1 de septiembre de 2018

Leídos en vacaciones


El mes de sgosto, cuando toca vacaciones, suele ser buen momento para leer más ... si cabe. De mis once lecturas de la canícula, destaco una cruda y a la vez lírica novela de la napolitana Wanda Marasco, otra de Alice McDermott  y una excelente colección de cuentos de Dickens. Del resto pienso, sinceramente, que hay poco desaprovechable, con dos buenas "negro-criminales" españolas, un delicioso ensayo francés y un libro de viajes con el aval de Julián Marías.

El expositor de novedades de la “Casa del Libro” de la calle San Miguel de Zaragoza es frecuentemente objeto de mi curiosidad. En sus estantes tuve por primera vez conocimiento de la publicación de “Niels”, la novela con la que el joven escritor francés Alexis Ragougneau alcanzó la final del prestigioso premio “Goncourt”. Se trata de un relato ambientado en la resistencia francesa tras el desmoronamiento de la Alemania nazi y el consiguiente final de la 2ª Guerra Mundial en Europa. Su protagonista -Niels Rasmussen- es un héroe de la resistencia de danesa que acude a Francia al enterarse de que un colega del mundo del teatro está acusado de colaboracionismo. No es una novela en la que prime la aventura, la acción, como sería el caso, por ejemplo, de “El ruiseñor”, con una trama ubicada en el mismo lugar y la misma época, sino una historia que contiene una tesis concreta. Ragougneau trata de evitar maniqueísmo, intenta  poner de manifiesto lo que  -según la propia solapa de la contraportada- comentaba Le Figaró:  “la frontera que separa a los buenos de los malos no es tan tajante como nos gustaría creer”. Me ha parecido, por otra parte, una excelente disección, no exenta de cierta desmitificación, de la controversia resistencia/colaboración durante el régimen de Vichy. El autor aporta la novedad de incluir dos capítulos en los que prescinde la estilo narrativo para dibujarnos dos escenas teatrales, que se convierten, por cierto, en un sátira excelente.

Todos los años aparece una novela policial con la etiqueta de “intriga del verano”. Este año, y con permiso del relanzamiento de Joel Dicker y la nueva aventura de Bevilacqua y Chamorro, no parece haber duda de que el título ha de adjudicarse a “La novia gitana”, novela difundida a bombo y platillo por “Alfaguara” y que tiene la peculiariedad añadida que quien figura como autora, Carmen Mola, no es más que el pseudónimo de alguien de quien se asegura es escritor/a famoso/a y vive en Madrid. Tras leer el libro tengo que empezar diciendo que se trata de un relato adictivo, de una historia policial de esas que uno no puede dejar, que terminas comiéndote los capítulos. Me da miedo dar excesivas explicaciones, pues es una de esas novelas que al comentarlas corres el peligro de terminar dando demasiadas pistas a posibles lectores futuros, pero sin ser una maravilla literaria, creo que está en un nivel alto entre las de su género, crea unos personajes interesantes, con sus particularidaes y dramas personales cada uno, la trama anda bien estructurada y quien la escribe sabe mantener el “climax” y equilibrar los momentos. También hay que decir que el autor/a tiene la habilidad de dejar abierta, con toda claridad, una segunda parte … lo que no soy capaz de intuir es si esperará al próximo verano y si antes nos desvelará la incógnita de su identidad. Cabe añadir, como advertencia a los sensibles, que los crímenes son escabrosillos.

