26 de marzo de 2012

Saber envejecer

Siempre he sentido admiración hacia Paloma San Basilio; ya me entro por el ojito derecho cuando hizo sus primeros pinitos televisivos como presentadora junto a Mercedes Ibáñez, Marigel Alonso y una argentina llamada Cristina Verón en un programa cuya voz cantante llevaba Joaquín Prat y que se llamaba "Siempre en domingo"; me ha encantado su forma de cantar y su estilo y he disfrutado con los temas de su gran éxito "Evita", así como canciones tan ingeniosas como "Juntos", tal elegantes como "La hiedra" e incluso con su poco lucida intervención eurovisiva con "La fiesta terminó". Por esta razón me ha decepcionado algo cuando al ver algunas de sus más recientes fotos he comprobado como ha caído en la tentación de disimular el paso de los años a base de estiramientos de piel y ensanchamientos de labios. Comprendo que quien vive de actuaciones en el escenario debe de poner los medios para presentarse ante los espectadores en las mejores condiciones, pero me temo que una vez más se ha convencido el esfuerzo por conservarse joven con el error de inclinarse por la opción de lo artificial, por forzar a la naturaleza. Al fin y al cabo, hay ejemplos de sobra que acreditan el encanto de quien envejece con naturalidad, dignamente ... así uno no puede evitar pensar en María Dolores Pradera, Katherine Hepburn o esa gran dama de la escena española que fue Aurora Redondo.

A las personas nos ocurre con frecuencia que nos entra una repentina rebelión frente a los efectos colaterales del paso de los años; de la misma manera que todos vivimos en su día, con mayor o menor furibundia, la crisis de la adolescencia y, entre otras maneras de hacer, buscábamos mostrar unas apariencias que no casaban con nuestra situación real, posiblemente por aspirar a una madurez de la que carecíamos, cuando al hilo del tango "las nieves del tiempo platean nuestra sien" volvemos la oración por pasiva y se nos van los demonios cuando comprobamos esas tristes manifestaciones que se inician pasado el ecuador de la vida y que alguna vez pensamos, con fatua ignorancia por cierto, que nunca nos iban a suceder a nosotros. Yo he contemplado, y lo sigo haciendo, formas de envejecer dignísimas y envidiables, nuestros abuelos y nuestros padres solían asumir con naturalidad la pérdida de facultades, las grietas corporales y esa decadencia progresiva que afecta al pelo, a la piel, al oído, ... Por eso, uno tiende a sentir una mezcla de lástima y rubor cuando observa esos rostros acartonados de hombres en edad de convertirse en cariñosos abuelos que optan por vestir como jovenzanos y maquillarse como galanes de cine, o la forma de dilapidar los cuartos en "liftings" y "botox" de más de una sesentona que no se da cuenta de que no es tan falso eso de que la arruga puede ser bella.

En las últimas décadas la ciencia y la medicina han avanzado muchísimo, la esperanza de vida se ha alargado de manera que a la edad en que hace 50 años estabas en el tiempo añadido de la vida ahora aún se te considera una persona joven; pero todo tiene un límite, y tanto envejecer como morir son ley de vida. De la misma manera que con frecuencia te tropiezas con quien se niega a hablar de la muerte como si fuera un tabú impronunciable, parece que se impone una resistencia a envejecer, a admitir en el cuerpo, en la cara, los efectos del paso de los años. Pero se trata de una rebeldía tan equivocada como inútil, cuando nos peinamos las canas -si es que nos peinamos algo-, al mirarnos las manos nos vienen a la memoria los días de infancia en los que visitábamos a nuestros abuelos, la visión del espejo del cuarto de baño comienza a ser más patética que otra cosa y en nuestra cara asoman las patas de gallo no hemos de ver más que las huellas de nuestra experiencia, los ecos de lo vivido y la esperanza de seguir luchando para poder marcar los hitos de nuestra propia historia.

20 comentarios:

Susana dijo...

Estoy de acuerdo. Nuestra cara refleja lo que hemos vivido y una cara sin expresión por la cirugía es como un maniquí de plástico. Un beso.

paterfamilias dijo...

¿No hay más comentarios?

