7 de marzo de 2010

La fina cantera de Pucela



En un mundo como es el del fútbol, que cada vez se parece más a un gran negocio, uno tiende a volver la mirada con cierta admiración a esos equipos que han sabido cuidar su cantera, a los clubs de donde han salido grandes jugadores, de esos que se llaman "de la casa", de confianza. Uno no sabe si la razón de que en unos sitios salgan más productos que en otros hay que encontrarla en el buen trabajo desarrollado en las canteras inferiores o simplemente pasa como con la tierra y hay zonas más "fértiles" que otras: posiblemente haya algo de cada cosa.

Siempre ha sido famosa la cantera vasca, con unos clubs como el Athletic y la Real Sociedad que siempre se han surtido, los bilbaínos con exclusividad, de jugadores nacidos en la región; también han salido muchos jugadores de primer nivel de las canteras de los dos grandes, Madrid y Barça, aunque frecuentemente éstos han tenido que irse a otro sitio para triunfar, salvo el caso del Barça de Guardiola, que juega como los ángeles con muchos jugadores salidos de la Masía. Aunque haya pasado por su travesía en el desierto, ha sido siempre fecunda la Escuela de Mareo, que ha dado al Sporting jugadores del nivel de Quini, Churruca, Cundi, Joaquín, Maceda, Jiménez, Manjarín, Juanele, ... y tampoco podemos omitir la escuela andaluza de Sevilla y Betis, caracterizada con frecuencia por sacar jugadores muy bien dotados técnicamente.

Desde hace muchos años he admirado la capacidad de aportar buenos jugadores de un equipo modesto como el Valladolid; desde que en la grada "Infantil" de La Romareda ví jugar en 1972 a Julio Cardeñosa, me quedé prendado del estilo que imperaba en los jugadores que salían de Pucela; recuerdo que al Zaragoza le costó mucho imponerse a un equipo en el que destacaban el lateral zurdo Pérez García, un jugador de buena técnica formado en el Plus Ultra, nombre que entonces recibía el actual Real Madrid-Castilla, el fornido central cántabro Docal, el interior Lorenzo, que luego jugó en primera con el Granada y Alvarez, un goleador impenitente por el que se interesó varias veces el Zaragoza; Cardeñosa, entonces un "pipiolo", salió en el 2º tiempo y maravilló con su toque y la inteligencia de su juego. Ese día el Valladolid formó con Llacer; Salvi, Docal, Pérez García; Segura, Berriozábal; Astrain, Lorenzo, Alvarez, Lizarralde y Sedano (Cardeñosa), equipo similar al de la anterior foto, con la excepción de los medios, que son Nozal y Endériz -un uruguayo de buena técnica que había jugado en el Zaragoza de los magníficos- y Cardeñosa, que aquí aparece como extremo zurdo titular.

Cardeñosa fue el primer valor vallisoletano del que fui consciente, aunque mucho antes de que comenzará a seguir ésto del "balompié" ya habían lucido jugadores notables en el club de Pucela, como Coque, Lesmes I, Lesmes II o Morollón, u otros que por aquellas fechas aún estaban en activo y habían comenzado a destacar en el fútbol profesional con el Valladolid, como Pereda, que fue el asistente de Marcelino en su famoso gol a Rusia, Rodilla, que formó parte de la delantera españolista de los delfines de la que hablé no hace mucho y De la Cruz, un lateral derecho que se fue al Granada y lo hizo tan bien que acabó siendo titular del F.C. Barcelona durante varios años. Julio Cardeñosa fue un jugadorazo; su apariencia era frágil, pues como decía el anuncio era "enclenque y delgadito", pero tenía una sabiduría futbolística fuera de lo común: sus formidable toque de balón, su enorme visión de juego, un dribling excelente y unas grandes dotes de mando hicieron de Cardeñosa, en mi opinión, el mejor "10" español de la época; hacía unos cambios de juego milimétricos, unos pases al hueco de primera figura y unos centros medidos y disparaba con frecuencia y acierto desde fuera del área; era el típico jugador que salía al campo con escuadra y cartabón. El Valladolid lo vendió al Betis, donde sentó cátedra, fue campeón de Copa e internacional, y aunque hay quien le quiso hacer pasar a la historia por el fallo de un gol decisivo, su entrada en el Olimpo del fútbol tiene su fundamento en motivos mucho más positivos y méritos de muchos años.

