Juan Carlos, la "Bomba" Navarro, anunció hace pocos días su retirada del baloncesto activo. Ni pretendo hacer un informe de la vida profesional de este deportista excepcional ni entrar en consideraciones sobre la polémica que ha rodeado su decisión y la acusaciones que desde algunos sectores de la prensa se han hecho a su club de toda la vida, insinuando que tal decisión es forzada.
La "Bomba" Navarro ha sido sin duda uno de los mejores jugadores de su época, y entra por méritos propios en el Olimpo de los grandes deportistas españoles de la historia, como lo hicieron en su día Francisco Fernández Ochoa, Miguel Induraín o Fermín Cacho, entre otros. Con Navarro, junto a los hermanos Gasol y cía, el Basket español llegó a cotas que nadie podía soñar sólo hace un par de décadas. Navarro ha sido fundamental para obtener los títulos que han coleccionado en este siglo tanto la Selección como el Barça, con muy especial recuerdo del primer mundial obtenido por España en ese inolvidable mes de agosto de 2006.
Navarro ha sido un jugador completo, con técnica, fuerza y sentido del juego colectivo, pero además tenía ese don que pocos poseen: el de la imprevisibilidad, porque era un genio, un mago del balón de basket capaz de llevar a buen puerto las jugadas más difíciles e increíbles. Su capacidad le otorgaba un plus a su equipo, a la vez que le creaba un problema al rival y se convertía en garantía de éxitos continuados.
El Balon-cesto sigue, nuevas generaciones esperan su oportunidad, pero será difícil que aparezca alguien capaz de sustituir a la "Bomba" Navarro.
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