Tras dos años seguidos pasando mis vacaciones estivales -que tienen lugar ya desde hace quinquenios en el mes de julio- en Galicia, he terminado cogiendo un cariño bien especial a esta tierra y a sus gentes. Evidentemente, si uno trata de vivir en positivo -algo que no siempre ni constantemente se consigue- en cualquier lugar de España puedes sacar conclusiones favorables: los años anteriores los pasé en el sur y también me encontré bien a gusto -además de acalorado-, y guardo magníficos recuerdos de estancias en Asturias, San Sebastián, Valencia, ... pero creo sinceramente que Galicia es especial, porque aquí el ambiente tiene ese plus de encanto y misterio que no sabrías explicar con palabras, pero que no tienes ninguna duda de que es real, cómo lo es ese paisaje forjado por verdes campos, cruceros, hórreos y casa de piedra. Y, además los gallegos, con toda su fama de seres complicados y desconfiados, son casi siempre personas entrañables, gentes de carácter suave y maneras afables, hombres y mujeres que se hacen querer. En Galicia te sientes acogido, respetado, comprendido; y es que no cabe conformarse con el turismo de playa y crema solar, ni de visita cultural sin freno, ni de obsesión gastronómica; cuando te conviertes en viajero conviene tener en cuenta a las gentes del lugar donde se viaja. observarlas, conocerlas, conversar con ellas: en esto Galicia es única.
Qué duda cabe que a esa dulzura, a ese encanto especial contribuye el peculiar acento de las gentes de Galicia; los aragoneses hablamos alto y podemos parecer enfadados-¡qué le vamos a hacer!-, el madrileño es amable, pero puedes tener la sensación de que te perdona la vida, en Cataluña son educados, pero fríos y en Andalucía corres el peligro de no distinguir si te quieren o se ríen de ti; en la tierra de los celtas te hablan con una mezcla de ternura y melancolía que suena a arrullo infantil, a carantoña de novia, a canción de cuna. Hay quien dice que en una escalera uno nunca se aclara si el gallego sube o baja, es posible, pero puedo asegurar que ciudadanos, dependientas, camareros, encargadas, ... siempre me han tratado con una delicadeza y amabilidad extrema. En Santiago de Compostela es uno de los lugares donde he paseado con mayor sensación de encontrarme entre amigos, de ser bien recibido, efecto posiblemente facilitado por su aura de lugar de peregrinación.
Recuerdo uno de los últimos días de estancia allí, cuando me dirigía a comprar el billete de regreso a Huesca; tenía que ir al Corte Inglés, ubicado muy a las afueras de la ciudad y, ejercitando esa vieja costumbre de preguntar a la gente -no habría que perder nunca estos hábitos que nos humanizan- me dirigí a una joven gallega con cara de buena persona; agradecí su sonrisa, que pienso no podía ocultar cierta timidez, y en un gallego al que no se si no quiso, no supo o no pudo renunciar, me explicó con todo detalle como se llegaba hasta allí, explicación que mantuvo con nuevas indicaciones mientras coincidimos en la misma dirección. La moza no podía evitar poner de manifiesto su afán de darte la ayuda solicitada, con una sonrisa tan cómplice como prudente, tan dulce como suave ... sin ningún género de duda, ¡tan gallega!.
Como en Madrid, Sevilla, Beirut o Montevideo, en Galicia habrá personas mejores y peores, más simpáticas o menos amables, porque no se trata ni de encumbrar ni de sepultar pueblos, pero no me cabe duda de que generalmente el carácter gallego es de aquellos que enamora.
Qué duda cabe que a esa dulzura, a ese encanto especial contribuye el peculiar acento de las gentes de Galicia; los aragoneses hablamos alto y podemos parecer enfadados-¡qué le vamos a hacer!-, el madrileño es amable, pero puedes tener la sensación de que te perdona la vida, en Cataluña son educados, pero fríos y en Andalucía corres el peligro de no distinguir si te quieren o se ríen de ti; en la tierra de los celtas te hablan con una mezcla de ternura y melancolía que suena a arrullo infantil, a carantoña de novia, a canción de cuna. Hay quien dice que en una escalera uno nunca se aclara si el gallego sube o baja, es posible, pero puedo asegurar que ciudadanos, dependientas, camareros, encargadas, ... siempre me han tratado con una delicadeza y amabilidad extrema. En Santiago de Compostela es uno de los lugares donde he paseado con mayor sensación de encontrarme entre amigos, de ser bien recibido, efecto posiblemente facilitado por su aura de lugar de peregrinación.
