joachim Füchsberger, Karin Dor, Daniel Martín, Anthony Steffen y Carl Lange. Mucho mejor y más famosa es la última versión, dirigida en 1992 por Michael Mann y protagonizada por uno de los grandes: Danny Day-Lewis, quien comparte cartel con Madeleine Stowe, Russell Means, Eric Schweig, Jodhi May y Steven Waddington, entre otros. En esta película destaca la formidable escenografía y, sobre todo, una excepcional banda sonora de Trevor Jones y Randy Edelman.

Me he referido a "los terribles indios hurones", unos aguerridos y crueles indígenas que aparecen en ambas películas con aspecto feroz y con una especie de crestas en sus cabezas rapadas. Yo en los últimos tiempos no se si sentirme también como el último ejemplar de mi raza cuando voy por la calle y veo crestas, rastas, tornillos y clavos entre éstas, pelos de todos los colores, escalones diversos en el cabello y la más variada gama de originalidades capilares. A lo mejor es que me estoy haciendo mayor, pero no puedo evitar la sorpresa y, en ocasiones, hasta cierto estremecimiento cuando a la salida de un colegio o instituto, en algún bar o en la propia calle me cruzo con individuos e individuas que si uno se pone a darle a la imaginación puede acabar pensando que se encuentra en 1757 a orillas del río Hudson.

Soy consciente de que los tiempos cambian y evolucionan, que hace tres siglos los hombres llevaban peluca y las mujeres "miriñaque" y, por supuesto, se distinguir la ética de la estética, que conozco a gente estupenda con pelos muy "desmadrados", pero a mí hay aspectos que me siguen pareciendo siniestros.


14 comentarios:

annemarie dijo...

Las niñas teníamos una lista distinta de libros – con personajes muy recomendables entonces, que te aseguro que resultan hoy tan siniestros como los punks hurones. :))

Modestino dijo...

Tan siniestros como el de la foto?.... porque a ese lo he visto por la calle en varias ocasiones... :).

A mí a veces me parece que a alguno se les va la pinza demasiado, aunque es cierto que cada época tiene sus originalidades, y posiblemente en pocos años a nadie le extrañará.

Que conste que mi post de hoy pretende ser más festivo que "profesoral".

annemarie dijo...

Más siniestros que él de la foto, créeme, mucho más. Sabes las películas de clones? :)) Ellos están entre nosotros...

Había incluso bibliotecas juveniles para niños y para niñas, y recuerdo que para nada me interesaban los libros que mis hermanos leían. Como cambian las cosas!

Modestino dijo...

La verdad es que sin ejemplos no me hago una idea de por donde vas...

María dijo...

Me encantó la peli de Daniel Day-Lewis. En casa teniamos una versión de El último mohicano en comic. Estaba muy chulo.

Ya no se ven tantos punkies por las calles. Al menos en Salamanca. Algún siniestro sí que se ve, pero punkies ya poquitos.

Modestino dijo...

Yo no me refería a los punkis en concreto; hablaba a todo tipo de pelo super-raro, alternativo,complicado, ... como le queramos llamar.

Los punkies son de hace ya mucho tiempo, recuerdo que ya a finales de los 70 y principios de los 80 se veían unos cuantos. Pero ahora se ha generalizado todo tipo de malabarismos capilares.

sunsi dijo...

Es como dices, Modestino...malabarismos. Muchas horas dedican a su look y muchos productos que estropean el pelo. También es cierto que están muy ociosos... Tienen todo el tiempo del mundo para reinventarse, al menos exteriormente.
Al final, se convierte en una necesidad. Yo ya me he acostumbrado. Me lo cuentan hace unos años y hubiera jurado que no. Pero sí... Y dejan un look para adoptar otro...

Paciencia...

Un saludo

Modestino dijo...

Incluso hay quien dedica un montón de tiempo a "despeinarse":).

Tommy dijo...

Yo, a la salida de algún instituto de esos que mencionas, no es que me sienta como a las orillas del río Hudson, sino más bien como en el interior de una granja avícola. Tantas crestas y tantos plumajes... Y si encima te paras un poquitín a escuchar algunas de las conversaciones que mantienen, la animalidad se hace más evidente.

Modestino dijo...

La causa de esa "animalidad" a que te refieres se puede explicar en la criss de valores y en la pérdida de control y personalidad cuando se va en grupo.

Pero yo estoy seguro que individualmente en esos chavales con los que te cruzas encuentras bastante de aprovechable.

sunsi dijo...

Muy prudentes esas últimas frases tuyas, Modestino. Además es que es verdad. Es verdad aunque echen para atrás. A solas todo cambia. Y la cresta o lo que sea se te olvida y te das cuenta de que en demiadas ocasiones no es más que un refugio para cubrir su inseguridad.

Gracias.

sunsi dijo...

¡¡¡Demiadas!!! Quería escribir demasiadas

ana dijo...

Puede suceder que a veces, el andamiaje de nuestra presencia justamente sea ese... la cresta, los piercings, la ropa de un diseñador... pero no por ello es una presencia menos valiosa. Habéis apuntado a lo esencial, a ese mirar cara a cara a la persona, intentando olvidar el andamiaje. Resulta complicado, porque ante la primera impresión, en fin... hasta miedo dan. Pero luego, en el tú a tú, ya no. Algo se rompe. Y te olvidas de la cresta, de sus piercings, de su estilo pijo... y a veces, hasta de su manera de hablar. Que esa es otra... el tono. Los yonquis, suelen usar el término "reina"... ainsss...

Y ocurre lo mismo con las niñas monas. En grupo, Dios mío... insoportables. De una a una, bueno, parece ya que la conversación va tornándose como más consistente...

Siempre es así, mejor de uno en uno... como sea en grupo... nada que hacer.

Modestino dijo...

La cara ¿es el espejo del alma? ... yo creo que sí, pero en cuanto a la lucidez de la mirada, la sonrisa, la alegría de los ojos, ... pero el aspecto es otra cosa.

Buena disertación sobre la necesidad de superar prejuicios, Ana.

Además, cualquier persona vale la pena ... aunque a veces no sepas por donde cogerlas.