No soy capaz de recordar donde encontré la referencia de “Ideas o creencias”, un pequeño ensayo escrito por Andoni Unzalu, pero he de admitir que la idea de comprarlo fue buena, porque he disfrutado con una lectura cuyo contenido comparto, además, casi al cien por cien. El subtítulo del libro explica bien su contenido: “Conversaciones con un nacionalista”, pues el autor, quien en su día fuera diputado al Parlamento vasco por el PSE y ocupara puestos de responsabilidad durante la legislatura gobernada por Patxi López, crea un ficticio diálogo con un supuesto nacionalista vasco en el que le va rebatiendo todos y cada uno de los tópicos tradicionales del “gremio”, desde el autogobierno al derecho a decidir, pasando por el euskera, la financiación, … Unzalu es socialista, lo que se manifiesta en que su crítica al nacionalismo es más racional que furibunda, aunque no por ello menos contundente. El autor va desmenuzando todos y cada uno de los temas, dejando en evidencia las debilidades de los argumentos nacionalistas, que valora como más pasionales que jurídicos, políticos e históricos. Con elegancia, fina ironía y total ausencia de visceralidad, Unzalu realiza una crítica demoledora del nacionalismo. Evidentemente, se trata de un tema opinable del que discreparan unos cuantos. Buen prólogo de José María Ruiz Soroa y un epílogo que me iba pareciendo acertado hasta que sus dos últimas hojas me llevaron a la discrepancia, es más, casi apostaría que resulta artificial, que alguien se lo ha impuesto directa o indirectamente.

Así como “Niels” me inspiró en la “Casa del Libro”, la sección de “Narrativa extranjera” del FNAC fue el sitio donde vi por vez primera un ejemplar de “Un coro de almas”, la novela con la que la escritora italiana Wanda Marasco fue finalista del prestigioso premio “Strega” en 2017: tras leerlo, opino que no hubiera pasado nada si lo hubiera ganado. La curiosidad que despertó dicho libro vino poco tiempo después reforzada y avalada por el consejo que desde su garito de la última “Feria del Libro” me dio Paco, el experto propietario de la librería “Cálamo”. Se trata de un relato ambientado en Nápoles, ciudad de origen de la autora, en los años posteriores a la 2ª guerra mundial, si bien se alarga varias décadas en el tiempo, pues Marasco nos ofrece una larga historia familiar. Dicha historia la sitúa en una de las zonas más pobres y devastadas de Naṕoles, y en ella se nos muestran unos personajes en los que se reflejan las miserias materiales y morales a los que les han llevado las circunstancias. Se trata de un libro francamente duro, muy bien escrito y que podríamos identificar con un realismo radical no exento de cierto tono poético y hasta mágico. El título me ha parecido plenamente adecuado, pues la escritora napolitana nos va presentando un buen número de “almas” con una fuerza notoria y con unas descripciones que es posible sean lo mejor de la novela. Por otra parte, supone una crítica contundente a la situación de Italia en dicha época y al papel de la mujer en la sociedad italiana. Queda dicho que la novela es dura, en momentos hasta cruel, pero pienso que vale la pena.

Desde que hace cerca de veinte años leí por vez primera a Lorenzo Silva, en concreto su magnífico “El alquimista impaciente”, con el que obtuvo el premio “Nadal”, cada aventura de la mítica pareja de guaridas civiles formada por Bevilacqua y Chamorro la he convertido en lectura casi obligada y, en la medida de lo posible, inmediata en cuanto la novela es puesta a la venta. Por eso he tardado bien poco en dar buena cuenta de “Lejos del corazón”, un caso que Silva ambienta en torno a la zona del Campo de Gibraltar, bien cerca del famoso y controvertido Peñón. Estamos ante la undécima entrega de la serie -hay que precisar que dos de los títulos están formados por relatos breves- y a estas alturas la pareja protagonista son ya unos viejos conocidos, como alguien de la familia a quien corres el peligro de exigir poco. No obstante, puedo asegurar que Lorenzo Silva mantiene su buen pulso literario, que el argumento, relacionado con el “cibercrimen”, es interesante y está bien desarrollado y resuelto. Una novela entretenida y que mantiene el interés y la tensión en quien la lee. No puedo evitar hacer referencia al origen del título, sacado de la letra de una deliciosa canción de Sergio Endrigo titulada “Lontano degli occhi”, que siempre ha sido uno de mis temas más entrañables. La canción la hace sonar en el coche Bevilacqua camino de Algeciras, enseñándosela a su compañera en la moderna versión de Gianna Nannini, aunque a la vuelta le coloca la  original del cantante italiano fallecido, a quien dedica específicamente su novela, considerando que Endrigo no tuvo la suerte que mereció.

