5 de octubre de 2016

Esa vieja colección literaria


Uno de los libros que corre estos días por mis manos es "Papeles de un cesante", una publicación del ya fallecido ex-presidente del Gobierno español Leopoldo Calvo-Sotelo en el que recopila conferencias pronunciadas y artículos publicados tras su salida de la Moncloa en 1982. Un capítulo concreto lo inicia relatando cómo en 1941, siendo un joven de 15 años, entró por primera vez en el mundo de la generación del 98 leyendo una serie de ensayos de Unamuno publicados en lo que él denomina "venerable" Colección Austral. Y ha sido la referencia a esos pequeños libros, rudimentarios, de bolsillo y  encuadernados con unas tapas de  colores diversos según los temas, la que me ha inspirado el post de hoy.

Y es que la mención de la "Colección Austral" me ha trasladado inmediatamente a la biblioteca que contemplé diariamente desde pequeño en un rincón de la sala de estar de mi casa familiar, donde abundaban estos libritos y donde, aún siendo un escolar que comenzaba sus primeros aprendizajes, comencé a saber de la existencia de nombres tan variados e importantes como Azorín, Ortega y Gasset, los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Pío Baroja, Julián Marías, Federico García Lorca, Miguel Hernández y unos cuantos más. Mi natural desorden y descuido pudo haber dado al traste con unos libros que hoy son como un tesoro, afortunadamente ha habido alguien más consciente, culto y cuidadoso que los  ha conservado, junto a otros editados por "Losada", "Áncora y Delfín", "Destino", etc.

La permanencia de estos libros de "Austral" en la biblioteca familiar, como la existente en la casa del viejo político recién empezada la posguerra, y en tantísimas casas españolas, sirve entre otras cosas como homenaje a la generación de nuestros padres, quienes de una forma u otra sufrieron los dolores de una guerra y las penurias de una posguerra sin por ello perder su afán de leer, de conocer, de cultivar su espíritu y entretener su mente. Esos libros verdes, azules, anaranjados, granates, negros, ... hoy posiblemente "desconchados", a lo mejor con más polvo del debido, con páginas amarillentas y tapas deslucidas, suman a una tasación material más bien escasa, un valor cultural y sentimental elevadísimo.

Los libros de "Austral" que inundaron las estanterías en los años 40, 50, 60, ... acreditan también que en España se leía, que había un interés cultural, que los obstáculos de un régimen autoritario, ausente de libertades, no impedían ejercitar ese hábito tan importante de la lectura, ese ejercicio que supera en importancia el interés de las series televisivas, tantas prestaciones de internet, el cultivo de las redes sociales o los pasatiempos que ofrece cualquier "smartphone". Y quienes hicimos primaria y bachillerato en la época del desarrollo escuchamos a nuestros padres hablar también de García Lorca, Neruda o Antonio Machado, que no fueron escritores de primer nivel que nos descubrieran los prohombres del progreso, sino poetas y narradores que conocimos y de cuya existencia y obras teníamos pruebas en casa disfrazadas de libro de bolsillo.

A partir de ahora, cada vez que vea un ejemplar polvoriento de "Austral" sentiré algo especial, recordaré cuántos grandes hombres se sirvieron de esos libros de cuatro perras para prosperar en sus conocimientos, para  crecer en sabiduría. Al mismo tiempo, y con todos los respetos, me servirá para recordar que hubo vida antes de Amazón, los e-books y las edicisiones costosas.




2 comentarios:

Brunetti dijo...

Tu post de hoy me recuerda a algo que leí una vez en un breve y delicioso libro del bibliógrafo Jesús Marchamalo titulado "Tocar los libros", que creo que me recomendaste tú (o quizá te lo recomendé yo a ti, vete a saber).

Decía Marachamalo algo así como que es una verdad indiscutible que la tenencia de libros en las estanterías de nuestra casa denota cierta autoridad cultural, dotan de prestigio a su poseedor y son un signo de aspiración intelectual.

Se podría decir de cualquier otra manera, pero dudo mucho que resultara más claro.

Salud!

Modestino dijo...

Ese libro me lo prestase tu ... y es una joya.