El mes de mayo ha supuesto una continuidad en la lectura de libros nuevos, escritos recientemente. Los tres primeros, muy diferentes entre sí, los recomendaría sin duda, con entusiasmo. También el breve ensayo de Enmanuelle Carrere. Para dar un volantazo a la tendencia, he terminado con una lectura"de siempre".
Alfaguara publicó a primeros de año "Que de lejos parecen moscas", una novela claramente negra del argentino Kike Ferrari, sin duda un personaje de arraigada personalidad, un radical, alguien que no se casa con nadie. El libro no es de ahora, pues ya en 2012 recibió el "Premio Memorial Silverio Cañada" a la mejor ópera prima criminal en la Semana Negra de Gijón. La novela es fuerte y su tono elevado, por lo que deben abstenerse lectores "sensibles" y aquéllos que son poco amantes del peculiar lenguaje sudamericano. El estilo me recuerda algo a las novelas del chileno Ernesto Mallo que protagoniza el comisario Lazcano y las de Guillermo Orsi, compatriota de Ferrari, aunque ésta me ha parecido absolutamente singular. Es una crítica cruel y demoledora del capitalismo imperante en algunos ambientes argentinos, representado en el protagonista, un tal Machi, que conduce un BMW, tienes todas las mujeres que quiere y una colección de 300 corbatas de seda italiana. Es bueno contrarrestarlo con otras lecturas más suaves y positivas, pero no puedo evitar recomendarlo vivamente. Aconsejable darse una vuelta por algún blog literario dela red con el fin de saber más sobre este argentino tan especial. Abstenerse sensibles y aspirantes a censores.
Giorgio Fontana es un joven escritor italiano nacido en Saronno, localidad incardinada en la provincia de Varesse. "Libros del Asteroide", una editorial barcelonesa cuyas publicaciones suelen ser de mi agrado, ha sido su lanzadera en España, ... ya hace un par de veranos me gustó mucho su novela "Muerte de un hombre feliz". También del tema judicial trata "Por ley superior", relato protagonizado por un fiscal milanés a quien una joven e inquieta periodista saca de lo que hoy se denominaría su "zona de confort" para plantearle el dilema de darse de cara con la verdad más allá de la mera apraiencia formal, de la prueba que figura friamente en los papeles. Me ha emcantado esta novela, que además de entretener y plantear una custión interesante, te hace pensar, te enfrenta a la vida real y a las desigualdades que problemas como el de los barrios pobres, la inmigración o el desempleo plantean. Un amigo con quien hable hace unos días del libro, cuestionaba cierto maniqueismo en el mismo, aunque yo me inclino más a verlo como una historia con fondo moral, con mensaje interesante. No es muy extenso -272 páginas- y puede constituir una buena lectura para esas ocasiones en que se tienen un par de días con tiempo libre .... y ganas de debatir temas profundos con otros lectores.
"Laëtitia y el fin de los hombres", escirta por Ivan Jablonka, un francés profesor universitario de historia, no es una novela de ficción, sino el relato de unos sucesos dramáticos que conmovieron a Nantes y a toda Francia y que podemos situar a la altura de las mejores obras dela literatura periodística como "A sangre fría", de Truman Capote o "El adversario", de Enmanuel Carrere. La publicidad añadida a todo libro con pretensiones nos cuenta que en 2016 la obra de Jablonka recibió tres premios: el que concede "Le Monde", el "Médicis" y el "Prix de prix", y en este caso puedo asegurar que son sin duda merecidos. Este libro me ha parecido brillante y estremecedor, y sobre todo fiel reflejo de la realidad . Nos narra todo lo que rodeó el asesinato y descuartizamiento de la joven de 18 años Laëtitia Perrís a manos de un delincuente reincidente. Es una de esas obras en las que se comprueba cómo el autor se implica y pone todos los medios para dejar constancia de un drama, del dolor, la injusticia y la miseria humana. Además del crimen que es el núcleo de la narración, en sus 400 páginas se tratan muchos temas interesantes: las intromisiones del ejecutivo en el poder judicial, el funcionamiento de los servicios sociales en Francia, los abusos sexuales en familia, el sistema carcelario, ... Un libro comprometido, profundo, de esos que no deja indiferente.
En los últimos tiempos se ha puesto de moda que los escritores nos hablen en sus libros de sí mismos, nos cuenten sus vivencias, su pasado, sus circunstancias, ... En esta línea cabe incluir "El desconcierto", ensayo en el que la novelista asturiana Begoña Huertas relata su experiencia tras serle diagnosticado un cáncer de colon. Coloqué mi interés en este libro al leer una de esas breves entrevistas del Cultural de ABC en el que otra joven autora española, Marta Sanz, nos hablaba de sus preferencias literarias. Huertas escribe bien, sin concesiones a la galería y con una clara voluntad de análisis, buscando sacar conclusiones de una enfermedad que, como el título del libro refleja, la sumió en el desconcierto. La autora nos habla del diagnóstico, de las visitas médicas, operaciones, estancias en el hospital, regresos a casa, relaciones con su pareja e hijas a raíz de la enfermedad, que afortunadamente superó. Queda dicho que me ha parecido una escritora de buen nivel literario, aunque con la misma sinceridad debo confesar que no me gustó el planteamiento vital con que se enfrenta a la enfermedad, la veo como una mujer valiente, lo que es ejemplar, pero no comparto una visión que me pareció negativa, pesimista, ... aunque puede ser una opinión subjetiva que me gustaría contrastar con la de otros. La idea es muy buena, y considero enriquecedora esta decisión de compartir una experiencia que sin duda fue traumática y con la que cada día se enfrentan muchas personas, pero esperaba más energía positiva.
