El de la música es, sin duda, uno de los mundos más maravillosos que existen. Dedicarse, profesionalmente o como simple afición, a la música es un privilegio al que se llega tanto por los dones recibidos como por el esfuerzo personal, pues salta a la vista que a la excelencia musical solamente se llega con trabajo, constancia, renuncia, ... Quienes forman parte de una orquesta, un grupo musical, una coral, ... suelen afirmar -y saben lo que dicen- tanto que tal pertenencia exige sacrificio y abnegación, como que se trata de una experiencia tremendamente reconfortante, un sueño, una fuente inagotable de satisfacciones.
Siendo un lego absoluto en la materia, y asumiendo que en cualquier orquesta o similar todos y cada uno de sus miembros, cada instrumento musical tienen una importancia capital para el buen resultado final de una pieza, una interpretación, no puedo evitar reflejar mi experiencia, como simple espectador, al presenciar cómo en diversas ocasiones y en distintos grupos he observado la concentración extrema de quienes tocan el violín. Ya de entrada se trata de un instrumento que exige una postura francamente incómoda, el mantener un equilibrio con ambas extremidades superiores, las dos ocupadas, a la vez que no perder nunca la atención de quien dirige todo. Cuando me he fijado en los violinistas he notado reflejada en sus caras, en sus ojos, en su actitud, una tensión llamativa, los cinco sentidos puestos al servicio de la perfección y el éxito de una interpretación. ¿Qué hay detrás? ... imagino que muchas horas de ensayo, la responsabilidad de hacerlo bien, de no fallar ni decepcionar a un grupo que más que nunca tiene que funcionar al unísono, la materialización de la virtud y el arte y, ¿por qué no?, el deleite supremo de quien se siente un privilegiado.
P.D. Dedicado a muchos y a muchas que me provocan sana -muy sana- envidia.
4 comentarios:
Muchas felicidades ¡¡🎂🎁🎈🎉
Gracias ... y quien eres? ;) ;)
Soy opinadora
:) :) :)
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