Juan 8,1-11
Hace ya bastantes años, cuando vivía en Tarragona, un amigo, compañero de trabajo, me comentó que pensaba que yo era en exceso "criticón", insistiendo en que era ese mi mayor defecto; de entrada no me hizo ninguna gracia esa apreciación, pero acabé comprendiendo que, como decía una vez nuestro amigo Brunetti, los buenos amigos son los que te dicen que se te ven los mocos, y que este buen amigo -una excelente persona, tan inteligente que su cabeza va mucho más deprisa que la del resto del mundo- me estaba haciendo un favor con el comentario. No diré que desde entonces he dejado de serlo: no es nada fácil superar viejos defectos, pero sí que lo he intentado y que el consejo, por mucho que me picara, me ha venido muy bien.
Hay una versión del juicio al prójimo que es el cotilleo, o dicho con más tecnicismo, la murmuración. Tenemos una gran facilidad para despellejar al contrario, muy especial y cobardemente cuando no está delante. Y el cotilleo puede presentar formas bien diferentes, desde los simples comentarios de comadre parlanchina hasta las valoraciones hechas con la excusa de "ser justo", "precisar un tema" o "dejar las cosas en su sitio", argumentos que con frecuencia no ocultan sino las ganas que tenemos de poner en evidencia a quien no nos ha caído en gracia o entendemos "nos debe una". Y es que hay cotilleos que tienen su origen en la debilidad, la superficialidad o la ligereza y otros que esconden, sencilla y llanamente, "mala leche" ... o maldad a secas.
Hay otras formas de asumir la condición de "juzgadores" del prójimo; una de ellas es el hábito de etiquetar a la gente; pienso que es una costumbre demasiado extendida, que esta extensión recorre ambientes y personas bien distintas y esconde razones muy diversas. Hay quien etiqueta porque su léxico no incluye el término pluralismo y le parece mal todo aquél que se aleja de los cuatro criterios con los que funciona; otros lo hacen por complejo, algunos por encono y no pocos porque piensan que ellos están por encima del bien y del mal. Hay personajes con mentalidad profesoral, que siempre han de explicar y, sobre todo, corregir; y otros son una especie de guardianes de la ortodoxia, esos que siempre tienen que hacer precisiones, que no pueden evitar sentar cátedra de rigorismo y van con la lupa a todas partes, auténticos psicópatas de la última palabra.
Es demasiado fácil desacreditar, y se puede hacer de muchas maneras. En ocasiones lo hacemos sin maldad, frívolamente, y en otras con toda nuestra mala uva; en el ámbito profesional no nos damos cuenta de que con una simple frase peyorativa podemos hacerle mucho daño a alguien, y a lo mejor nos faltan datos o es una simple opinión; hay quien borra a otras personas porque son de izquierdas o de derechas, porque son unos "pijos" o unos "ratas", porque mean agua bendita o porque no van a Misa, .... y así podríamos extendernos con ejemplos hasta el infinito. Y esas desacreditaciones varían según los lugares, porque como cada cual somos de nuestra padre y de nuestra madre y nos movemos en ambientes y trabajos que también tienen sus peculiariedades, tenemos nuestros modos de tachar, de convertir a otros en leprosos de la vida; por eso no viene mal recordar eso de la primera piedra.
Hay juicios temerarios, hay juicios excesivos y hay juicios inoportunos; mejor nos iría asumiendo que no somos quienes para juzgar al resto, para emitir valoraciones sobre los actos y las intenciones ajenas; evidentemente un profesor tendrá que valorar un examen, un juez, unos hechos o los miembros de un tribunal de oposición unas aptitudes, pero deberán hacerlo ateniéndose a unos datos objetivos, a unas pruebas, a unos resultados, y malo sería que por esa condición asumieran un papel de árbitro del prójimo que no les corresponde. Si tuviera que resumir los medios que tenemos para aprender a no ser ni descalificadores, ni críticos ni intransigentes, hablaría de tres cosas: la necesidad de aumentar nuestra capacidad de ponernos en la piel de los demás, algo que exige querer al prójimo, única manera de comprenderlo; lograr la humildad precisa para ser consciente de que estamos lejísimos de ser mejores que nadie y no poseemos la verdad absoluta y adquirir cierta aptitud para la autocrítica, algo que me temo enseñan en pocos sitios.
16 comentarios:
Las etiquetas son preavisos envenenados. La anti-esperanza al mirar al otro.
Me doy cuenta de que me influyen, tengo que esforzarme incluso al corregir un examen: califico y después leo el remitente. Mil gracias por la reflexión.
Huy, Mariapi, si yo fuera profesor tendría que hacer eso: es cierto que nos influye mucho el concepto que tenemos de una persona a la hora de valorar lo que hace, y no debería ser así.
A veces las etiquetas las pones una vez que has visto como actúa la persona etiquetada. Yo intento dar siempre un voto de confianza inicial y mi percepción sobre ella cambia con sus acciones o por lo menos lo que entiendo que son sus acciones. Y es cierto, entonces la etiqueto sin haberle dado la oportunidad de "etiquetarse", pero es que me he llevado ya muchas decepciones por pensar en positivo de la gente.
Pwero una cosa es la etiqueta y otra la confianza; si alguien te falla es normal que si el fallo es reiterado, uno pierda la confianza en esa persona; pero eso no tiene que significar que uno le ponga ya el cartel de proscrito.
