No seré yo quien quite importancia al esfuerzo, a la constancia, a la laboriosidad, pero a veces nos encontramos con quienes parece que todo lo supeditan a la voluntad, por encima de la razón, por delante de la cooperación mutua, anteponiendo su persistencia a cualquier otro argumento. Todos hemos escuchado alguna vez comentarios del tipo de "yo me he hecho a mí mismo" o "pasarán por encima de mi cadáver", u observado actitudes que mantenidas en su justo término serían imitables, llegan a la rigidez y la intransigencia a base de cerrazón.
El voluntarista tiende a buscar la solución de los problemas confiando demasiado en el esfuerzo de la voluntad: apretando el paso, crispando los puños, lo que no deja de esconder un más o menos velado, fondo de orgullo;, tal vez intentando lograr la autosatisfacción de haber hecho las cosas por uno mismo, sin contar con los demás.
El voluntarista suele escuchar poco: tiene las cosas demasiado claras y no le caben en la cabeza ni otras opiniones, ni otras visiones de la vida ni la experiencia del resto de los mortales; son incapaces de entender el pluralismo, la variedad y, muy especialmente, los matices. van a peñón fijo, como si hubieran adquirido una pequeña y mágica máquina con un par de botones y solamente fueran capaces de encontrar soluciones apretando uno u otro.
El voluntarismo aniquila la espontaneidad y perjudica la llaneza, de la misma manera que conduce a la rigidez y lleva a apoyarse demasiado en normas y criterios que respalden su inseguridad, aplicándolos de modo poco equilibrado. La autoridad y la obediencia habituales en las relaciones profesionales, familiares etc., son planteadas de modo intransigente y poco flexible, es decir, poco inteligente.
Fácilmente se llega al rigorismo, lo que puede convertirse en un martirio para los demás; no hay nada peor que la interpretación rígida y estricta de las leyes; es sabio del dicho latino de "Summa lex, summa iniuria"; no hay nada más agotador que una vida sometida a implacable y estricto reglamento, pues acaba minando a la persona y, con frecuencia, torturando al resto.
Leí el otro día que la solución radica en conseguir unir el querer y el deber; así, se alcanza un grado de libertad mucho mayor:la felicidad no está en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno hace.
Fotos: www.javiermartinez.cl
El voluntarista tiende a buscar la solución de los problemas confiando demasiado en el esfuerzo de la voluntad: apretando el paso, crispando los puños, lo que no deja de esconder un más o menos velado, fondo de orgullo;, tal vez intentando lograr la autosatisfacción de haber hecho las cosas por uno mismo, sin contar con los demás.
El voluntarista suele escuchar poco: tiene las cosas demasiado claras y no le caben en la cabeza ni otras opiniones, ni otras visiones de la vida ni la experiencia del resto de los mortales; son incapaces de entender el pluralismo, la variedad y, muy especialmente, los matices. van a peñón fijo, como si hubieran adquirido una pequeña y mágica máquina con un par de botones y solamente fueran capaces de encontrar soluciones apretando uno u otro.
El voluntarismo aniquila la espontaneidad y perjudica la llaneza, de la misma manera que conduce a la rigidez y lleva a apoyarse demasiado en normas y criterios que respalden su inseguridad, aplicándolos de modo poco equilibrado. La autoridad y la obediencia habituales en las relaciones profesionales, familiares etc., son planteadas de modo intransigente y poco flexible, es decir, poco inteligente.
Fácilmente se llega al rigorismo, lo que puede convertirse en un martirio para los demás; no hay nada peor que la interpretación rígida y estricta de las leyes; es sabio del dicho latino de "Summa lex, summa iniuria"; no hay nada más agotador que una vida sometida a implacable y estricto reglamento, pues acaba minando a la persona y, con frecuencia, torturando al resto.
Leí el otro día que la solución radica en conseguir unir el querer y el deber; así, se alcanza un grado de libertad mucho mayor:la felicidad no está en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno hace.
