Me dirigía el otro día al trabajo y cuando encaraba la oscense Avenida de Menéndez Pidal procedente de la Plaza de Europa me llamó la atención un vehículo que aparcaba en la esquina de aquélla con Capitán Lasheras, donde se encuentra una sucursal del BBVA. Se trataba de un coche muy pequeño, no sabría decir la marca, cuya carrocería iba toda pintada con propaganda, sin que tampoco me llegara a fijar en lo que anunciaba. Del vehículo se bajó un individuo de aspecto más bien rudo, mediana edad, ropa que parecía de faena y la cabeza totalmente pelada, alguien quien desde lejos intuí con cara de pocos amigos y del que pensé que debía ir a prestar algún servicio profesional: reparto, reparación, recogida de objetos, ... Al acercarme vi que de la otra puerta del coche salía una niña de unos 10-11 años con una de esas mochilas de ruedas que tanto ruido hacen al pisar el empedrado de la acera y que tanto abundan a esas horas del día; justo en el momento en que me cruzaba con ellos el citado individuo le daba un beso de despedida a quien imagino era su hija y al mirar la escena vi que nuestro hombre, insisto en su apariencia poco suave, al besar a la niña ponía un notorio y emotivo gesto de cariño, una sonrisa que solamente podía ser sincera y que mostraba, sin dudas ni matices, que allí había amor.
No se quien era este hombre, ni donde vive ni a qué se dedica; seguramente será un español más que las está pasando canutas, a lo mejor lleva tiempo sin trabajo o el que tiene es precario e insuficiente, no tenía pinta de gastar en viajes a Eurodisney, televisiones de plasma ni caros cumpleaños en "MacDonalds" o "Telepizza", pero sin ninguna duda es poseedor de tesoros mucho más valiosos: la capacidad de querer a una hija y la sabiduría de saber mostrarle ese cariño. Y seguí mi camino con cierta sensación de alivio, sabiendo que hay valores que siguen existiendo, que mientras la gente siga siendo capaz de dar un beso de esa forma, de sonreír ante algo tan sencillo y natural, pero grande a la vez, como una niña que va a la escuela, nuestra sociedad será capaz de remontar estos tiempos de zozobra que fácilmente derivan en desesperanza. Hay quien asegura que no hay que mirar al pasado, ... yo me resisto a ello y quizá estas escenas de padres y madres con niños rumbo al "cole", de despedidas por unas horas, de carteras, bocadillos y chocolatinas, destaquen entre las que más nostálgico me ponen. Sólo era un beso, pero me ayudó, al menos por unas horas, a ver la vida de otra manera.
13 comentarios:
PRECIOSO
Los mejores monumentos se levantan con elementos muy simples.
El pilar, el arco, la voluta, el capitel, el friso, la escalinata, las bóvedas.
La mirada de un niño feliz.
Sabía Pilar que te gustaría, ...además fue cerca de tu casa, y entre otras pensé en tí ...;)
Driver: es así, y frecuentemente no nos damos cuenta y buscamos la cuadratura del círculo.
¿Sabes lo más triste? Que muchas veces olvidamos que cuando éramos niños, lo que más valorábamos era el cariño y la atención de nuestros padres.
Muchas veces no nos damos cuentas que ellos desean mucho más un beso, una tarde son ellos ó hacer algo juntos que cualquier regalo carísimo para el que tenemos que faltar de casa horas y horas trabajando.
Besazo
Modestino, eso no lo perdono, ni un solo día, aunque ya no llevan mochilica de ruedas ni les pongo el bocata...¡un beso con el hola y con el adios!. Es lo mejor de la vida.Sigue siendo lo mejor, incluso cuando les da por dejarse barba...
Gracias, buen fin de semana.
Lo malo es que a los niños se les ha mal acostumbrado a valorar en exceso los caprichos materiales.
Sí ... la barba es como un paso más en el despegue ... ;)
¿Sabes qué, Modestino?
Pues que me has convencido: cierro ya el chiringuito y me voy a buscar a mi niña para dar un paseo.
Y el lunes será otro día.
Un paseo envidiable, a pesar del frío.
Intento sin fortuna cerrar la documentación de un concurso público que no voy a ganar, ya que se trata de una subasta encubierta.
Se la adjudicarán al más bajo de precio, sin más.
En realidad estoy hasta ahí, así que cierro también el chiringuito y me voy a recoger a mi hija que juega en casa de unas amigas.
Y el lunes, Dios dirá.
Lo que viene a demostrar que muchas veces las apariencias engañan, afortunadamente. Un beso.
Las apariencias engañan, a veces para bien y a veces para mal. Saludos a ambos!
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