27 de octubre de 2009

El hombre que cubrió las espaldas del Rey



Ayer falleció en Madrid a la edad de 91 años Sabino Fernández Campo, quien fuera estrecho colaborador de S.M. el Rey desde 1977 hasta 1993, primero como Secretario de su Casa Real y desde 1990 como Jefe de la misma, si bien su cercanía a Juan Carlos I nunca ha desaparecido ya que al jubilarse fue nombrado consejero privado vitalicio del monarca. Posiblemente se trate de una persona que ha tenido una influencia en el devenir de los acontecimientos en España mucho mayor de la que externamente parece.

Sabino Fernández era Licenciado en Derecho y posteriormente ingresó en el Cuerpo Militar de Intervención, donde llegó a ser General Interventor, habiéndosele concedido el título honorífico de Teniente General. Se formó en el Industrial College de Estados Unidos y se diplomó en Economía de guerra. También hizo sus pinitos políticos, pues fue Subsecretario de Presidencia cuando el Ministro era Alfonso Osorio, en el primer Gobierno de la Monarquía que presidió Carlos Arias Navarro. No obstante, su popularidad se debe fundamentalmente a su tarea en la Casa del Rey, donde todos aseguran prestó importantes servicios a España.

Hace unos cuantos años leí el libro que publicó Manuel Soriano Álvarez en 1995, "Sabino Fernández Campo, la sombra del rey", editado por la Editorial "Temas de hoy" y allí descubrí a un personaje especial, un auténtico mago de la diplomacia, del protocolo y, de manera muy especial, del arte de influir sin que se note, de saber estar, de maniobrar desde la sombra. Fernández Campo era un personaje que podríamos llamar "florentino": elegante, discreto y experto en la conspiración. En el libro van apareciendo las distintas épocas y sucesos en las que Sabino ejercita esa especial tutela hacia el Rey en momentos complicados: el 23 de febrero, los problemas con Mario Conde, las relaciones con la Moncloa, ... y muy especialmente las difíciles épocas de la transición y de los primeros pasos de la democracia en los que este asturiano callado y poco amante de figurar guardó el sueño y la imagen del monarca.

Toda persona que ocupa un cargo de especial responsabilidad necesita una persona al lado que le preste esos servicios para los que no está capacitado cualquiera. Si el Rey necesita un médico especialista, un ingeniero nuclear o un asesor literario, nadie duda que se encuentra en condiciones de conseguir los servicios de los mejores en su puesto, pero no es tan fácil encontrar quien le aconseje sobre imagen y decisiones, quien se entere de lo que se dice a sus espaldas, quien tenga la habilidad de poner a cada uno en su sitio, quien sepa prepararlo todo para que los éxitos sean del otro y los fracasos propios. Por eso Sabino ha sido importante, porque independientemente de la opinión de cada uno sobre la institución monárquica y de las más o menos acertadas intervenciones de quien ostenta su máxima representación, a mí me da la impresión de que los mejores años de la Monarquía española coinciden con los de influencia del servidor hoy desaparecido.

Sabino supo estar en su sitio y mientras tenía poder e influencia supo administrarlo sin que se notara, en un segundo plano, sabiendo en cada momento lo que tenía que hacer, como cuando el 23 de febrero de 1981, con la democracia, recién instaurada, en cuarentena, supo pararle los pies a la ambición sediciosa del General Armada con ese "ni está ni se le espera". Y cuando por mor de la edad pasó a un segundo plano, supo no sucumbir a las tentaciones del estrellato mediático y del fácil y económicamente productivo recurso a las Memorias escandalosas y desleales al que han acudido otros.



7 comentarios:

María dijo...

Me parece un personaje muy interesante, al que conozco poco, lamentablemente, pero que por lo que leo y escucho ha sido muy influyente en la historia reciente de nuestro país... Dicen que se encargó personalmente de la educación del Príncipe Felipe y que su sueño era verlo llegar al trono...

En fin... interesante persona. Buen día, Modestino!

Máster en nubes dijo...

Florentino, Modestino, me encanta esa excelente calificación por oportuna y adecuada al personaje. Y bien que le cubrió las espaldas al monarca, en fin, una interesante figura bastante mejor de los que le han sustituido después. Descanse en paz.

Modestino dijo...

Sabino Fernández Campo representa buenaparte del espíritu de la Transición, una época que desde algún "púlpito" se quiere ahora desmitificar pero que a mí me sigue pareciendo un momento ejemplar de nuestra historia, donde muchos cedieron para que las cosas salieran razonablemnete bien.

Brunetti dijo...

Me temo que voy a ser antipático con mi comentario, pero ayer oí en R.N.E. una entrevista que le hicieron a Sabino hace unos años, y en ella se mostraba muy triste por el hecho de que, desde que se jubiló y fue nombrado 'consejero' del Rey, éste jamás le había vuelto a solicitar consejo ni opinión.

El periodista que conducía el programa manfestó que, en realidad, el Rey y Sabino ni siquiera habían vuelto a hablar desde que dejó de ser Jefe de la Casa Real. En cambio, al parecer, el Príncipe sí mantenía una relación cordial con él, aunque lejana, lógicamente.

Vete a saber qué se cuece a esos niveles.

Modestino dijo...

Pues no, Brunetti, tú nunca eres antipático en esta casa que es la tuya. A estos niveles de poder y autoridad deben ser muchas las historias de gratitudes e ingratitudes, de recuerdos y olvidos, de encuentros y desencuentros.
Tal vez las personas prefieren pasar página en determinadas circunstancias.

annemarie dijo...

Los personajes florentinos son super fascinantes, sí, y casi siempre son ellos los que, en retrospectiva, mejor ilustran sus épocas. Es el poder en estado puro, es fascinante, y probablemente la única manera de controlarlos sea alejarlos, dan un poco de miedo.

Modestino dijo...

Imagino Annemarie que te referirás a personajes como el Cardenal Richelieu, Mazarino o Andreotti, pero Sabino Fernández Campo me parece que no era así, un personaje oscuro y ambicioso, más bien lo veo como alguien discreto, hábil y elegante.
Cuentan que el Rey andaba enfadado por la publicación de rumores sobre una aventura suya con una bella mujer, pues atribuía a Sabino la difusión del rumor; se asegura que éste comentó a sus íntimos que era bueno que de vez en cuando el monarca le viera las orejas al lobo.