18 de mayo de 2018

Divagaciones de un peatón


En otros tiempos, que no digo fueran mejores, la cuestión de la deambulación callejera era sencilla y no planteaba grandes controversias. Los que éramos -y somos- peatones teníamos claro que caminar por la acera era cosa segura y solamente el hecho de cruzar la calzada nos obligaba a estar atentos para no actuar con precipitación ni imprudencia ... siempre a salvo de que no hubiera un vehículo que por despiste o accidente fortuito invadiera tu espacio, algo que no solía ser lo habitual.

La cuestión es que ayer sentí cierta añoranza de aquéllas épocas tranquilas cuando un individuo ya talludito, con pelo rizado y abundante, barba de días, coleta larga y vestido con un bañador de flores estuvo a punto de atropellarme a bordo de un "skateboard" cuando caminaba tranquila y, me temo, algo despistadamente a la altura del FNAC del Coso de Zaragoza. El personaje ni se inmutó ni se disculpó, ... es más, sospecho que debió de pensar que quien no estaba a la altura era "menda", convertido en peatón de vieja usanza, en persona transformada en obstáculo.

No hace muchos meses sufrí un incidente parecido al ver como se avalanzaba sobre mi indefensa humanidad un ciclista que salía del parking de bicicletas sito en el edificio "Pignatelli", ...  no deja de ser llamativo que puedas sufrir un atropello a las mismas puertas del poder ejecutivo de nuestra tierra. Ya bastantes problemas tengo para orientarme a la hora de atravesar los célebres "carriles-bici" como para tener que andar con cuidado ante quienes trasladan sus peligros del carril a la acera. No solo no tengo nada contra los ciclistas, sino que asumo lo sano que desde muchos puntos de vista es optar por este medio de transporte, pero no dejo de intuir cierto aire de poderío en algunos de sus usuarios.

También me he visto en apuros alguna vez cuando las largas correas que hoy en día colocan a los perros se extienden y abarcan toda la acera, marcando una especie de "listón" que va de la mano del dueño al cuello del can, de manera que uno no sabe por donde pasar e icnluso teme ver sus piernas enroscadas en aquéllas ante la sorpresa del animal, que normalmente no incluye la comprensión de la torpeza ajena entre sus instintos. Y no digamos, en aquellas ocasiones en las que se cruzan dos perros y comienzan a ladrar, enfrentarse, olisquear al otro o hacerse "cucamonas", en cuyo caso el apuro descrito se multiplica por dos.

En fin, que la condición de peatón ya no supone una garantía de paz y seguridad, sino que tenemos que acostumbrarnos a convivir con nuevos obstáculos ... no pasa nada, nos haremos a todo.

2 comentarios:

Susana dijo...

Los ciclistas se han adueñado de los carriles y las aceras y no respetan las señales. Un beso.

tomae dijo...

Lo de los "cicloatones" o "peatoclistas", (por llamarles de alguna forma) ; tendría que estar más perseguido por las fuerzas de la ley y el orden, los cuerpos de seguridad vial y la Fiscalía General del Estado...porque al parecer los pobres peatones solo contamos con nuestros respectivos ángeles de la guarda...

¡Abrazo!