Recuerdo uno de los últimos días de estancia allí, cuando me dirigía a comprar el billete de regreso a Huesca; tenía que ir al Corte Inglés, ubicado muy a las afueras de la ciudad y, ejercitando esa vieja costumbre de preguntar a la gente -no habría que perder nunca estos hábitos que nos humanizan- me dirigí a una joven gallega con cara de buena persona; agradecí su sonrisa, que pienso no podía ocultar cierta timidez, y en un gallego al que no se si no quiso, no supo o no pudo renunciar, me explicó con todo detalle como se llegaba hasta allí, explicación que mantuvo con nuevas indicaciones mientras coincidimos en la misma dirección. La moza no podía evitar poner de manifiesto su afán de darte la ayuda solicitada, con una sonrisa tan cómplice como prudente, tan dulce como suave ... sin ningún género de duda, ¡tan gallega!.
Como en Madrid, Sevilla, Beirut o Montevideo, en Galicia habrá personas mejores y peores, más simpáticas o menos amables, porque no se trata ni de encumbrar ni de sepultar pueblos, pero no me cabe duda de que generalmente el carácter gallego es de aquellos que enamora.
12 comentarios:
¡Bienvenido! Veo que te han sentado muy bien las vacaciones en Galicia.
No sabes lo que he echado de menos esa entrada diaria. Entre otras cosas, me he quedado con las ganas de tu resumen de lo más destacado de la Copa América.
Como diría otro gallego "unos que vienen otros que se van ..."
La Copa de América apenas la he seguido, de hecho no he visto ni un partido; lo más destacado creo que ha sido el rotundo fracaso de los grandes. Por lo que cuentan se ha confirmado que Uruguay tiene un pedazo de delantero tan bueno como Forlán: Luis Suárez.
Yo, lo mismo que pater, bienvenido!
Que alegría que te traten tan bién... ahora cuatro días de morriña en honor a Galicia, y para contrastar paisaje los monegros...
A Los Monegros también se les puede en encontrar su encanto....
Ay, Modestino. Cuando he visto el título, he pensado que se trataba de otro artículo tuyo de dulces y bollería, en este caso gallega. Cachis, qué desilusión...
¡Bienvenido!
Por cierto, el 13/08/2011 (sábado) vamos a juntarnos en Tarraco con Tomae, Sunsi y algún otro bloger@.
Espero, que puedas venir, y tranquilo, que si no puedes ¡tu vida te será perdonada! -lo digo por ser madrileño ;)-
Vente jurisconsulto, me consta que tu presencia será muy festejada y que será una jornada particular.
Teresa, no será por dulces gallegos: perlas y piedras gallegas -avellanas y almendras cubiertas de chocolate blanco y Negro-, caprichos gallegos, unos guirlaches embadurnados de chocolate que ahora no recuerdo su nombre, y por supuesto la famosa tarta de Santiago, entre muchos otros.
Driver, tú no personas la vida, que los murcianos recriados en la capi lo que hacéis es vitalizarla ;)... El 13 pilla en plenas fiestas de San Lorenzo, con muchos compromisos, pero tomo nota.
"La moza no podía evitar poner de manifiesto su afán de darte la ayuda solicitada, con una sonrisa tan cómplice como prudente, tan dulce como suave ..."
¡Caramba con la gallega con cara de buena persona con sonrisa tímida!
De buena te libraste. Sepas que es de eso , precisamente, de lo que tienen fama las galleguiñas, de tímidas, melosillas, con su hablar dulce, su aire de maneras suaves...¡son tremendas!: después son de aupa. Como las vascas y su famoso matriarcado, pero por caminos más sinuosos.
¡Bienvenido a la blogosfera!
Me encanta Galicia pero no me he relacionado mucho con gallegos. Un beso.
Reitero que me han parecido buena gente, por mucho que sean muy "suyos".
¡Modestiño! ¡te ha salido un post al que solo le falta el calor de la caimada!
Bienvenido de nuevo a tu casa, espero que hayas descansado, y nos traigas nuevas historias a todos...¡te estábamos esperando! Aprovecho si me permites para saludar a los contertulios...
...y si San Lorenzo no nos permite partirnos por la mitad podríamos organizar la "tarracolorenzada" en Lérida.
Saludos!
Para San Lorenzo estais todos invitados, y en Lleida se puede organizar lo que haga falta.
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