Fotos: www.javiermartinez.cl
12 comentarios:
Modestino, no me jorobes, que me sacas este post y me traes recuerdos de la época en la que andaba con cuatro ideas pero aferradas como clavos, con aquello del "pa chulo yo". Fromas muy infantiles de entender el orgullo, qué le vamos a hacer...
Grrr!
Buen post
El voluntas conejito de Duracell...¡vaya tropa!, el que los probó lo sabe.
Creo que en la vida muchas personas pasan -pasamos- por este tramo. Tal vez me equivoco... Diría que suele ser en esta etapa de juventud que sabes tan poco todavía y tan pocas cosas ... que crees que lo sabes todo. Y lo que sabes... ¡a muerteeee!. El problema es instalarse ahí, negarse a ver nada más, no evolucionar, no percatarse de lo mucho que nos queda por aprender. No escuchar con oídos abiertos para absorber la experiencia de otros...
Luego la vida, la gente, los compañeros de trabajo, las pifias, los palos... te enseñan que ni de lejos eres infalible. Y que muchas veces los demás, que te ven con objetividad, pueden echarte una mano para crecer y ayudarte a tener más cintura.
Por eso, Modestino, me gusta cumplir años. Ni de broma volvería a aquellas épocas mozas de voluntarismos y puños fuera.
Gracias por el post. Diana.
Saludos desde Tarraco
Clavaó.
Qué bien descrito, Modestino.
Por un lado, qué cierto que hay que "recuperar" el esfuerzo y la voluntad hoy que tan flojitos podemos ser a veces.
Por otro, qué desastres y qué profundos causa en las personas ese fiarlo todo al esfuerzo, a la voluntad.
Creo que sentirse más en manos de Dios y menos en las nuestras y saber que a base de puños lo que no puede ser sigue sin poder ser no está mal.
Buenos días, jurisconsulto, siempre un placer poderte leer.
Efectivamente, una de las claves es confiar más en Dios y menos en uno, y no crearse falsos ídolos ni más dogmas de los precisos, que son bien pocos.
Ya sabeis eso de que en la vida de los hombres, como en la de los Estados, hay tres poderes: hasta los 25-30 años, el poder de la voluntad, hasta los 50-55 el poder de la inteligencia ... y a partir de entonces: el poder mear.
En la vida hay que tomar decisiones y aún siendo conscientes de las presiones que ejerce nuestro entorno,debemos actuar de forma responsable.
Muy bueno, lo de la máquina mágica con dos botones - tecnología de punta, infalible siempre :)))
Lo de la máquina de dos botones es algo que digo desde hace bastantes años, pues he conocido unos cuántos así: rígidos hasta decir basta, ni una circunstancia a tener en cuenta, ni un matiz, ni un sólo guiño a la flexibilidad.
Aprovecho para saludar a Asier, a quién se le echaba de menos.
Has escuchado el discurso de Barack Obama? Ese mundo de la inflexibilidad ya pasó, ya pasó. Uff!
Es siempre un placer hacerle una visita, señor Modestino.
Verdaderamente espectacular el acto de toma de posesión de Obama. Si este hombre sirve para que se reduzca ese antiamericanismo que en algunos llega -me parece a mí- a la estupidez ya hemos conseguido algo.
No obstante, el fenómeno Obama empieza a sonar a exceso y puede que al final no cambie tanto...a ver que pasa.
Y me parece bien que termine la inflexibilidad siempre que no sea a costa de caer en el más radical relativismo.
Claro que Obama no va a cambiar nada, y poco podrá hacer. Pero creo que estamos asistiendo a un cambio muy significativo de filosofia politica operante, de referentes. El relativismo absoluto del capitalismo fue derrotado en la practica, que es la mejor prueba teorica para tontos :))
Yo siento tb muchas reservas en relación a la civilización americana - pero creo que tenemos que concerderles que en ningun otro país ocidental seria posible elegir hoy un presidente negro. Se hacen unas fotos de mujeres más o menos "osadas", y es todo, en el terreno de la "osadía". Todo muy viejo y muy desinteresante. La historia corre en otros sitios, .
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