30 de agosto de 2011

Una reacción imitable




Hace unas semanas hablé del último libro publicado por José Antonio Labordeta "Regular, gracias a Dios"; como ya dije en dichas "memorias compartidas" el ya fallecido político y cantautor aragonés nos contaba el diágnóstico y desarrollo del cáncer de próstata que sufrió y que acabaría ocasionando su fallecimiento. Con relación al momento crucial en el que el médico le confirmó que tenía la cruda enfermedad Labordeta relata una anécdota que tal vez para muchos sea superficial, pero que a mí me ha hecho pensar mucho, sucedido que debió producir cierta repercusión en el editor, pues el fragmento donde aparece es literalmente recogido en una de las solapas interiores del libro.

Nos dice el genial cantante que al salir del Hospital Provincial de Zaragoza junto a su mujer, tras conocer que tenía cáncer ésta le dijo que se iba a casa, mientras él contestaba que prefería antes tomarse un café, con lo que tras recibir el beso de su esposa -aprovecha Labordeta para confesar que hacía años que ella no le besaba en la calle- se dirigió en solitario al "Café de Levante", establecimiento que tenía sus preferencias. Habría que hacer aquí un inciso para alabar el gusto del hombre y referir que algún día tendré que dedicar alguna entrada al "Café de Levante", que representa tan bien el estilo y el alma de los viejos cafés de siempre.

Una vez en el citado lugar, Labordeta abandonó descartó la opción del café y decidió pedir un pincho de tortilla y una caña; acaba el relato afirmando que tras tomarse el primer sorbo de la cerveza "ésta me supo magnífica" ... algo que no me extraña, pues si la tortilla está bien hecha y la cerveza fresca, pocas cosas podrán superar semejante opción gastronómica. En un momento de la narración Labordeta aprovecha para defender la decisión de apalancarse en solitario en la barra de un bar, algo que no se suele hacer de ordinario -en un bar lo que apetece es la buena compañía y la sana conversación- pero que en determinadas ocasiones puede convertirse incluso en necesario.

La anécdota no da más de sí, pero resulta susceptible de provocar conclusiones; en primer lugar me parece de un temple y una categoría humana notables decidir pasarse por el Café Levante: a mí una noticia de este tipo sospecho que me cerraría el estómago, con lo que he de confesar mi admiración por quien es capaz de meterse cerveza y tapa entre pecho y espalda. También es cierto que en determinados momentos cruciales de la vida no viene mal cierta soledad, aunque las soledad de los bares siempre acabe resultando algo más compartida; además no deja de ser envidiable esa querencia por establecimientos concretos, y es que si uno tiene un médico de cabecera, un peluquero fijo o una tienda donde te calan la ropa que necesitas, ¿por qué no vas a tener un bar o cafetería de "cabecera"? José Antonio Labordeta describe con una sencillez tan encantadora como emocionante como pasó consigo mismo los momentos inmediatamente posteriores a un diagnóstico que era una condena.

Yo me planteo lo que hubiera hecho en su caso, y lo primero que se me ocurre es que hubiera ido al Pilar; aunque bien pensado la solución de Labordeta tampoco está mal, y no tiene porque ser incompatible, no sólo porque siempre puedes ir al Pilar y luego al "Levante" o viceversa, sino porque la caña también te la puedes tomar pensando que la Virgen te acompaña ... hasta que ha puesto la tortilla a punto.



12 comentarios:

Maireen dijo...

No había leído la entrada a la que te refieres porque entonces no conocía tu blog. Ahora la he buscado y la he leído.

Al haber bastantes casos de cáncer en mi familia, muchas veces me he preguntado cómo reaccionaría si me diagnosticaran esa enfermedad. Nunca se puede asegurar una cosa así hasta que no te ves en la situación pero, hoy por hoy, pienso que lo que no haría nunca es lo que he visto en muchos personajes, sobre todo del espectáculo, que consiste en una actitud de irracional "aquí no pasa nada", "esto está superado porque lo digo yo".

Me llama la atención que cuando le diagnostican un cáncer a una famosa como Rocío Dúrcal, Luz Casal o María Pineda, y las operan, el día que salen del hospital todos los periodistas comentan y escriben "Fulanita HA SUPERADO un cáncer...", como si fuera así de fácil. Y la experiencia lo demuestra. Hacen declaraciones con las que yo, si fuera una enferma de cáncer, me sentiría ofendida, del tipo "el que no se cura de esto es porque no pone suficientes ganas (o se rinde, o lo que sea)". Esa ceguera, ese negarse a aceptar que puede pasar cualquier cosa, ese endiosamiento que supone que con nuestra sola voluntad podemos cualquier cosa que queramos, me resulta de una soberbia mezclada con un optimismo infantil y estúpido. Luz Casal hizo unas declaraciones que me resultaron particularmente banales y ofensivas, a las que dediqué un post. Al cabo de dos años recayó, la tuvieron que operar de otro tumor, y entonces supongo que ya aprendió un poco, pues estuvo bien calladita.