Chus Lándáburu es seis años más joven que Cardeñosa, pero comenzó a jugar en el primer equipo del Real Valladolid muy poco después de él, pues debutó en la temporada 1971-72 con solamente 17 años. Era un jugador de constitución bastante más recia que Cardeñosa, pero estaba dotado igualmente de una buena técnica; también era centrocampista, pero a diferencia de aquél, solía jugar por la derecha, destacando por su toque de balón y un buen disparo. Landáburu fichó en 1977 por el Rayo Vallecano, que acababa de ascender a 1ª División, y en Vallecas rindió maravillosamente, saltando a la fama por marcar varios goles "olímpicos" directamente desde el corner. Al año siguiente fichó por el F.C. Barcelona, donde siempre cumplió, aunque eran los primeros años de José Luis Núñez, quien cada año fichaba 6 o 7 jugadores nuevos, algo que dificultaba el que un jugador se asentara, por lo que se fue al Atlético de Madrid, donde volvió a destacar cada domingo. Pocos tiempo después debutó con el Valladolid Díez, un extremo derecho de buena técnica que prometía mucho y destacó durante varias campañas en 2ª División; en el verano de 1979 se fue al Español, donde tuvo unos comienzos prometedores, pero se fue diluyendo y acabó regresando al Valladolid, terminando por ser uno de esos jugadores que se quedan a mitad camino.

Ni Cardeñosa ni Landáburu pudieron jugar con el Valladolid en la máxima categoría: los años 70 fueron para los castellanos una travesía en el desierto de la división de plata; en junio de 1980 los de Pucela lograron por fin el ansiado retorno a 1ª División, y lo hicieron con un equipo en el que brillaban con luz propia una serie de jugadores que habían rejuvenecido y dado nuevo impulso al equipo que ocho años antes había jugado con el Zaragoza; de entre estos destacaban Sánchez Vallés, un hombre de club que ocupó prácticamente en propiedad durante muchos años el lateral zurdo, Santos, un central seguro y expeditivo que fue siempre el típico hombre de club, Luis Miguel Gail, un joven espigado que empezó de ariete y acabó siendo el típico centrocampista "todoterreno" y luego fichó por el Betis, Jorge, un jugador pequeño, peleón y con hambre de gol y Borja, un interior zurdo de portentosa técnica al que las lesiones impidieron triunfar. En el equipo del ascenso destacaban también dos hombres formados en la cantera del Barça: el medio Moré, toda una institución en el club, y el goleador extremo Rusky. Una institución en Pucela fue Luis Minguela, capitán del equipo durante unas cuantas temporadas y que debutó siendo muy joven a finales de los 70; Minguela jugaba en el centro del campo, tenía un físico imponente y una excelente colocación, y, sin estar dotado de una técnica exquisita, jugaba con gran inteligencia destacando, por encima de todo, por su durísimo disparo: sus "pepinazos" dieron lugar a goles de auténtica categoría.

La década de los 80 fue la del asentamiento del Valladolid en la máxima categoría; a lo largo de estos años debutaron con el primer equipo una serie de jugadores que se asentaron en 1ª división, algunos de ellos tenían una enorme calidad y supusieron en su día unos buenos ingresos para las arcas pucelans. Entre todos ellos yo no tendría ninguna duda en elegir como el mejor a Eusebio Sacristán, un centrocampista de creación que organizó durante varios años todo el fútbol de ataque blanquivioleta y que en 1988 fue fichado por el Barça de Cruyff, con el que ganó varias Ligas y, por vez primera para los blaugrana, la Copa de Europa, formando parte del famoso "Dream Team" y de la selección española; Eusebio tenía una técnica depurada y también sabía sacrificarse en el campo. Durante esa época debutaron en el equipo dos laterales de primer nivel: Juan Carlos y Torrecilla; Juan Carlos fue un lateral zurdo leonés seguro y sobrio que destacó enseguida y jugó nada menos que con el Atlético de Madrid, el Barça y el Valencia, siendo titular la noche en que los blaugrana ganaron la Copa de Europa en Wembley contra la Sampdoria, mientras Miguel Torrecilla tuvo una trayectoria menos rimbombante, pero una calidad similar, jugando también en mediocampo.

Hubo un jugador que no respondía al estilo técnico de los Cardeñosa, Landáburu o Eusebio, pero fue igualmente un fruto brillantísimo de la cantera pucelana: Gabi Moya, el típico extremo rápido y eléctrico, con buen dribling y olfato de gol; destacó en el Valladolid y luego fue titular en Atlético de Madrid, Sevilla, Valencia y Mallorca: nada menos!. Goyo Fonseca fue un ariete con buena técnica y que tenía gol; debutó en Zaragoza marcando el tanto de su equipo en 1984 y tardó en coger la onda, pero cuando lo hizo se convirtió en unos de los delanteros estrella de la época, siendo vendido al Español, equipo con el que no tuvo suerte. Alberto y Manolo Peña han sido otros delanteros que tuvieron minutos en Pucela; el primero era un jugador alto y corpulento que peleaba mucho, aunque su juego resultaba algo tosco, mientras Peña era un jugador rápido que tuvo su tarde de gloria cuando le hizo un hat-trick al Barça en el mismísimo Nou Camp, fichando después por el Zaragoza, donde no tuvo ni suerte ni continuidad. Todo un personaje fue Onésimo, que en la actualidad dirige el primer equipo vallisoletano, un extremo bajito y recio que tenía uno de los driblings más endiablados que recuerdo; Onésimo hacía regates increíbles, jugadas de las que se ven pocas, pero frecuentemente acababa siendo más efectista que efectivo; el extremo jugó en el Barça de Cruyff y destacó también en el Rayo Vallecano.

