Cuando entro en el tranvía, hábito que frecuento bastante desde que vivo en Zaragoza, suelo quedar asombrado al comprobar cómo más de la mitad del pasaje se dedican a manipular su correspondiente Iphone, móvil, Ipad o equivalente ... unos "wasapean", otros practican juegos aditivos, otros curiosean por la red, ... todos gastan datos y se aislan de quien les rodea. Y la cosa no se limita al tranvía, porque en los autobuses urbanos, en las pasillos de las grandes superficies, en calles, bares, establecimientos ... hasta en los templos, el personal tabletea botones con tanta fruición como habilidad e intuyo que, muchas veces, inutilidad.
El ensimismamiento descrito se extiende a tantos ciudadanos que caminan rumbo al trabajo, a recoger a los niños al colegio o a efectuar sus compras diarias o semanales provistos de unos auriculares con los que se concnetran escuchando no se si música, noticias, chistes o grabaciones relajantes. Con semejantes adminículos, corremos el riesgo de convertirnos en seres aislados del mundo. Antes preguntar a un ciudadano anónimo por la situación de una calle, la ubicación de un monumento o la dirección de una tienda se convertían en modo de ejercitar la solidaridad y mientras quien preguntaba podía resolver su problema, su duda, a quien respondía le quedaba la satisfacción de haber prestado un buen servicio, de haber ayudado a un semejante. Ahora, preguntar por donde se va a Chamberí, Gracia o la calle Dato se convierte en un reto complicado, con dificultades añadidas que suelen terminar provocando omitir la gestión ... menos mal que están los "tontones".
No cabe duda de que las nuevas tecnologías nos vienen facilitando muchas cosas, pero no se si la sociabilidad se encuentra entre ellas.
1 comentario:
A mí me da mucha pena esta sociedad tan aislada. un beso.
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