8 de febrero de 2017

Antiguos supervivientes


Me pongo a recordar el Paseo Independencia de mi infancia zaragozana y compruebo que de aquellos porches no quedan demasiados establecimientos. Sin comprobaciones concretas ni afanes exhaustivos, observo que hace ya tiempo que no están las librerías "Lepanto" y "Gacela", de la misma manera que terminaron cayendo "Marín Chivite" y "Comercial Millán", los cines "Avenida", "Actualidades", "Dorado" y "Coliseo Equitativa", así como el teatro "Argensola", la granja "Kelito", el "Stork club", las cafeterías "Ceres", "Roma" y "Avenida" o los restaurantes "Bienvenido" y "La Maravilla".  El actual "Las Vegas" no tiene nada que ver con el de entonces, y hace décadas que no existen el "SEPU" y "Galerías Preciados", por mucho que otros propietarios ocupen sus edificios, a la vez que los "Helados Italianos" se han cruzado de acera y los "Espumosos" empiezan a estar en todas partes menos en nuestro céntrico paseo principal.

Por eso resulta tan llamativo como grato observar que entre las cenizas de tantos lugares entrañables para varias generaciones y al lado de nuevas tiendas y franquicias, sobrevive una pequeña bombonería, "Soconusco", tan cargada de historia como de "delicatessen". De niño  veía el lugar como una especie de "fruta prohibida", un lujo para momentos excepcionales. El local es pequeño, por dentro y por fuera, y en su interior te atienden sin prisas, a ritmo pausado porque la calidad y la dulzura de sus productos exige calma, fuego lento. Allí sigue vigente el papel sedoso, las cintas de dos colores que se envuelven con lazos delicados, las bandejas de cartón de diversos tamaños, las cajas para bombones y todo esa parafernalia encantadora y que desearía fuera inmortal.

En "Soconusco" se puede seguir soñando con caramelos de calidad, con toffes que se deshacen en la boca, pastillas de café con leche, bombones variados, incluídos esos de licor envueltos en papel brillante y que explotan en la garganta, los "cortados de Uña", confites, turrones que se venden a peso, anguilas de mazapán toledano, lenguas de gato, trufas, bocaditos de nata, ... Todo un canto a las confiterías de siempre, las de regalos espléndidos, las de los domingos al salir de misa, ... establecimientos a los que se acude sin prisa, porque termina resultando tan delicioso el protocolo comercial como el producto que se compra y se consume.

4 comentarios:

Susana dijo...

Qué agradable. Dan ganas de ir para allá. Un beso.

Anónimo dijo...

Me angustia la perdida del paisaje cotidiano. Ya no estan los arboles de mi infancia. Deberian haber crecido pero los han arrancado.
3,1416

Modestino dijo...

Se trata de descubrir los árboles nuevos ... los de la infancia los guardamos en el recuerdo, permanecen en nuestro corazón.

Anónimo dijo...

Los recuerdos son de agua

Y a veces se nos salen

por los ojos