1 de diciembre de 2010

"Vengo a hablar de mi libro"

Es posible que una de las anécdotas más sonadas de la historia de la televisión en España sea la famosa salida de Francisco Umbral cuando en uno de los programas de Mercedes Milá, cuando se estaba llegando al final del mismo y varios contertulios agotaban el uso de la palabra, y el escritor y articulista madrileño interrumpió airado a la periodista catalana para echarle en cara que él había sido llevado al programa para "hablar de su libro" y aquélla no le había dado cancha alguna. Umbral, fallecido hace tres años, siempre fue un personaje peculiar, más bien poco templado, con cierta tendencia a las salidas de tono y, desde luego, sin ningún pelo en la lengua. Pero aunque el título, la foto y el inicio de mi entrada pueda hacer pensar que hoy voy a hablar de este literato que, desde mi punto de vista, brillaba más escribiendo artículos que novelas, solamente lo traigo a colación para darle vueltas a su famosa frase, pues me temo que muy frecuentemente vamos por la vida con esa misma actitud de acudir a los sitios única y exclusivamente a hablar de nuestro libro.

A veces es una simple cuestión de egoísmo: estamos ciegos, somos incapaces de ver las cosas de los demás y vamos a la nuestra descaradamente. Y no siempre es una cuestión de maldad, porque a veces padecemos un egoísmo inconsciente, tan asimilado que nos parece una actitud normal. Vamos por la v ida con la pretensión de hablar de nuestro libro, ignorando no sólo los libros de los demás, sino incluso su propia capacidad de escribir. En ocasiones vamos por la vida alardaeando de sensibles sin darnos cuenta que la nuestra es una sensibilidad ridícula, pues tan sólo nos sensibiliza lo propio y casi nunca entramos en la sensibilidad ajena.

Pero es igual de cierto que, sin que haya que hablar de egoísmos, hay quien anda por la vida obsesionado por vender su libro: quien por fanatismo, quien por visión estrecha, quien por exceso de simplicidad ... pero hay auténticos especialistas en dar la brasa, personajes que parece que solamente saben hablar de un tema, y no lo hacen por "ego" ni vanidad, sino porque andan obsesionados con colocarnos su mercancía, convencernos de sus ideas o ficharnos para su equipo. Me parece que hay remedios con este enconamiento en hablar de nuestro libro: la universalidad, saber investigar las opiniones ajenas, ponernos en el lugar de los demás, ... y, por encima de todo, asumir que el resto de la gente también tiene su libro y, en definitiva, acaba siendo mucho más interesante, además de más justo derivar en un debate sobre los distintos libros y no encelarse en hablar solamente del propio.

Ir por la vida pretendiendo hablar de nuestro libro no es sino aspirar a ser el centro de atención, exactamente lo opuesto a aquéllo a lo que debe aspirar alguien con dos dedos de frente, es decir, dialogar, conocer el libro del otro y sacar, posteriormente, el nuestro: así seguro que mejoramos su redacción y su interés.




18 comentarios:

sunsi dijo...

No sabes cómo me he reído con la entrevista famosa ... Sin pelos en la lengua y "que yo he venido a hablar de mi libro". Trajo cola la frasecilla de Umbral.

Una buena metáfora, Modestino. Mi libro, mi idea, mi enfoque, mi...mi/me/conmigo. Dando vueltas sobre uno mismo, que al final acabas mareándote y mareando a todo quisqui. Supongo que también empobreciéndote porque no se deja entrar dentro del círculo los libros de los demás, las ideas y los enfoques de los demás.

Es aquello que se dice que cuando hay un diálogo, en lugar de escuchar, estamos pensando en qué respuesta tenemos sobre el asunto.

De acuerdo contigo en que , a veces, es instintivo... pero pasan los años y en algún momento nos vendría bien una colleja para que nos calláramos y abriéramos los oídos ... y dejar entrar ideas nuevas , enfoques nuevos.

Gracias y que sea un buen día.

paterfamilias dijo...

Hace tiempo oí una frase que decía que tenemos dos oídos y una boca, por lo que deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos.

Sin embargo, es cierto lo que dices, hablamos mucho para colocar nuestra mercancía y para ser el centro de atención.

Hace unos días, asistí a una cena a la que habíamos sido convocados con ocasión de la visita de un familiar que reside en un lejano país. Hacía tres años que no estaba con nosotros. Al acabar la cena comprobé que todo el mundo había hablado mucho, había contado chistes y lo que habían hecho en los últimos "días". El que no abrió la boca -porque no le dejaron- fue el que nos visitaba. Y lo peor es que lo que más hablaron ni se dieron cuenta

Mariapi dijo...

¡Muy bueno, Modestino! Me ha gustado mucho, he recordado muchos momentos así, en los que he intentado "vender mi libro" o me han querido "vender" el suyo...Gracias.

Modestino dijo...

Todos tenemos esa tendencia a vender nuestro libro ... pero con los años uno puede aprender a escuchar, que es de lo que se trata.
Hay gente muy convencida del valor de su libro, y a veces tendrán razón, pero aún en estos casos pienso que hay que saber que cada cual tiene su libro y el nuestro no tiene porque gustar a todos.

ana dijo...

Me ha parecido una entrada muy buena, Modestino. Y en clave de humor, porque al final, a pesar de todo su empeño en estar serio y ofuscado por no haber podido hablar de su libro... uno no puede por menos que reirse.