Ya hablé hace unos meses de los breves ensayos que publica "Anagrama" con la denominación de "Cuadernos".Entre los publicados hasta ahora me llamó la atención "Calais", escrito por Enmanuelle Carrere, sin duda una de las mejores plumas de la narrativa francesa actual. Se trata de una serie de experiencias y reflexiones en torno a la ciudad francesa situada sobre el estrecho que separa el canal de la Mancha del Mar del Norte, enclave más cercano a Inglaterra, en relación con el problema de los refugiados, de especial importancia en un lugar que se supone paso previo a las Islas Británicas. Se trata de un relato radactado con la fuerza y el buen hacer habitual de Carrere, quien además trata el tema con imparcialidad y sentido común. El autor francés consigue ubicar el debate en un lugar adecuado, analizando lo que ocurre y procurando desmontar tópicos como el de que los inmigrantes son foco frecuente de conflictos y delincuencia. Se lee con facilidad y la rapidez lógica de un "librito" que no sobrepasa las setenta páginas. Seguiremos de cerca esta magnífica e incipiente colección de la editorial madrileña.
Llucia Ramis es una joven escritora mallorquina que pertenece a esa nutrida nueva ola que ha proliferado en los últimos tiempos en la literatura española. Su última publicación, "Las posesiones", ha tenido buenas críticas generalizadas y el hecho de ser editada por "Libros del Asteroide" lo consideré un aval más para leerlo. Por otra parte, se trata de una de esas novelas no demasiado extensas -260 páginas-, cosa que no deja de ser otro acicate para enfrentarse con ellas. Una vez concluida la lectura, he de confesar que "Las posesiones" no me ha parecido un libro "redondo". Ramis escribe bien y la historia que nos cuenta es interesante, pero no me ha terminado de convencer esa especie de "vis indignada" que parecen poseer bastantes de los nuevos autores del mercado literario español. Por otra parte, pienso que tampoco ayuda el hecho de que la escritora de Palma de Mallorca relate los hechos con idas y venidas en el tiempo, de modo que si no estás atento corres el peligro de perder el hilo ... cosa que evidentemente también podría cargarse en el debe de un lector con tendencia a la impaciencia como yo. Llucia Ramis, eso sí, nos hace pensar, trata temas tan actuales como la corrupción y demuestra que es un valor literario a tener en cuenta.
Tras un mes dedicado a leer libros de reciente publicación, lo he concluido dando un giro de 180 grados con uno de los clásicos de la Generación del 98, José Martínez Ruiz, "Azorín", en concreto con una de sus obras principales, "Castilla", libro compuesto por una serie de relatos heterogéneos. Saldo así, además, la deuda que suponía no haber leido hasta ahora nada de este escritor alicantino -nació en la localidad de Monóvar- que alcanzó los 93 años y cuyo fallecimiento constituye uno de mis primeros recuerdos de infancia. Cuando en los primeros años de bachillerato el profesor de literatura nos animó a comprar cada uno un libro para constituir una pequeña biblioteca, entre éstos se encontraba precisamente "Castilla". Yo pensaba que era una especie de libro de viajes, pero me ha parecido más bien un tratado sobre los español y la españolidad de lo más variado, pues en él se habla de temas tan variados como las primeras vías y ferrocarriles, las ventas y posadas o el mundo de los toros. Azorín evoca también algunas de nuestras joyas literarias como "La Celestina", "El Lazarillo de Tormes" y obras de Cervantes como "La ilustre fregona" y, por supuesto, "El Quijote". Por encima de todo he disfrutado con una prosa bella y rica, una forma de escribir que acredita a uno de nuestros más brillantes escritores.
2 comentarios:
Me encantó "Que de lejos parecen moscas" estoy deseando que el autor escriba algo más.
Terminé hace unos días "Texas blues" y tambíen me gustó mucho.
No recuerdo haber leído nunca nada de Azorín, a pesar de que siempre tocaba estudiarlo en aquellos lejanos cursos de literatura (o precisamente por ello).
En todo caso, lo que sí recuerdo siempre que aparece su nombre es una anécdota que leí hace tiempo, según la cual, el tal Azorín, Galdós y el torero Machaquito, además de ser muy buenos amigos, eran todos ellos muy lacónicos y parcos en palabras. Cuentan que un día se pusieron a caminar por El Retiro y el paseo se prolongó durante mucho rato sin que ninguno dijese una palabra. Al despedirse, se abrazaron efusivamente y se dijeron: “Qué buen rato hemos pasado; tenemos que repetirlo”.
Seguramente la anécdota sea falsa ("fake", como se dice hoy), pero es tan blanca e inocente que prefiero pensar que es cierta.
Salud!
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