Quizá la gente está muy ocupada o ... ¡se han sentido aludidas! ;-)

Espero saber envejecer dignamente, pero de momento ya empiezan a "molestarme" ciertas muestras evidentes del paso del tiempo

ana dijo...

No nos han enseñado a ser, tampoco a mirar, a observar la belleza auténtica.

Tampoco sabemos admitir cada uno de los cambios que los años le van dando a nuestro físico. Nos hemos olvidado de la verdadera belleza.

Me encantan las manos de mi madre, y las mías poco a poco se van pareciendo a las de ella, y es curioso, también recuerdo las mías cuando miro las manos de mi hija... las manos de mi madre son de genética dominante, y permanecen a lo largo de las generaciones porque también las puedo intuir en las manitas de una sobrina chiquita.

Y qué importa su vejez, me digo, con la belleza que transmiten en su gesto.

Hemos olvidado que la belleza es algo inherente a la persona, que no depende de lo estirada que tengas la piel, ni de los morros que te hayan colocado.

En fin... lo que nos quedará por ver.

Saludos.

veronicia dijo...

Estaba esperando a ver si alguien mas se animaba a comentar...
Bueno;para mi envejecer, la cirugía y la dignidad no son excluyentes.

Modestino dijo...

Yo creo que la gente tenemos cada vez menos tiempo -y a veces menos energías- para seguir los blogs y comentar.

Modestino dijo...

Escuché en una ocasión que al final uno tiene la cara que se ha ido labrando a lo largo de su vida.

Modestino dijo...

Sabias palabras Ana. Tendré que pedirte que interpretes mis manos ;)

Modestino dijo...

Por supuesto que no lo son, pero hay cirugías que hacen perder cierta naturalidad ... pienso.

Anónimo dijo...

Dicen de uno que se miró un día al espejo y pensó ¿soy yo, o mi padre?
No sé si te ha pasado eso

Consuelo

Modestino dijo...

A mí ya casi me pasa que me confundo con mi abuelo ;)

Anónimo dijo...

La sociedad valora más la juventud que la vejez,la belleza que la inteligencia o la bondad,y así nos va

sunsi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Modestino dijo...

Sí ... así nos va, pero hay que confiar en que al final aprendamos.

Brunetti dijo...

Vaya por delante que considero que cada cual puede hacer con su cuerpo lo que le plazca, mientras no moleste, pero no me gustan nada esos rostros retocados.

Hace poco vi una foto de Andrés Pajares y se me antojó una momia. Algo parecido a lo que he sentido al ver esa foto que has colgado de la otrora gran Paloma.

Se me ocurre pensar, por ejemplo, que los que somos calvos desde jóvenes tenemos la ventaja (alguna habríamos de tener) de que envejecemos muy pronto; de manera que, cuando alcanzamos una edad digamos abyecta, ya estamos curados de ciertos gajes de la vida y, por lo general, nos conformamos con no perder la cabeza (ya que no el pelo).

P.D. Ayer en La Romareda hubo tal conjunción de astros, que si al acabar el partido me hubieran vaticinado que Obama va a ser concejal (ni siquiera alcalde) de mi pueblo, me lo hubiera creído.

Qué cierto es aquello de que el fútbol es tan maravilloso porque se juega con un balón redondo que bota y bota de aquí para allá....

Disfruta del momento, buen amigo, que ya te lo ibas mereciendo.

Pilar Lachén dijo...

A través de los ojos podemos ver el corazón, para mí lo realmente importante de las personas.

Modestino dijo...

Ya sabes que el fútbol es lo más importante de las cosas no importantes. Tu edad nunca será "abyecta", si acaso "probecta".

Modestino dijo...

Hay veces que los ojos brillan y otras que se apagan.

Brunetti dijo...

Pues ni "abyecta", como indicaba yo en mi comentario, ni "probecta", como indicabas tú. Lo de la edad es más bien "provecta", con V de victoria.

Desde luego, tú estuviste mucho más cerca que yo de acertar con el adjetivo, pero ninguno de los dos estábamos anoche especialmente sembrados.

Un abrazo,

Modestino dijo...

Tuve dudas y veo que opte por la inadecuada.

Brunetti dijo...

Es que la noche confunde.