Uno elige sus amigos, evidentemente, pero siempre se puede dar otra oportunidad o aceptar que alguien puede rectificar.
Y hay otro tema, que es el pluralismo, porque a veces etiquetamos porque una persona no ha actuado, en nuestra opinión, bien, pero otras lo que pasa es que no asumimos que tenga pareceres distintos a los nuestros.
Milana bonita, milana bonita.
Tu comentario, Brunetti, ¿es un homenaje a delibes?, ¿o hay más profundidad en el mismo?.
Tu entrada de hoy es un compendio. Enhorabuena.No dejas flecos. Completo, claro... dando justo donde más duele. O donde más debería dolernos por el daño, a veces irreparable, que podemos hacer con nuestras "sentencias", comentarios...
Escribes sobre las etiquetas. Si me lo permites, creo que es una forma concreta de ver al hombre sin caridad y sin esperanza. "Ya se sabe...es así". Y el juicio me da que se emite desde una atalaya, desde una superioridad prepotente y dogmática.
¿Quién es quién para resumir a la persona en una frase pétrea, inamovible? ¿Quién es quién para leer el corazón del hombre? ¿Quién es quién para negar el beneficio de la duda? ¿Quién es quién para presumir que no hay cambio ni mudanza?
Los quiénes que no son quiénes carecen de la autocrítica que tú mencionas. Y la consecuencia es la falta de benevolencia, una mirada que no cuestiona nunca el error.
Dios nos libre de tener corazones duros como piedras y abofetear al personal ... Dios nos libre de emular a Atila... que por donde pisaba ya no crecía más la hierba.
Me guardo tu entrada. Es para leerla varias veces y de cuando en cuando para refrescarnos la memoria.
Gracias, Modestino.
Creo que ya lo hemos discutido en alguna ocasion. Uno de los problemas de las etiquetas es que indican lo cerriles que podemos llegar a ser sin darnos cuenta. Al final, una etiqueta es un campo semantico que aplicamos a algo al ponerla y que muestra nuestra gran incapacidad para discernir cosas.
Creo (y no pretendo ser "paz y flores") que el esfuerzo esta en saber considerar a las personas debajo de estos esquemas para organizar la informacion que son las etiquetas.
Soy un firme convencido de que, entre personas que no tienen los parietales prietos, debe ser absolutamente posible con un poco de esfuerzo llegar a encontrar puntos de acuerdo. Seriamos capaces de sorprendernos de lo que podriamos avanzar en muchas cosas en ese sentido.
En fin, me quedo con ganas de decir unas cuantas cosas mas, pero dejémoslo ahi.
Oye, Modestino: te aseguro que no tengo ni flores de como es posible que el FB me haya sugerido tu amistad. Estoy sorprendido entoavia...
Hemos de ir leyéndolo lentamente, ir analizando cómo es ese cuento en nuestra vida. Pero no resulta fácil... no.
Saludos, hoy es para quedarse en silencio.,. mira que dejarnos esto justamente hoy... viernes!!!
Reflexión, ahí nos dejas el punto de partida. Gracias ;)
Sí, Sunsi, Dios nos libre de tener los corazones duros, y de que la experiencia nos los endurezca.
Asier, lo del FB es sencillo: ellos juegan con los contactos del correo electrónico y, recordarás, intercambiamos unos mails hace un tiempo.
Ana, no pretendía causar dolores de cabeza ... ;)... Entre domingo y martes andaré por León, solamente he estado de paso y no sabes las ganas que tengo de conocer bien las vidrieras de la Catedral -la otra vez estaba cerrada- y eso del Húmedo.
Aaaalgo era ello...!
Sí, amigo mío, era un sencillo homenaje al gran maestro que nos ha dejado hoy. Sólo era eso. Y me alegra que lo hayas captado enseguida.
(Perdón por entrometerme, Ana). De tripón a tripón: en el barrio húmedo de León está el Restaurante Vivaldi; una sinfonía gastronómica que no deberías dejar de visitar (las vidrieras de la catedral, tampoco, claro, que está todo a un paso).
Debo decirte que he leído varias veces tu entrada antes de comentar, porque vale la pena pararse a reflexionar el contenido de cada uno de tus párrafos.
Por mi parte, intento siempre buscar el refuerzo positivo en mis alumnos y por ello me quedo con la parte final de tu entrada. En efecto, si nos pusiéramos una sola vez en el lugar de los demás, podríamos valorar las cosas de otra manera.
Pero como siempre habrá quien no entienda la diversidad y el pluralismo, pues hay que meter el dedo en la llaga. No desfallezcas, Modestino.
Saludos
He intentado encontrar quien dijo que para juzgar a otro primero habría que caminar cien días con sus zapatos…
Lo más triste suele ser que los defectos que mejor identificamos en los demás son aquellos que mas detestamos en nosotros mismos, y si es así ¿No tenemos ya suficiente con intentar mejorar nuestros defectos?
HOlas... pues sí, Brunetti, te sabes bien esta tierra... ;)
Modestino, pero si eso suena pero que muyyyy bien... venir a León... jajajajaja
... Bueno pues eso... que estoy!! Y hazle caso a la sinfonía de Brunetti... que sabe bien de qué habla... aunque hay una tabernucha que se llama Somoza... que creo que te iba a gustar mucho también. Bareto de los de antes... no sé por qué pero creo que te iba a gustar. Cazuelicas... etc...
Publicar un comentario