26 de julio de 2013

Drama en Santiago



En 2010 tuve la enorme suerte de asistir al magnífico espectáculo de luz y sonido que cada noche del 24 de julio se celebra en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela; ¡quién podía decir entonces que justo tres años después un terrible drama estallaría en las inmediaciones de la histórica ciudad gallega al descarrilar el tren Alvia que iba de Madrid a Ferro!l; más de ochenta personas han perdido la vida y por lo que cuentan al hablar del estado de los heridos es previsible que la cifra supere el centenar. Se trata de una de esas ocasiones en las que el alma se queda encogida y surgen en el interior sentimientos encontrados: una tremenda pena por las víctimas y sus familias, un espontáneo deseo de solidaridad, como una impaciencia insoportable de poder hacer algo y un dolor de esos que se aposenta y mantiene por dentro sin que puedas, ni posiblemente quieras, evitarlo. Dios sabe más y seguro que sabe sacar algo bueno de tanta desgracia, pero no nos puede aliviar ante el drama.

Como tantas veces en este país llamado España del que tanto nos quejamos, ha aparecido con la fuerza desbocada de un río desbordado la solidaridad de tantos españoles de bien que han ofrecido sus horas extras, sus iniciativas personales, su propia sangre y todo su apoyo incondicional para poder aliviar en lo posible las enormes secuelas del siniestro. Estas tragedias mueven a que saquemos lo mejor de nosotros mismos, y por mucho que la pena sea tan grande, semejante realidad no deja de aportar un toque de optimismo y aire fresco a la situación. También habrá que depurar responsabilidades, aunque me parece algo frívolo ese inicial arranque que atribuye las culpas a la excesiva velocidad que parecía haber impuesto el maquinista, y con el paso de las horas da la sensación de que los motivos hay que encontrarlos en otro tipo de fallos. De cualquier manera, confío con toda sinceridad que nadie intente sacar provecho espúreo del accidente, y que nuestros políticos no se dediquen a tirarse los muertos unos a otros.

Hace dos años cogí este mismo tren, hace tres estuve el 24 por la noche en ese inolvidable espectáculo de luz y color de la Plaza del Obradoiro. Y en ambas ocasiones disfruté de la manera de ser dulce y cariñosa de los gallegos, dulce y cariñosa como su idioma. Sirva esta breve entrada para homenajear a quienes realizaron, sin ser conscientes, su último viaje, de consuelo a quienes les lloran y de unión personal al dolor de toda España y a las oraciones de los que rezan.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Debemos saber que ocurrio ,para poder evitar que se repita.

Susana dijo...

Estoy de acuerdo contigo pero a veces me gustaría que los medios de comunicación no se cebaran tanto con las víctimas y los familiares. Un beso.

Brunetti dijo...

Ya sabes que mi opinión acerca de España no es, en general, muy positiva, a diferencia de aquellos a los que se le llena la boca con solo pronunciar su nombre y que se creen (ignoro los motivos) que somos el ombligo del mundo.

En momentos como este sería muy fácil hacer leña del árbol. No sería justo.

Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme por qué demonios somos el país de Europa (y posiblemente del mundo) donde más desgracias y catástrofes se producen (me refiero a desgracias fácilmente evitables).

Cuando no es un avión en Barajas, es otro en Afganistán; cuando no es un autobús repleto de pasajeros, es un barco en Banyoles o un petrolero que se deshace ante las costas de La Coruña y lo deja todo momificado; o es un camping construido en medio de un torrente que se desboca y causa 80 muertos; o una epidemia provocada por la venta de aceite adulterado; o ...... En fin, no tengo tanta memoria para acordarme de tantos y tan variados sucesos.

Algo hacemos mal, o muy mal en este país nuestro, amigo mío, porque no todo puede deberse al puro azar o a la mala suerte.

¿No será que estamos siempre improvisando y poniendo pegotes?

Estoy completamente seguro de que, en cuanto avance la investigación de este desgraciado accidente, saldrá a la palestra la responsabilidad de algún cargo político.

¿No estará en realidad ahí incrustado, en nuestra clase política, ese mal fario que parece perseguirnos?

Un abrazo,

Modestino dijo...

No discuto lo que afirmas en tu largo, vehemente y visceral comentario, pero tambien hay linchamientos publicos y mediaticos, ahora mismo en twitter, facebook, foros, ... todo el mundo presume de lo mucho que sabe de cuestiones ferroviarias, porque tras el teclado y frecuentemente amparado en el anonimato todos saben mucho de esto, como de cuestiones economicas, de negocios bursatiles, del proceso penal -y civil- y de la burbuja inmobiliaria. Tambien en España abunda el sensacionalismo mediatico y la aficion al linchamiento.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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