Hace muchos años que Charles Dickens se convirtió en uno de mis escritores favoritos, aunque paradójicamente hayan pasado bastantes desde que lo leí por última vez. Ya he leído buena parte de sus novelas míticas -”David Copperfield”, “Oliver Twist”, “Grandes esperanzas”, “Casa desolada”, “Historia de dos ciudades”, …- pero aún me queda mucho de su extensísima obra literaria. Encontré en la sección “Libros” del FNAC del Coso zaragozano una reciente edición -2013- de la Editorial “Gadir” que recoge una serie de relatos breves bajo el título de “Relatos londinenses” que al instante supe que iba a valer la pena. Se trata de ocho narraciones que tienen, como indica el título, a la ciudad de Londres como protagonista. Más que de relatos, pienso que habría que hablar de descripciones, en las que aparece ese Londres victoriano, misterioso y lleno de contrastes que siempre nos ha mostrado Dickens. Edificios, establecimientos, cementerios, cárceles, jardines, … y por supuesto, personajes de lo más variopinto, aparecen en esta magnífica recopilación que, por supuesto, no decepciona. Me costaría destacar un relato, porque todos me han parecido excelentes.

Manuel Vilas se ha convertido, sin duda por méritos propios, en uno de los escritores de moda; lo es en Aragón y su fama se ha extendido por to el país. No hace mucho leí “América”, su penúltimo libro, del que hice, es imposible que con algún matiz, una valoración positiva. “Ordesa”, publicado por Alfaguara, ha tenido un éxito aún mayor y se ha vendido, al parecer, mucho. Unos cuantos lectores que me merecen toda la confianza me recomendaron con entusiasmo este libro que viene a ser una de esas reflexiones sobre uno mismo y su familia que tanto proliferan últimamente. También es cierto que Brunetti, del que también me fío al cien por cien, lo compró con entusiasmo en su última visita a Zaragoza y tras leerlo en dos días realizó una valoración bastante menos positiva. Sin duda, Vilas escribe bien, y en esta línea “Ordesa” es un libro literariamente bueno, incluso -siempre desde mi punto de vista- con alguna reflexión ocurrente y acertada, pero no puedo evitar tras terminarlo hacerme dos preguntas: ¿cuanto hay de cierto y cuánto de ficción o elucubración en lo qué cuenta?, y caso de ser todo verdad, ¿en qué medida puede alguien tener el pudor de exhibir las intimidades, no siempre precisamente positivas, que nos relata?. Ya lo decía al hablar de su libro anterior: a Vilas le gusta ser transgresor, algo respetable, pero no puedo más sentir cierto rechazo ante tanto desencanto, tanta amargura, … tanta visión negativa de la sociedad. Y, como también repetí la otra vez, todo el respeto para la libertad de expresión y las convicciones -o no convicciones- del escritor, pero me rechina ese exhibicionismo de irreverencias.

El consejo de leer “La novena hora”, novela escrita por la norteamericana Alice McDermott, me llegó por varias vías, además de venir avalada por una editorial cuyas publicaciones no suelen fallar, “Libros del Asteroide”. Había unanimidad en su positiva valoración literaria, aunque existieran distintos modos de enfocar su contenido, su mensaje: no fue el mismo el realizado por la novel y exitosa escritora española Marta Sanz en “Babelia” que la que verbalmente me ofrecieron un par de amigos lectores con un criterio que, tal vez, podríamos definir como más conservador. Discrepancias aparte, se trata de un libro grato de leer en el que, en mi opinión, lo más destacado es la fuerza del buen número de personajes que la autora nos ofrece en menos de 300 páginas. La historia que nos cuenta esta situada en Brooklyn, en los primeros años del siglo XX y nos ofrece una visión nada ideal de las formas y condiciones de vida de las clases más bajas de la sociedad norteamericana de entonces. La novela se ambienta en torno a la labor que realizan las Hermanas de la Caridad, de quienes nos ofrece una visión muy humana y positiva, sin clichés ni idílicos ni peyorativos. La historia es contada por alguien perteneciente a la tercera generación de los protagonistas, algo que no se si favorece precisamente el relato. Tiene escenas y conversaciones magníficas, para leer despacio, aunque no puedo evitar dar una mención especial al capítulo que narra el viaje en tren hasta Chicago de Sally, la principal protagonista de este estupendo relato.