Y me río, porque es cierto. Hoy pocas personas hacen nada sin un interés detrás, y son demasiadas las personas cuya única obsesión es esa: vender su libro. Él por lo menos lo declaraba, pero te aseguro que hay gente que trata de venderte su libro... sin tan siquiera enseñártelo. Y dejan pasar de largo aquello que es de lo más gratificante, la lectura de los otros, la mirada de los otros sobre cada libro, el propio y el ajeno. No siempre nuestro libro es como nosotros lo leemos, la mirada del otro, sin duda, siempre lo va a enriquecer. Como tú bien dices:

"En ocasiones vamos por la vida alardeando de sensibles sin darnos cuenta que la nuestra es una sensibilidad ridícula, pues tan sólo nos sensibiliza lo propio y casi nunca entramos en la sensibilidad ajena."

Y eso es, puea y llanamente, egoísmo. Y soberbia. Colocas tu libro por encima del de los demás.

Modestino dijo...

Es que Umbral era un antipático muy divertido ...

Tommy dijo...

Creo recordar que, después de lo que se ha visto en el clip que adjuntas, la Milá se ponía muy seria y muy digna y decía algo así como: Paco, nunca hubiera esperado esto de tí. Aquella seriedad sí que me pareció graciosa. Cómo han cambiado las cosas. Esto mismo pasaría ahora en cualquier programa de "Sálvame" y a nadie le llamaría la atención.

En fin, Modestino, te animo a que sigas recordando grandes momentos de la TV. Ya sabes, la borrachera de Arrabal en el programa cultural de Dragó, la entrevista con Cela en que amenazaba con una demostración de su capacidad de absorción de líquidos por vía anal, la de Jesulín bajándose los pantalones para enseñar su última cornada...

annemarie dijo...

Hay una capacidad de on/off que uno va desarrollando con el tiempo, hasta convertirse en un arte, :)) y en otras ocasiones los libros sirven muchas veces de biombo: es divertidísimo como intimidan.

Modestino dijo...

Lo de Arrabal, cela y Jesulín habría que reservarlo para algún post "chusco" en temporadas de poca audiencia del blog ;).

Es cierto que tenemos un automático de "on" y "off" ... yo tengo el problema de que a veces si alguien me carga mi silencio, mi "desconexión" es como la manera de manifestar mi disconformidad ... y me parece que eso no es bueno.

annemarie dijo...

No, nada de disconformidad: eso ya es reaccionar mucho, tantas veces. :)) Escuchar debería ser un privilegio que concedemos. :))) Es una especie de zapping interno: no es disconformidad, es desinterés, completamente legítimo y bueno (para la sanidad mental, por ejemplo :)), como no?

Modestino dijo...

A veces hay que ser comprensivo, caritativo, ... y escuchar, superar eld eseo de pasar olímpicamente... pienso.

annemarie dijo...

Tienes razón, claro. :))

opinadora dijo...

Yo tembien pienso que era mejor articulista.
Y respecto al tema de hoy.Siempre he pensado que de todo el mundo puedes aprender,algo.Es importante tener una actitud receptiva,para ello.
Claro que,asi como hay gente,con gran sabiduria (Y no me refiero solo a la que dan los libros,viajes,etc)en otra cuesta mas verle alguna "sustancia".

tomae dijo...

...No pareces el típico bloggero que mide sus audiencias Modestino... y sí lo de tus silencios a veces se nota, aunque son bastante divertidos.

Modestino dijo...

Yo creo que quién más quién menos se fija en las estadisticas.
¿Silencios divertidos? ... los hay también elocuentes ;)

Brunetti dijo...

Coincido contigo en que hay mucha gente que sólo tiene una forma de declinar: Ego, Me, Mei, Mihi, Me. Mil formas de nombrarse a sí mismos. Pero es gente muy infeliz, créeme.

Por lo que refiere al gran maestro Paco Umbral, aún lo añoro cada mañana. Leer sus artículos era uno de los placeres más gratificantes con los que podía desayunarme. Era el mejor en ese género, sin duda: su maestría al adjetivar, su dominio del lenguaje (inventándolo, incluso) y de los giros (a veces imposibles) era excepcional.

Y aunque como novelista nunca terminó de completar una obra redonda, recuerdo que leí su "Mortal y Rosa", que dedicó a su hijo muerto, y disfruté con la intesidad que rezuma cada línea, cada estrofa del libro. Se le notaba que lo que escribía le salía de las mismísimas entrañas.

Salud!

Modestino dijo...

Cuando yo estudiaba bachillerato oía a mis compañeros más "intelectuales" hablar con emoción de la columna que escribía Umbral en Heraldo de Aragón, que evidentemente era una columna común a varios diarios españoles.

Era la estrella de las páginas de opinión junto a un Santiago Lorén, un ginecólogo de Calatayud que falleció la semana pasada y que ganó en su día el Permio Planeta con "Una habitación con goteras".

Noemí Baneem dijo...

Yo me acuerdo de esa entrevista porque me llamó la atención su afán por hablar de lo suyo. Pero realmente era sincero, iba a lo que le habian prometido. A veces, el decir lo que realmente piensas también te crea antipatías, cuando no eres solidario, etc. Pero quien lo dice y lo cuenta no lo oculta, y son peores los que dicen una cosa y piensan otra.