Viernes y sábado estuve por la Costa Dorada; entre Salou y Tarragona pasé un par de días gratos que me vinieron bien para esa sana tarea de desintoxicación de los agobios habituales que tan bien nos suele venir de vez en cuando. Dos días dan para mucho, y podría hablar de sucesos, sentimientos y personas, pero por una parte no pretendo hacer balance de un viaje sin mayor trascendencia y por otra, tampoco deseo ni entrar en intimidades ni poner colorado a nadie con halagos y agradecimientos, aunque motivos tengo en abundancia para ambas cosas.
El sábado me apunté, como ya había hecho otras veces, a un almuerzo matinal en la terraza de una modesta cafetería ubicada en la Rambla Nova; el día ha ido apareciendo y poco a poco los tarraconins van ocupando la arteria principal; sentados en el velador desaparece toda sensación de prisa y solamente te tienes que preocupar de dar modesta satisfacción al apetito y compartir placeres discretos, sensaciones gratas y estilo sencillo con el resto de partícipes, que da lo mismo sean dos, tres o siete. En esta ocasión la cosa quedó en un "tú a tú", pero pienso que yo y mi interlocutor no necesitamos más, un café con leche, una Coca-cola "Cero" y un bocadillo de butifarra blanca -hagamos por una vez país- para cada uno se convirtieron primero en objeto de deseo y posteriormente en suculento desayuno: alguno pensará que nos conformamos con poco, pero en esos momentos no necesitábamos ni servilletas de encaje, ni mayordomos de librea ni teteras de plata ... ni siquiera huevos fritos con chorizo.
Y antes y después de dar buena cuenta a los pedido, la buena conversación, el saber valorar el buen clima, la curiosidad de observar ambientes y paseantes, la gratitud hacia el buen servicio de la bien parecida camarera de la sonrisa y el tatuaje llamativo y la satisfacción de la buena compañía bastaron para convertir un momento objetivamente simple en subjetivamente grandioso. Y quien no sepa valorar estas cosas, no me cabe duda de que se las pierde, ... además de errar notoriamente.
5 comentarios:
Este 'post' tuyo tan enternecedor (o, al menos, a mí me lo ha parecido) me ha traído a la memoria, no sé por qué, una anécdota que se cuenta de Azorín, Galdós y el torero Machaquito, que eran muy amigos y, al mismo tiempo, muy lacónicos.
Un día, estaban paseando por El Retiro madrileño y el paseo se prolongó durante mucho rato sin que ninguno de los tres dijese una sola palabra. Al despedirse, se abrazaron efusivamente y se dijeron: “Qué buen rato hemos pasado; tenemos que repetirlo”.
Pues eso.
Enorme anécdota¡¡¡.
Buena historia...pero Tarragona ya no es lo bonita que era!!!
Tarragona sigue teniendo el Mediterráneo ...al menos.
Sí, tienes razón. Además, parte de mi niñez sigue jugando en su arena...El resto ya lo conoces
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