7 de noviembre de 2013

La bolsita de Mickey

Esta mañana cuando me dirigía a trabajar he comprobado que, como otras veces, marchaba delante de mí una señora que acompañaba al colegio a su hija, una niña pequeñísima que dudo haya cumplido los 3 años. He coincidido en varias ocasiones con ellas y, a salvo de uno de los primeros días en los que la pequeña lloraba desconsoladamente, da gusto contemplar la ilusión con la que la mocita marcha al "cole", con la sonrisa en la boca y unos ojos enormes y negros que miran felices a su entorno, unos ojos tan bonitos que no me cabe duda están llamados a conquistar en su día el mundo. Por todo equipaje la niña llevaba una pequeña bolsa de lona de color rojo y que lleva grabada la inconfundible figura de Mickey Mouse, imagino que dentro de la bolsa llevaría el bocadillo, vete a saber si de nocilla, jamón de york o carne de mebrillo, puede que incluso acompañado de una chocolatina o un quesito en porciones. A esas alturas de la vida no son necesarios ni libros, ni plumieres ni catones; tuve una enorme y sana envidia de esta pequeña que lleva tan poco tiempo entre nosotros -¿qué son 2 o 3 años?- y no pude -ni quise- regatear el deseo de que a mi oficina lo único que tuviera que llevar cada mañana fuera una bolsa de Mickey Mouse con el bocadillo, envidia que incluía también, por supuesto, toda la ilusión de una vida por delante y la ignorancia casi completa de tantas cosas lamentables que suceden alrededor: mejor nos iría si nos bastará ver grabada en una tela la imagen del primer personaje creado por Walt Disney.

Escribiendo este relato, que no se si me ha quedado cursi o simplón, me vino a la cabeza el último puente de Todos los Santos pasado en Tarragona, viaje en el que tuvo principal protagonismo la hija de unos amigos -2 años y medio de vida y toda una promesa futura de liderazgo le contemplan-, y que el sábado por la mañana, cuando nos disponíamos a desayunar en la grata terraza de un establecimiento de la Rambla Nova, en la plenitud de una de esas mañanas que reflejan el privilegiado clima mediterráneo, se dirigió a la camarera para pedirle con su media lengua "unos 'croasansitos' de chocolate", también pensé que era una delicia poder ser feliz con aspiración tan simple ... ¡lo que tenemos que aprender de los niños!.

“Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?» Entonces Jesús llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «En verdad, en verdad os digo que si no volvéis a haceros como niños, no entraréis en el Reino de Dios. Pero, el que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de Dios». (Mt.18, 1‑ 4)

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Una entrada tan bonita sin comentarios!!!

Anónimo dijo...

Es una pena que la infancia cada vez sea mas corta.

Anónimo dijo...

Ayer el mundo me parecia tan deprimente que he decidido no dejar entrar en mi vida ni más pesimismo ni más cinismo. Estoy servida.
No quiero desperdiciar mi tiempo lamentandome, lo que quiero es ir feliz a trabajar y volver feliz del trabajo y transmitir felicidad a las personas con las que me cruce cada día.

Modestino dijo...

Tal vez los niños aprenden demasiado deprisa.

Modestino dijo...

Yo tengo una innata tendencia a quejarme, me das un buen consejo amiga.

Driver dijo...

Nos pasamos un tiempo en la infancia feliz, en la Arcadia luminosa de un tiempo con olores a claveles rojos, que implosionan en una belleza rotunda.

De adultos apuramos las tardes otoñales con largas esperas y recuerdos de una infancia añorada.

Tal vez al final, los evangelistas sean quienes arrojen la luz nitida sobre las escrituras de nuestras existencias, y todo sea un sencillo circulo que comienza y termina en un simple y unico punto comun.

Un punto qye se define como el cruce de dos lineas, la de la vida y la de la muerte.

El punto infantil que salvara tu atormentada alma de adulto.

sunsi dijo...

Ayer estuve toda la tarde con la hija de casi seis meses de mi hermano pequeño. Es la criatura más feliz del universo. Solo le enturbia la paz el hambre y el sueño. Y sin querer, mientras paseábamos por la Rambla, me vino a la cabeza todo lo que le queda por vivir. Lo curioso es que no sé si esto me alegró o me preocupó, Modestino. Tal vez porque me gustaría ahorrarle todas las complicaciones y sinsabores que supone ser adulto. Ya ves que estamos en las mismas.
Precioso post.

Feliz fin de semana, jurisconsulto.

Modestino dijo...

Si, tal vez volver a la infancia nos tranquiliza el alma. Saludos Driver

Modestino dijo...

Siempre hay que mantener la esperanza, Sunsi.

tomae dijo...

¿no habíamos sido todos niños?
¿no serán mayores los niños de hoy?


...de niño me acuerdo que mi padre siempre me decía "yo también he sido niño" y ...trato de recordarlo diciéndolo a mis hijas.

Modestino dijo...

Nuestros recuerdos infantiles pueden, sin duda, ayudar mucho. Aunque también nos decían eso de que cuando seas padre comerás huevos ... ;)