El año 1992 el Valladolid se fue a 2ª División y hubo que comenzar de nuevo; afortunadamente el regresó se consiguió a la primera y la nueva década supuso el debut en la máxima categoría de nuevos valores de la cantera castellana; yo destacaría a dos por encima de todos: el portero César Sánchez, un auténtico portento en la portería y un hombre abierto y con personalidad fuera del campo; César triunfó en toda la regla en la portería vallisoletana y se fue al Real Madrid, donde dio un buen rendimiento a pesar de ls sombra de Casillas, estuvo tres años en el Zaragoza, siendo titular indiscutible y cercano a los 40 sigue dando guerra en el Valencia; el otro fue José Emilio Amavisca, un media punta zurdo que antes de triunfar en Pucela se fogueó en el Lleida; Amavisca era un jugador rápido, que entraba bien por las bandas y no se lo pensaba dos veces antes de disparar; también fichó por el Real Madrid, donde rindió a satisfacción y tras su etapa merengue jugó en el Depor, Racing y Español. Hubo tres jugadores que hicieron buenas campañas en el Valladolid, pero luego, al ser comprados a buen precio por equipos de teórico más relumbrón, no acabaron de explotar, los tres jugaban en medio campo: Fernando, un zurdo con olfato goleador que hizo una gran campaña 1996-97 y fue vendido al Depor, donde no hizo nada, Benjamín Zarandona, un mulato de muy buena técnica que se fue al Betis, donde al parecer le perdió su afición a la juerga sevillana e Iñaki, que jugaba de interior diestro y tenía buena técnica, pero tras fracasar en el Valencia deambuló sin pena ni gloria por Logroñés y Zaragoza.

La verdad es que no se si están todos los que son y si son todos los que están, pero me parece que he aportado razones para justificar mi tesis de que la cantera del Valladolid es una de los mejores de España y que si los de Pucela no fueran un club modesto necesitado de vender, hubieran podido conseguir más logros que los ya obtenidos, que son de mérito. Hubo otros jugadores importantísimos que también acabaron vendidos a precio de oro, pero no son castellanos; de entre éstos destacaría a dos: Fernando Hierro, un hombre que llegó a Valladolid casi de favor porque allí jugaba su hermano Manolo y que acabó siendo un baluarte en el Real Madrid y en la selección española y Caminero, recuperado de la cantera madridista y que fue vendido al Atlético de Madrid de Jesús Gil, donde consiguió hacerse fijo también en la selección. Podríamos hablar de otros grandes jugadores como César Gómez, Víctor y Marcos, todos ellos también de la cantera merengue, el central Moreno, un buen defensa que había jugado en el Valencia o Vicente Engonga, que tras irse al Mallorca también se convirtió en fijo de la roja; por no habalr de una buena serie de extranjeros, como el lateral izquierdo uruguato Amarillo, que fichó por el Barça, su compatriota "Polilla" Da Silva, que fue Pichichi, el hondureño Gilberto, el chileno Pato Yáñez, el goleador brasileño Vicente, el serbio Janko Jankovic, el croata Peternac o los porteros Fenoy y Mauro Ravnic.


2 comentarios:

Máster en nubes dijo...

Yo solo sé que para jugar al fútbol en Valladolid... hace falta mucho valor. Hace mucho frío y 1 de cada 2 partidos te toca en casa. Bueno, para jugar... y ser aficionado. Anda que no deben de pasar frío en ese estadio.
Por lo demás mi desconocimiento futbolístico es total. Eso sí, me gusta mucho lo de Galatisaray, los nombres esos de los equipos extranjeros son muy sugerentes. Mira, se me ha ocurrido una idea al respecto... Un abrazo, jurisconsulto...

Modestino dijo...

Ya sabes que al campo del Valladolid, el "Nuevo José Zorrilla" le llaman el "Estadio de la Pulmonía": elocuente.

En cuanto a nombres originales de equipos, los turcos son especialistas, pues además del Galatasaray, están el Fenerbache, el Beksitas y el Trabzonspor; en la antigua Yugoslavia jugaba la Vojvodina, en la vieja Alemania Oriental, el Karl Zeiss Jena y en Grecia siguen jugando el Olimpiakos y el Panathinaikos.

En América también tienen nombres curiosos, así en Argentina están Gimnasia y Esgrima y Chacarita Junior, en Colombia el Millonarios, en Chile el Colo Colo y en Brasil el Botafogo y el Flamengo.