En los últimos años es frecuente leer o escuchar a quien reniega de la Navidad, se afirma que son días que no gustan nada, que ese pretendido espíritu navideño es artificial y se institucionalizan comidas, cenas y regalos que no son más que reclamos para consumir sin orden ni control de manera que uno termina hasta las narices de celebraciones, jolgorios y familia. A mí tampoco me gusta ese consumismo que gira en torno a las fiestas navideñas, ese exceso de gasto y boato que corre el peligro de convertir casas, calles, y establecimientos en víctimas de los anuncios y demás reclamos publicitarios. Pero no por ello renuncio al espíritu navideño ni a ilusionarme con unos días que me traen recuerdos hermosos, me invitan a querer más al prójimo y, sobre todo, tienen para mí una significación tan cierta como hermosa. A lo que añadiré que no me parece de recibo que se aprovechen las desviaciones que ocasionan los intereses comerciales para cargar una vez más contra todo lo que huela a cristianismo.
Estamos, o eso parece, en una sociedad libre por lo que habrá que respetar las costumbres y actitudes de cada cual; quien no participe de los aires navideños podrá, en la medida de lo posible, abstenerse de celebraciones, como yo lo hago en fiestas que no me gustan como Carnaval y Halloween, pero sería de agradecer que quienes nos planteamos las cosas de otra manera podamos disfrutar esta época sin sentir dedos acusatorios ni miradas reprochadoras, más que nada porque pienso que no son justas. Yo por mi parte pienso seguir celebrando los días, gastronomía incluida, con aquellos a quienes aprecio -incluyendo algún compromiso menos apetecible- y haciendo los regalos que las circunstancias actuales me permitan. Y al mismo tiempo, trataré de no convertirme en esclavo de ese innegable consumismo y cierta artificialidad que no niego, buscando el verdadero sentido de la Navidad, que existe y que, desde mi punto de vista, se encuentra volviendo a la tradición y a sus orígenes.
6 comentarios:
Muy buena entrada. La gente que rechaza la Navidad, es básicamente porque cree que los demás nos esforzamos en mostrar un espíritu navideño, pero no se dan cuenta de que realmente estas fechas nos ilusionan.
A mi me gusta mucho la Navidad, lo que no significa que vaya por la calle dando saltos de emoción y felicitando a todo con el que me cruce. También trato de moderar los tan de moda "amigos invisibles" y de que las comidas de navidad no superen precios razonables.
La ilusión viene realmente de pequeños detalles (pero que en nuestra sociedad tienen su gasto y hay que estirarse el bolsillo), como son decorar tu casa, con el belén, el árbol, velas, y demás; la excusa para juntarte por fin con todos tus amigos; el recibir y regalar postales de Navidad; el pensar un regalo adecuado para hacer...
Además me parece que no se trata de crear polémicas artificiales y me temo que, a veces, con segundas intenciones.
Es difícil encontrar el espíritu navideño entre tanta superficialidad. Un beso.
El domingo pasado visité Toledo con la sana intención de gozar del arte del Greco y de la monumental ciudad.
Lo intenté en vano, pues tras ser rodeado por trescientos cuarenta mil seiscientos catorce japoneses (con sus correspondientes cámaras digitales), mi poder de abstracción se fue difuminando de forma contundente.
Pero...
Descubrí un rincón precioso, no muy grande, de tal suerte que sólo habían treinta y cinco mil nipones (con sus correspondientes cámaras digitales).
La Sacristía de la Catedral.
Así de topetazo, media docena Grecos, un Goyazo y la solemne proximidad de todo un Velázquez.
Entonces miré hacia arriba, y descubrí un fresco potentísimo de un napolitano increíble.
Hacia arriba no hay nadie.
Sólo la luz y los colores.
Ni una cámara, ni un nipón, ni la consabida turista vestida de verano en mitad del invierno que distrae tu atención.
Sólo tú y la belleza.
Tu mirada curiosa.
La luz, los colores.
...
Me apoyé en un marco de granito, deslicé mi mano por el mismo, tumbé mi mirada para recorrer la bóveda con pausa.
Me ausenté.
...
Y entonces fue cuando me acordé, que pronto es Navidad.
Y que hay que mirar como los niños.
Por encima de las nubes.
En las bóvedas donde se escribe la Historia con letras de colores.
...yo aprovecho para felicitar la Navidad a los musulmanes que pasan por la oficina, y curiosamente no les importa.
La Navidad es un tiempo distinto para casi todos, sin duda; pero muy especialmente para los niños. Teniendo alguna criatura en casa, créeme que es otra historia. Pura magia.
Para mí, ese descubrimiento, ha sido un antes y un después. O un antes y un ahora.
Feliz Navidad a todos.
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