Hoy nos hemos despertado con la triste noticia del fallecimiento de Niki Lauda, quien fuera piloto de Fórmula 1 y triple Campeón del Mundo de la categoría. Lauda, de nacionalidad austriaca, tenía 70 años, le había sido transplantado un pulmón hace un año, situación que se había agravado con una gripe sufrida este mes de enero durante sus vacaciones en Ibiza. Pero de su vida y trayectoria deportiva ya informan ampliamente los medios de comuincación. Para mí, y tantos de mi generación, Niki Lauda fue uno de aquéllos grandes del deporte que ocuparon parte de las conversaciones y sensaciones de nuestra infancia, adolescencia y primera juventud en los años 70, como lo fueron Eddy Mercks, Johan Cruyff, Bjorn Borg o Mark Spitz, entre tantos otros. Lauda, un joven piloto, delgadito y con sus míticos dientes de conejo, apareció en el mundo de la Fórmula 1 en tiempos en los que dominaban el "cotarro" pilotos tan importantes como el escocés Jackie Stewwart, el brasileño Emerson Fittipaldi, el neozelandes Dennis Hulme, el belga Jacky Icks, el sueco Ronnie Peterson o el suizo Clay Regazzoni. Lauda veía a ser como la nueva ola del automovilismo mundial y tenía la ventaja, para reforzar su prestigio ante esos jóvenes incautos de la época de pilotar nada menos que un ferrari, uno de esos coches de la escudería de Maranello. Y es que uno tiene la impresión de que si desapareciese Ferrari, la Fórmula 1 ya no sería lo mismo.
Lauda ganó tres campeonatos mundiales -1975, 1977 y 1984-, pero no podemos quedarnos en los números. En primer lugar porque el austriaco fue un número uno durante toda su carrera: un líder, un triunfador, un referente. Pero sobre todo, porque Lauda hubo se sobreponerse a su drama personal. En el verano de 1976, cuando comandaba la clasificación del Mundial, el Ferrari 312T con el que disputaba el Gran Premio de Alemania en Nürburgring se incendió después de estamparse contra el muro y quedó atrapado dentro de él. El piloto austriaco sufrió gravísimas quemaduras y llegó a estar entre la vida y la muerte; su rostro quedó marcado para toda la vida, pero su fuerza de voluntad adelnató su reaparición de manera que solamente se perdió dos grandes premios. El piloto regresó con fuerza para defender su título frente a su gran rival de enotonces, el británico James Hunt, un hombre tan indisciplinado como valiente que al mando de un Mac Laren realizaba la mejor temporada de su vida. Eran tiempos duros, en los que cada año se producían accidentes mortales, como los que costaron la vida a Ronnie Peterson, Francois Cevert, Mark Donohue, Peter Revson y tantos otros.
Fue aquél año cuando se celebró el mítico y recordado Gran Premio de Japón, prueba decisiva en la que Lauda se jugaba el título. Hacía un tiempo infernal, con unas cortinas de agua espeluznantes que suponían un peligro grave y real. Fue entonces cuando Niki Lauda mostró su lado más humano, con su terrible accidente aún reciente, el peso de la responsabilidad pudo con él y decidió retirarse. El ´camino del triunfo quedó expedito para un temerario Hunt, que terminó la prueba u ganó su único campeonato mundial. Pero Lauda supo estar a la altura, porque también supone valentía saber decir "hasta aquí". El año siguiente volvió a coronarse campeón frente a rivales de la talla del sudafricano Jody Scheckter, el australiano Alan Jones, el argentino Carlos Reutemann, el italoamericano Mario Andretti y el propio James Hunt.
Niki Lauda, quye se retiró en 1979, regresó años después y fue capaz de volver a ser campeón mundial en 1984, cuando habían surgido nuevos pilotos del nivel del inglés Nigel Mansell, el brasileño Nelson Piquet, el francés Alain Prost, el finlandés Keke Rosberg o un Aytorn Senna que daba por entonces sus primeros pasos.
Descanse en paz.
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