4 de enero de 2013

Recuperar la frescura


Una vez pasada la barrera de la cincuentena, con más de media vida a cuestas, vas notando cómo los síntomas de la vejez comienzan a asomar; por supuesto que aún no eres un anciano, ni mucho menos, pero poco a poco van asentándose en el cuerpo -y en el alma- sensaciones que unos años antes ni te planteabas: hace tiempo que olvidaste lo que es dormir de un tirón, en mayor o menor medida acumulas secuelas más o menos graves en la salud, si un día comes más de la cuenta lo pagas con creces, en cuanto te descuidas caes en la impaciencia y el tedio antes situaciones que antes te divertían, hay estímulos antiguos que ahora te mueven a la ironía y el escepticismo y te empieza a cansar lo que antes te llevaba al entusiasmo. Es ley de vida y cada cual debe aprender a llevar tales situaciones con la mejor elegancia y decoro posibles, pero al mismo tiempo uno siente el deseo de que todo lo citado no termine convirtiéndote en un viejo gruñón, ni en un "enteradillo amargado", ni en un nostálgico de antiguos recuerdos generalmente edulcorados, es decir, necesitamos recuperar frescura, porque frecuentemente es cierto que uno no envejece por la edad sino por la actitud y nos conviene conservar el alma fresca.

No creo que haya recetas fijas, y cada cual tendremos que buscar la forma de revitalizar las arrugas del alma, pero pienso que hay dos planteamientos que están al alcance de cualquiera y tienen su atractivo. En primer lugar, me parece que es bueno intentar vivir manteniendo la ilusión ante las pequeñas cosas que nos ofrece la vida: una cena con los amigos, una partida de mus, un reencuentro con viejos conocidos, una película que en su día nos deslumbró, un libro recién publicado de un autor que nos gusta, o uno antiguo que nos apetece releer, un paseo a pie o en barco, un paisaje de montaña, una puesta de sol, el regreso a lugares donde vivimos hace muchos años, una colección recomenzada, un encuentro inesperado, un hallazgo evocador, una sonrisa bella y sincera de un niño, ... o de una mujer, ... es posible que el paso de los años haya desdibujado nuestra capacidad de asombro, gozo o esperanza y recuperarla puede ser la vitamina.

Por otra parte, no cabe duda de que buena parte de nuestras canas espirituales pueden pasar a ocupar papeles secundarios si encendemos en nuestro interior el deseo de ayudar al prójimo; en estos tiempos de crisis y desdichas no es experiencia poco grata el hallazgo de tanta gente que reacciona con la solidaridad: Cáritas, los Bancos de Alimentos, las asociaciones de ayuda, ... han aparecido como rocío escondido muchas personas dispuestas a gastar sus energías reparando en lo que pueden los que la crisis destroza. No tengo ninguna duda de que la solidaridad con los demás sirve de alivio no sólo a las carencias de quien está en situación precaria, sino al propio espíritu de quien ha decidido arremangarse y poner su granito de arena. Y en esas estamos, buscando la manera de recuperar la frescura.


10 comentarios:

Anónimo dijo...

Algunos días no me puedo ni levantar; pero tengo que hacerlo.
Más que al sentido de la obligación, a la que esos días no puedo apelar, tengo que buscar motivos más profundos para no dejarme caer.
Pensar que con mi trabajo estoy ayudando a otros me sirve.
Los mismos remedios que citas para recuperar la frescura los utilizo para salir de ese estado de tristeza; quedar con amigos(que como ya me conocen no se asustan de nada) hacerme algún regalo (que no tiene ni que ser caro) correr (más de una hora por lo de las endorfinas)...

Modestino dijo...

Tú eres grande!

Susana dijo...

Algo bueno de la crisis es que ha recuperado a personas que la sociedad ya había retirado. Un beso.

opinadora dijo...

Es triste que el paso del tiempo nos merme las fuerzas,lad capacidades ,etc.Y darnos cuenta que el tiempo es limitado.Pero se debe suplir con otras cosas ,la experiencia acumulada,distinguir lo que es importante y lo que no.Valorar cosas que quizá antes pasaban desapercibidas,etc
Y quizá pensar en el pasado sólo lo imprescindible

Driver dijo...

Tengo más de cincuenta,
así que ahora caigo,
reflexiono y anoto,
para caer en la cuenta.

Que si algo nos duele,
las gracias hemos de dar,
pues es señal certera,
que de momento,
no vamos a palmar.

Pues es el dolor conocimiento,
de nuestra presencia terrenal,
estoy vivo y en lo cierto,
al afirmar, que la vida,
no nos trató demasiado mal.

Que luchamos por aprender,
leímos cuentos y tebeos,
en nuestras infancisa celestes,
donde los dulces eran de miel,
y la leche y el Cola-Cao,
los tomábamos calientes.

Después fuimos a la mili,
estudíando o trabajando,
soñando que algún día,
nos llevaríamos al altar,
a Carmen, Lola o a la Pili.

Construyendo puentes,
o resolviendo expedientes,
pedidos créditos bancarios,
y nos los dieron...
un puñado de becarios.

Después vino la gran crisis,
y nos pilló algo mayores,
más no caímos en lloreras,
pues en el fondo,
tan sólo somos...
una docena de guaperas.

Abrimos puertas a las señoras,
saludamos con respeto,
nos quitamos el sombrero,
luego...
algo nos queda de caballeros.

Y si al final,
llegase la Revolución,
seríamos de los primeros,
en la trinchera, gritando:

¡Somos carne de cañón!

Y si quieres que te diga,
como ser feliz de verdad,
sal un sábado a pasear,
charlar o a bailar,
con ese tipo elegante,
que esconde la fuerza de un titán.

Vete a compartir tus días,
canta con él la canción,
dulce de la experiencia...

¡Sal de marcha, con tu amigo!

El bendito cincuentón.


Modestino dijo...

Desde luego es un error grave prescindir de la experiencia, la madurez, él sentido común. Comparto tu idea, Susana.

Modestino dijo...

Pensar en el pasado lo imprescindible ... él problema es delimitar el tamaño de lo imprescindible.

Modestino dijo...

Muy currado, Driver.

Reina Reyes dijo...

La maravillosa frescura...
YO quiero morir joven pero la más tarde posible.

Modestino dijo...

Buena frase y buen deseo. Mucha suerte!.