5 de marzo de 2009

La visión patrimonialista del poder



No cabe duda de que el resultado de las elecciones al Parlamento vasco celebradas el pasado domingo es uno de los temas que dominan los titulares de la prensa y que constituyen, a la vista de las grandes incógnitas que se plantean, un tema de debate para muchos foros. La posibilidad de que el PNV salga del poder tras más de 25 años de hegemonía y que ese poder sea ejercido por un partido no nacionalista sería una noticia lo suficientemente sonada como para asegurar que toda la expectación está justificada.

El secretario general del partido de Ibarretxe, Iñigo Urkullu, en una de esas frases que de vez en cuando sueltan nuestros políticos, tal vez por inconsciente necesidad de que se les vea el plumero, afirmó ayer que si el PSE opta por formar gobierno con el apoyo del PP estaría dando un golpe institucional. Detrás de semejante afirmación uno intuye una especie de torpe convencimiento de que en esa zona de España no hay más posibilidad de gobierno válido que el que tenga color nacionalista. Es curioso cómo en determinadas ocasiones los que ostentan el poder acaban identificándose tanto con éste que parecen acabar convencidos de que es de su propiedad.

Esta simbiosis con el aparato de mando se repite casi inevitablemente cuando ese poder se ejerce repetidamente durante muchos años -le pasó en su día al PP en Galicia y le pasa al PSOE en Andalucía- y se acentúa hasta formas enfermizas cuando el poder reviste color localista, no hay más que recordar la absoluta identificación que Jordi Pujol y sus muchos seguidores acabaron haciendo entre el Honorable y su partido y Cataluña, algo que se ha reproducido en el País Vasco y ahora, cuando ven que se les puede acabar la hegemonía, les está llevando al ataque de nervios.

Soy de los convencidos de que la alternancia es buena; el continuo ejercicio del poder por los mismos colores suele llevar al enfriamiento de las iniciales convicciones, al servilismo y a la endogamia, y ejemplos los tenemos por doquier. Y el peligro de patrimonización del poder se acentúa cuando surgen las mayorías absolutas; cualquier resultado electoral es sagrado, pues es consecuencia de la libre e incontestable elección del pueblo soberano, pero no creo que sea faltar al respeto debido a éste opinar que tales mayorías absolutas son peligrosas: la del PSOE acabó en Filesa y el GAL y la del PP con la entrada del país en la Guerra de Irak y la aparente consideración de España por algunos de sus gobernantes como propiedad de Génova, 13.

No soy un experto en "politología" -¿es correcta la palabrita?- y hace ya un tiempo que ha dejado de irme la vida en estas decisiones, pero estoy seguro de que es bueno que los nacionalistas dejen el puesto a otras personas, no porque sean intrínsecamente perversos, sino por mera higiene política y social; ni al pueblo le conviene tantos años con lo mismo ni a ellos mismos les viene bien no conocer otra cosa que el poder. Ya se que hay argumentos en todas las direcciones y que siempre hay que respetar la decisión de las urnas, pero nunca podemos olvidar que la perpetuación en el poder puede llevar al clientelismo y a la consolidación de círculos cerrados y pesebres.

El cogollo del problema puede encontrarse en que el poder es goloso, una especie de reducto de gloria que uno se resiste a abandonar, amen de determinados intereses económicos, sociales o de otro tipo que pueden ser compañeros inseparables de aquél. Pero pienso que quienes lo ostentan pueden acabar cayendo en esa especie de mesianismo que hace considerarse imprescindible, creerse el único capacitado para resolver los problemas y, por ende, considerar que los únicos valores válidos son los que se encuentran en el ideario de su partido.

No obstante, pienso que hay formas de luchar contra estos peligros y que, tarde o temprano, suele llegar un cambio que aporte oxígeno, aunque no es infrecuente que quienes lo traigan acaben cayendo en los mismos errores de sus antecesores. Lo que resulta chocante es que siga habiendo líderes políticos que parezcan reivindicar la propiedad privada del poder público.

Fotos: www.abertzale.eu; www.jordipujol.cat; tucasapress.wordpress.com; todobromas.com; www.laguia2000.com.


2 comentarios:

Suso dijo...

El problema que se le viene encima al PNV es de aupa. Lo viví con toda esa patulea de altos cargos y gente del partido metida a dedo en todas las administraciones de Cataluña y que se quedaron en la calle de la noche a la mañana.

Uno, ex altísimo director general, iba como alma en pena mendigando cualquier cosa.
Drámático.

Conzoco otro en Galicia que fue también Director General durante 14 años.. Cuando perdió pasó a una consejaría, de técnico, a una habitación sin ventanas ,con sueldo de miseria y sin nada que hacer. Los del BNGA se la hicieron pasar muy mal.

Es lo que tiene la política.

¡Que les den y se apañen!.

Lo que me llama la atención es cómo se parecen en el modo de hablar y en la expresión alelada - es que no mueven la ceja- entre Urkullu y la Miriam Azkárate. ¡Son clavados!

Modestino dijo...

El nacionalismo es un sentimiento, una pasión, ... y ciega, a algunos hasta límites insospechados. Por eso se quedan a cuadros cuando ven que pueden venir otros a ocupar su sitio .... como si fueran unos invasores, como si vinieran de fuera, cuando Patxi López, Basagoiti, Rosa Díez, .... son tan vascos como ellos.

Pero vamos, ésto también les pasa a otros, que hemos tenido ya a unos cuantos que pensaban que España era suya.