Hace un año la noticia estaba en Hierro, donde un volcán submarino parecía poner en peligro la isla; este verano muchos telediarios nos han provocado cierto estremecimiento con las imágenes de los incendios forestales ocurridos en la isla de La Gomera, vecina a la anterior y ubicada en el océano Atlántico, en la parte occidental del archipiélago. A esta isla se le conoce como la isla colombina, pues Cristóbal Colón antes de partir al Nuevo Mundo en 1492 la utilizó comom lugar de avituallamiento. La Gomera tiene una superficie de 369,76 km², cerca de 25.000 habitantes y cuenta con el Parque Nacional de Garajonay, constituido en 1981 y nombrado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Pero todos estos datos los he aprendido buceando por la red ahora que la isla es actualidad, pues hasta ahora solamente tenía conciencia de su ubicación, de que su capital es San Sebastián de La Gomera, de la existencia del silbo gomero, un auténtico lenguaje silbado con el que uno puede comunicarse a distancia utilizando sólo la boca y los dedos y de que entre los canarios los "gomeros" son considerados algo así como en la península los habitantes de Lepe, cosa que seguro es leyenda y exageración.
Ahora La Gomera se ha convertido en actualidad, y desgraciadamente muy a pesar de ella; los incendios, múltiples y tremendos, ocurridos en este calurosos verano nos han puesto de frente con el drama: el colectivo de un pueblo que observa impotente como se ponen en peligro los lugares que suponen su fuente de ingresos, el sostén económico de la isla, y el personal de quienes se ven obligados a abandonar sus casas, a convertirse en nómadas provisionales sin saber lo que se van a encontrar a su regreso. Cuando en los telediarios escuchabas a hombres y mujeres comentar sus cuitas, te convertías en testigo directo de la impotencia y la desesperación que producen fenómenos como éste.
Claro, que cuando asoma la tragedia en España se puede contemplar también un fenómeno positivo, porque aflora entonces la solidaridad, algo que los españoles somos capaces de desempolvar, afortunadamente, con rapidez y facilidad; los atentados del 11-M, el accidente del avión de Spanair en Barajas, el terremoto de Lorca, ... es larguísima la lista de catástrofes ante las que ha tenido lugar una reacción popular admirable: desinteresada, abnegada é ilimitada. Por eso estos dramas tienen el efecto colateral de devolverte la confianza en el ser humano, de poder comprobar que la bondad existe, de confirmar, una vez más, que en este país, con todos nuestros defectos ancestrales y ese egoísmo tan propio de la época, seguimos siendo líderes en solidaridad y estamos a la altura cuando hay que estarlo.
Y al hablar de incendios hay que hacer referencia a la irresponsabilidad de quien los causa, de esa forma de ir por la vida prescindiendo de cualquier precaución, de la negligencia que esconde el egoísmo de prescindir de los demás y de lo que aman los demás, de la pérdida del respeto por lo propio, por la naturaleza, por algo que nos enriquece a todos y algunos viven como si no existiera o no tuviera relevancia. Evidentemente, aún es peor que pueda haber gente que por cualquiera sabe qué intenciones espúreas, qué afán de enriquecimiento, ambición o codicia les lleva a provocar intencionadamente los incendios, ellos no tienen ni justificación alguna ni perdón posible.
4 comentarios:
Me temo que la mayoría de los incendios son provocados por intereses económicos o incluso políticos. Un beso.
Pues es alucinante, cuanta maldad, ¿no? ...
Yo soy más positiva; no creo que le pegen fuego al monte por maldad o por intereses económicos; creo que suele haber un cúmulo de circunstancias entre otras la ignorancia; pensar que el fuego es como la vitroceramica que es enciende y se apaga con facilidad...
Lo siento muchísimo por las personas que están viviendo éste drama.
Ignorancia hay mucha y en muchos temas, eso sí todos opinamos y criticamos y repartimos estopa como si fueramos infalibles. Salud¡¡¡
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