Considero a Julián Marías uno de los grandes pensadores españoles del pasado siglo. Un filósofo profundo y claro, armado con unos valores que comparto y capaz de llevar sus análisis más allá de la mera elucubración abstracta. Por eso me llamó la atención la noticia de la reedición por “La línea del horizonte” de una pequeña recopilación de artículos suyos sobre un viaje a la India que realizó en 1959. Se trata de once “terceras páginas” de ABC redactadas con brillantez e interés entre octubre de 1959 y enero de 1960. El libro, compuesto por 104 páginas, lleva por título “Imagen de la India” y me parece altamente recomendable. No se trata propiamente de un libro de viajes, aunque tenga su causa en un viaje y existan excelentes descripciones de edificios, personas, calles, paisajes, acontecimientos, … sino que Marías pone en juego su condición de pensador y nos muestra una serie de consideraciones filosóficas y humanísticas llenas de sentido común y sabiduría. Todo el libro es un canto al espíritu de la India, al carácter y modo de ser de sus habitantes, a su particular filosofía de la vida. El autor considera que no se puede llegar a conocer a fondo el espíritu, las esencias de un país en tanto en cuanto no lo pises de hecho, debiendo hacerlo además más allá de planteamientos meramente turísticos, sino con afán de empaparte de lo que ese lugar te enseña.

Casi por casualidad descubrí al escritor francés Philippe Delerm, un profesor de literatura de un colegio privado, nacido en 1950 y que en 1983 se lanzó a pasar de la teoría a la práctica en eso de escribir libros. En concreto me resultó atractivo el título de su segunda obra: “El primer trago de cerveza”, una pequeña colección de relatos con la que obtuvo el premio “Grangousie”, un libro que según cuentan estaba destinado a un público reducido y acabó encabezando las listas de libros más leídos en Francia durante varias semanas. Aún más sugerente que el título citado lo fue la frase que acompaña al mismo: “y otros pequeños placeres de la vida”, y es que resume perfectamente lo que nos cuenta el autor francés de manera ágil y delicada. Todos y cada uno de los artículos recopilados tienen su encanto particular y describen perfectamente la tantas veces oculta belleza de olas cosas que pueden parecer poco importantes. Posiblemente cada cual que haya leído o lea en el futuro este pequeño y maravilloso libro, tendrá sus pasajes favoritos, a mi me han gustado especialmente el que da título a la obra -¿quién en un día caluroso de julio o agosto no siente un placer muy especial ante el primer contacto con una cerveza fría?- y uno de los últimos en el que elabora una deliciosa y sutil distinción entre “bici” y “bicicleta”.

Agatha Christie fue mi primer contacto con la novela policíaca; en los primeros 80 y coincidiendo con el servicio militar y los ratos de descanso de mi época de opositor, pasaron por mis manos casi todos los relatos a la llamada "Dama del crimen". Buscando alguna novela de la autora inglesa que reller, descubrí que quedaba alguna pendiente, así que opté por "Misterio en el Caribe", protagonizada por Miss. Marple, si bien en esta ocasión la trama no se desarrolla en St. Mary Mead, sino en un Hotel del Caribe. Se trata de un libro con un argumento bastante simple ... yo diría que poco elaborado, en el que la célebre protagonista, la anciana y avispada Señora Marple, aparece menos brillante y elucubradora de lo habitual, quizá por encontrarse fuera de su ambiente ordinario. Como todas las novelas de Agahta Christie, se trata de una narración entretendida, no muy larga y perfectamente apta para resolver alguna tarde con poco que hacer. Pero, sin duda, no es lo mejor de la mítica escritora brtánica. Seguiré indagando qué titulos siguen pendientes de leer ... o iniciaré segundas lecturas.

1 comentario:

Brunetti dijo...

Coincido plenamente contigo en tu análisis de la novela de Manuel Vilas.

La sensación que tuve al terminarlo fue de verdadera tristeza; o, mejor dicho, de pura congoja o amargura. Ese hombre no da al lector ni un soplo de esperanza, ni redime ni se apiada de ningún personaje: a todos los condena, ninguno se merece una absolución.

En fin, como alguien dijo alguna vez, todos los libros tienen alguna página buena o aprovechable..... aunque sea la última.

Salud!