Si me pasa, espero no andar como un alma en pena llorando por los rincones, pero tampoco con una sonrisa que no tiene más remedio que ser fingida, o de idiota.

Driver dijo...

La proximidad de la muerte nos empuja a ciertos comportamientos nada habituales.
Hace un año fui a visitar en compañía de mi padre a mi tía, enferma terminal en un hospital.
Fue una despedida en toda regla.

Al salir del hospital no sabía qué hacer con mi padre, hombre de 82 años.
El cuerpo nos pedía llorar, pero la mente nos lo impedía por alguna razón no escrita.

Así que entramos a una cervecería, donde una preciosa rubia nos sirvió varias idem.
Bebimos y charlamos un buen rato.

Mi padre tenía los ojos húmedos, pero al ser de la vieja escuela no se permitiño llorar delante de su hijo.
Así que hizo lo que algunos hombres de 82 años hacen cuando la vida aprieta.
Se dirigió a la rubia y le explicó de forma detallada lo que pensaba de su figura, de su sonrisa y de su semejanza con algunas modelos internacionales de la pasarela.

La señora sonrió, entendiendo que ciertos hombres en ciertas circunstancias no pueden hacer otra cosa que lo que siempre han hecho.

Piropear a la vida, para compensar la presencia de la muerte.
...
Al salir del bar, completé la faena.
Mentí a mi padre.
Le dije que no estaba en condiciones de conducir.
Le dí las llaves del coche a este hombre de 82, sólo para que tuviera la oportunidad de decir:
"No aguantas nada, chico".
...
Y entonces, sólo entonces sonrió.

En un día realmente complicado, el abuelo sonrió.

Modestino dijo...

Maireen: es posible que a esos famosos les pase lo que a veces nos ocurre a las personas: pretendemos adoptar una pose de serenidad, suficiencia, .... que no es real, porque cometemos el error de pensar que hemos de dar una imagen cuando simplemente se trata de mostrarnos como somos. Y la artificialidad, además, se nota.

Driver: me ha encantado lo que cuentas de tu padre, una anécdota personal y entrañable que te agradezco nos cuentes aquí.

Susana dijo...

En unas circunstancias tan duras es admirable no hundirse. Yo desde luego no podría quedarme tranquila. Un beso.

Modestino dijo...

Tranquilo, Susana, dudo que se quede nadie. Se podrá tener más o menos temple, pero una enfermedad de ese tipo, que te enfrenta directamente con algo tan real e inevitable como la muerte te afecta necesariamente.

sunsi dijo...

Intento meterme en la piel de Labordeta... Un pincho y una cerveza. Me parece que es una forma de saborear lo que muchas veces hacemos de forma rutinaria. Cuando te dan fecha de caducidad todo adquiere otra dimensión y se valora lo que con el tiempo pasa a ser costumbre. Como un regalo...

Desde luego, yo no creo que tenga los arrestos del cantautor aragonés.
Apuesto a que me habría ido al Pilar y habría soltado más de una lágrima.

Chulo post, Modestino

Modestino dijo...

Yo más que a serenidad, su reacción de irse al Café Levante la entiendo más como necesidad de estar solo, deseo de enfrentarte a la noticia en un ambiente de normalidad.

mujer prevenida vale por dos dijo...

Esto es un poco crudo pero yo soy asi... y ésto lo tengo muy pensado.

Dudo mucho que me diagnostiquen nada porque lo que es ir al médico... pero en el remoto caso ;lo primero pensar como destruir toda prueba médica que pudiera dar pista alguna de que he sido diagnosticada de cancer ( por supuesto no seguir ningun tratamiento)
Le daría gracias a Dios por muchisimas cosas.
Comería bien porque al mal tiempo buena cara... mientras busco un asesor fiscal pero bueno bueno... y que me asesore para sacar los mejores creditos con seguro vida.

No decir nada, hacer como si nada durante todo el tiempo restante... y como hasta ahora seguir disfrutando de mi trabajo y de mi vida hasta que sea evidente (para mi) que es cuestión de poco tiempo, entonces me voy de viaje a una tierra muy remota y carente de todo tipo de infraestructura donde por el seguro de viaje lo unico que retornen como mucho sean las cenizas.

tomae dijo...

...si a mi me diagnostican un cáncer de Próstata y me dan poco tiempo de vida, lo último que hago es dejar de fumar...

Modestino dijo...

Bueno, el tabaco tampoco debe afectar mucho a la próstata ...

Alberto dijo...

La reacción de Labordeta, no por admirable, es extraña. Normalmente cuando recibes una noticia así el mundo se te viene encima, lo digo por un caso de familiar cercanísimo y que, afortunadamente, ha superado el cáncer.

Yo supongo que me vendría abajo, no soy una persona optimista, por lo que pensaría lo peor. Y cuando recapacitase... probablemente en lo que me quedase de vida lucharía para librar al Real Zaragoza de toda la inmundicia que le rebosa, empezando por el sátrapa Agapito. No tendría nada que perder...

Modestino dijo...

No es mala idea esa: no tener nada que perder y decir lo que uno piensa sin reservas ... peligroso, no obstante ...