30 de agosto de 2017

Un esforzado del toreo


El pasado 26 de agosto falleció en Madrid a la edad de 68 años el matador de toros albaceteño Dámaso González. Durante mucho años, en especial en las décadas de los 70 y 80, el dietro fallecido ocupó lugares de privilegio en el escalafón taurino. Albacete, ubicada en lugar privilegiado de La Mancha, ha sido cuna de toreros de cierta importancia, como Pedro Martínez "Pedrés", Juan Montero, Manolo Amador o Manolo Caballero, entre otros, pero ninguno llegó tan lejos como Dámaso González, sin duda el mejor torero de la historia taurina albaceteña.

No fue González un torero de adornos y fuegos artificiales, lo suyo fue la sobriedad, la constancia, la exigencia. Todos los críticos que han valorado su figura con motivo de su adios, han coincidido en especificar dos valores imprescindibles en cualquier buen torero que se precie y que Dámaso tenía en plenitud: valor y temple. La combinación de ambos hicieron cuajar un matador que dominaba a sus contrincantes, que trabajaba con esmero y esfuerzo cada toro y convertía en auténtico todo lo que hacía. El torero fallecido compartió gloria con matadores de la talla de Francisco Rivera "Paquirri", José Mari manzanares (padre), Pedro Moya "Niño de la Capea", Paco Ojeda y Juan Antonio Ruiz "Espartaco". Sin duda, fue uno de los destacados de una excelente y larga época taurina.

Recuerdo que Dámaso González, que en sus inicios respondía al apodo de "Curro de Alba", tuvo una aparición arrolladora en las novilladas de  finales de los años 60. En la plaza de la Misericordia de Zaragoza recuerdo unas cuantas actuaciones triunfales compartiendo cartel con Gregorio Lalanda, un entonces ya veterano novillero, sobrino de Marcial Lalanda, que vivía tiempos de cierto resurgimiento y del también albaceteño Julián García, un torero tremendista, que llegaba a dar muletazos sentado en el llamado "pase del reclinatorio". Luego tomar´çia la alternativa el día de San Juan en Alicante, con "Miguelín" de padrino y "Paquirri" de testigo, confirmándola en Madrid durante la siguiente Feria de San Isidro, en presencia de "El Viti" y Miguel Márquez.

El diestro manchego no era muy alto, y se le achacaba cierto desaliño, al llevar frecuentemente la corbata ladeada. Pero ni la estatura ni la situación de la corbata fueron óbice para que se convirtiera en uno de los grandes matadores de toros de nuestro tiempo. Hombre sencillo y cabal, ausente de todo divismo y asentado en la vida, su desaparición ha sido sinceramnete sentida por todos. descanse en paz.

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