"De lo que no podemos hablar, mejor es callarse".
Ludwig Josef Johann Wittgenstein había nacido en Austria, aunque luego se nacionalizó británico y terminó muriendo nada menos que en Cambridge; además era un individuo bastante inteligente, de hecho era experto en filosofía, matemáticas, lingüística y lógica, algo que nos da a entender su valía. Y si nos fijamos en la frase antes citada, que seguro no es la más brillante de las muchas que pronunció a lo largo de sus 61 años de vida, no nos cabrá ninguna duda de la enorme sabiduría que se esconde tras una afirmación tan sencilla. Wittgenstein fue discípulo de Bertrand Rusell y tuvo su relación con el Círculo de Viena, aunque nunca se considerara como integrante del mismo, habiendo crecido en un hogar donde se le proporcionó un ambiente excepcionalmente propicio para la realización artística e intelectual: sus padres eran aficionados a la música y todos sus hijos tuvieron dotes intelectuales y artísticas. Una formación de este calado contrasta con lo que se observa en los últimos tiempos por estas lides, cuando cualquier ciudadano -o ciudadana- opina de lo que haga falta sin más conocimiento que el obtenido en algún debate televisivo de medio pelo mientras se limpia los churretones de tomate que en la cara o la camisa le salpica la salsa de los macarrones.
Claro, que el mal ejemplo ya surge de los "padres de la patria", quienes se han habituado a lanzar afirmaciones de todo tipo ya no sólo faltando consciente y frecuentemente a la verdad, sino opinando "de oídas" y buscando el mero éxito coyuntural en vez de la verdad y la eficacia. Hace ya más de un decenio que observamos cómo en las bancadas del Congreso, sillones azules incluidos, no se sientan quienes saben más de los temas trascendentes, sino personajes elegidos a dedo por no se sabe qué expertos de su partido y por vete a saber qué motivos, más o menos ocultos, de gratitud o servicios prestados a la formación que sea. Ha habido -y debe de seguir habiendo- ministros -y ministras- de Industria, Sanidad o Educación que de la materia cuya cartera ocupan saben lo que yo de física cuantíca o ingeniería nuclear y cuyo quehacer y acierto acabará dependendiendo del mayor o menor tino a la hora de escoger asesores, expertos y fontaneros -y fontaneras-. No deja de ser preocupante escuchar de lo que hablan aquellos a quienes hemos elegido para representarnos, pues cada día crece la sospecha de que no saben muy bien lo que dicen, o en todo caso son capaces de decir hoy blanco y mañana negro y hasta pensar que son coherentes.
Pero ya se ha repetido desde diversos rincones que nuestros políticos no son marcianos, y brotan de la misma sociedad que el resto de los españoles; así basta entretenerse un rato en la barra de un bar o en la cola de las taquillas del cine, de la RENFE o del INEM para comprobar la facilidad con la que solventamos los problemas que nos acucian, con que etiquetamos al personal con más o menos saña, le decimos a quien tiene responsabilidades lo que debe hacer, al detalle, para cumplir su obligación y le cantamos las cuarenta, con vehemencia y rotundidad, sin ápice de duda, al lucero del alba. Eso sí, en nuestros escritos -impresos y digitales- seguiremos poniendo "haber" por "a ver", nos sonarán a chino nombres como Góngora, María Estuardo o Canalejas y pensaremos que Thomas Hobbes es el central del Bayern y Núñez de Balboa una calle de Madrid.
8 comentarios:
Si y no saben quien es Gramsci o piensan que Lora Tamayo es una señora o preguntan que es la malaquita y un largo etcetera
:) Está bien lo de Lora Tamayo ...
Me he reído con el último párrafo... Ya sé que no debería, que el tema es serio, pero es que lo has redactado con mucha gracia.
Un retrato perfecto. Cultura de debate coloreado con churretes de salsa de tomate;-)
Pienso que esta tendencia a destripar y a poner a caldo se origina en el nulo conocimiento de uno mismo. Es aquello de la paja y la viga. En muchos es un hábito... mejor un vicio. Si sabes y reconoces que se te va la lengua... o te ejercitas en taparte la boca o no hay nada que hacer. Por ejemplo, y no es jabón, esta entrada tuya es muy buena. Pero no te has mofado de nadie... Date una vuelta por la blogosfera y verás la aceptación que tienen las ventanas que se dedican a difamar... Me apetecía decirlo.
Por cierto. A Wittgenstein lo "sufrí" en la carrera. Un saludo, Modestino.
Me gustaría presentarte a un sabio dotado de una inteligencia natural, que ha sido comparada con la de Einstein.
Un muchacho indú que no tuvo acceso a los grandes centros de formación de su época, y que de forma natural llegó a lo más alto, creándose sus propios idiomas.
Srinivasa Aiyangar Ramanujan
Lee su apasionante biografía y roza junto a su obra los límites de la inteligencia natural.
¡Da vértigo!
Bueno, Sunsi, ... interiormente a lo mejor he escondido alguna inquina ...
Caramba, Driver, vaya nombre impronunciable!
"La nueva ley educativa condena a la desaparición la asignatura de Historia de la Filosofía en 2º de bachillerato. Este hecho plantea algo más que un problema corporativo, significa la negación del pensamiento, la ausencia de reflexión."
Significativo, Veronicia. Si no se enseña a reflexionar ...
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