5 de julio de 2011

Según el punto de comparación



Comencé con ilusión a leer el último premio Planeta, "Riña de Gatos", una novela escrita por Eduardo Mendoza, uno de los mejores activos de la literatura española contemporánea, hecho que unido a que Mendoza trasladará el "ubi" del argumento de Barcelona a Madrid aunaba suficientes alicientes como para no perder la ocasión de leer un libro más de un excelente autor. Leí buenas críticas, aunque mi amigo Brunetti ya se ocupó de bajar las expectativas asegurando que se trataba de una novela intrascendente más, de tantas que se publican hoy en día, en especial cuando de aspirar a premios literarios se trata.

Una vez concluida la novela tomé la decisión de encabezar mi entrada valorativa de la misma con el ambiguo título que aparece más arriba; si tomamos en consideración la calidad y el interés de la mayoría de las novelas triunfantes en las últimas décadas con el "Planeta" pienso que "Riña de gatos" anda claramente muy por encima de la media, sin despreciar por supuesto la calidad de algunos galardonados de los últimos veinte años como "Lituma en los Andes", de Vargas Llosa (1993), "El baile de la victoria", de Antonio Skármeta (2003) y "La fortuna de Matilda Turpin", de Alvaro Pombo (2006); pero por otra parte, ante el planteamiento de que quien escribió la novela ganadora es el autor de "La ciudad de los prodigios", "La verdad sobre el caso Savolta" o la trilogía del detective innominado, tengo que admitir que el Premio Planeta 2010 anda por debajo de lo que cabe esperar de alguien capaz de escribir tales joyas.

Resulta interesante la ambientación que hace Mendoza del Madrid cercano al estallido de la guerra civil, con sus tensiones políticas y sociales, los sucesos dramáticos que se sucedían y el ambiente notoriamente conspiratorio que había aparecido a todos los niveles; contribuye a poner ese interés la presencia de personajes histórticos como José Antonio Primo de Rivera, Manuel Azaña o los Generales Franco, Mola y Queipo de Llano. Tanto los personajes -históricos y de ficción- como la ambientación son manejados bien por Eduardo Mendoza, Pienso que, sin perder su tono satírico inconfundible, el autor catalán reduce en cierta medida el toque de humor que caracteriza a sus novelas, sin perder por supuesto ni la crítica ni la parodia social.

Es de agradecer el notable tono de neutralidad que, desde mi punto de vista, caracteriza el relato de unos acontecimientos ambientados en la II República, ya próximo el levantamiento militar encabezado por Franco, sin ceder a la tentación no de tomar partido ni de emplear la táctica de ser políticamente correcto. Mendoza no se casa con nadie y escribe con plena ausencia de posturas maniqueístas que dividen los sucesos y personajes históricos en buenos y malos.

Donde pienso que cojea la novela es en la historia que nos cuenta; uno no se acaba de aclarar con las intrigas y manejos de nobles, políticos, falangistas y diplomáticos y se queda con la sensación de que más que un argumento lo que hace el autor es construir una serie de disquisiciones a las que le falta un hilo conductor. Los personajes, como he dicho, andan muy por encima de la historia que ellos mismos representan. Al terminar surge cierta sensación de que o al lector le han quedado cuestiones por comprender o el autor no las ha resuelto con pleno acierto.

En cualquier caso, en estos tiempos veraniegos en los que con el sol que aprieta y esa especie de pereza cósmica o abotargamiento a las que conduce el ocio y la vacación, una novela como ésta permite pasar un rato agradable, algo que no deja de ser una cuestión a considerar.


5 comentarios:

veronicia dijo...

Yo soy incondicional de E Mendoza, así que lo que diga tiene poco de objetivo. Me encanta cuando satiriza y se rie de la condición humana y de la española por extensión.
Por eso cuando retrata personas, personajes históricos y los convierte en personajes de su obra para mi es una licencia del autor fascinante que requiere mucha habilidad.
Yo la recomiendo en todas las estaciones; de año, de metro y de tren!

(La primera vez que vi utilizar este recurso fue a A. Gala en "Anillos para una dama" y yo era tan pequeña cuando leí la obra que casi me da un soponcio)

Modestino dijo...

Mira que le tengo "paquete" a Gala, pero tengo que leer "Anillos para una dama".
En cuanto a Mendoza, está claro que es un genio, pero a veces lo es aún más.

Brunetti dijo...

Desde luego, siempre es aconsejable y placentero leer a Eduardo Mendoza, aunque se trate de la novela que hoy traes a tu blog.

Pero reitero lo que ya te comenté en su día de viva voz: que el personaje principal resulta poco creíble y que, en conjunto, se nota que la obra fue escrita (y terminada) de manera bastante precipitada.

Un libro ideal para la playa.

Por lo demás, larga vida al gran Mendoza. Seguro que ya está escribiendo una nueva novela que superará a esta riña de felinos.

Suso dijo...

Me da en la nariz, y el propio Mendoza lo ha insinuado, que tuvo que correr presionado por Planeta para presenarse al Premio.

La novela es un armazón de lo que podía haber sido un novelón como "La vardad", o "La ciudad de los prodigios".

Pero las prisas no le permitieron perfilar personajes, liar la madeja para desliarla, y ser el mejor Mendoza.

Aún así, es muy divertida y muy mendoziana. Con eso basta.

Modestino dijo...

Evidentemente no todos los cuadros de Goya están a la altura de Los fusilamientos del 2 de mayo, ni los de Velázquez de Las Meninas, pero un Goya siempre será un Goya y un Velázquez, un Velázquez.