16 de noviembre de 2010

Lluvia amarilla




El pasado sábado hice el recorrido Panticosa- Santa Elena; dos horas desde la estación de esquí hasta Hoz de Jaca y otras dos, largas, desde Hoz hasta la ermita de Santa Elena. Como en el intermedio paramos un poco a comer un sandwich y observar desde un espectacular mirador estuvimos unas cinco horas de trayecto, algo que es indudablemente bueno para la salud, aunque el domingo anduve resentido de ambos gemelos.

A lo largo del camino pasamos por lugares preciosos, especialmente por sendas angostas llenas del colorido propio del otoño, pero si tuviera que elegir el paraje más bonito del recorrido no tengo ninguna duda de que optaría por el espectáculo de la lluvia amarilla que vimos durante la primera etapa de aquél, tanto como paisaje bañado por millares de hojas caídas como la zona en la que presenciamos el fenómeno en vivo y en directo. Puedo asegurar que la imagen que vieron mis ojos es de las más bellas que recuerdo.

Hace un par de años leí el libro de Julio Llamazares titulado precisamente "Lluvia amarilla", una novela ambientada en el abandonado pueblo de Ainielle, situado no demasiado lejos de nuestro camino de ayer, un relato tremendamente triste y melancólico pero muy bien escrito y que refleja perfectamente este fenómeno de la naturaleza. Se trata de una novela de primera categoría que ha llevado, al menos a los amantes de la buena literatura, al descubrimiento de esta pequeña localidad pirenaica y al conocimiento de lo que es la lluvia amarilla, algo que como comprobé el pasado sábado deja una impresión inolvidable.

La naturaleza nunca te deja de sorprender; sobre todo tiene siempre nuevas manifestaciones con las que aportar a tus sentidos la belleza más perfecta posible y a tu espíritu la paz y la serenidad que ofrece siempre un paisaje que no tiene más explicación que la bondad de Dios y la riqueza de lo que ha creado.

Las fotos publicadas son auténticas y su perfección se debe a la hábilidad de un ilustre arquitecto que me ha permitido su publicación sin renunciar a sus derechos






7 comentarios:

ana dijo...

... un paisaje que no tiene más explicación que la bondad de Dios y la riqueza de lo que ha creado.

Hermosas estampas las de la naturaleza, siempre. Y sin derechos de autor, ahí están, en el horizonte, para poder capturarlas. Estampas que nos han sido regaladas... es ante ellas cuando decides que todo eso, toda esa maravilla, necesita ser protegida y paermanecer bien conservada. Tal cual es. Nos va la vida en su equilibrio.

Que sea un inicio de semana poco duro, a pesar de las agujetas!!!

Saludos.

Modestino dijo...

Las agujetas se van "limando". Y es cierto, sin derechos de autor.

Mariapi dijo...

¡Qué belleza! Gracias por compartirlo.

sunsi dijo...

He pinchado en la fotografía... cubre toda la pantalla. Me he quedado un rato observando... ¿Cómo será entonces la belleza de su Creador?

Gracias por las imágenes, Modestino

Modestino dijo...

Me costó elegir las fotos, porque había muchas muy bonitas.

veronicia dijo...

Las ramas peladas se ven con claridad para empiezar a podar los frutales. Hace tanto frio que ni las mejores botas ni los mejores guantes te protegen. Mientras caminas sobre un lecho de ocre el frio cortante te deja holer la tierra húmeda y el dulzor de las hojas.
Vivir del campo es muy duro.
Recuerdo cuando leí Lluvia Amarilla uno de los libros que más tristeza y vacio me han producido.

Un abrazo Modestino (me ha gustado mucho tu entrada:)

Modestino dijo...

Sí, el libro de Llamazáres -Julio- es tremendamente triste, pero está maravillosamente escrito.